Durante el fin de semana, Sergio Massa -cuyo proyecto de “un puente al empleo” aparece fundamentalmente como una herramienta para quitarle poder a las organizaciones sociales- volvió a anunciar que, luego de las elecciones generales, el oficialismo va a convocar a la oposición a un acuerdo para una serie de políticas de Estado. A la propuesta de Massa parece haberle respondido premonitoriamente Patricia Bullrich en un reportaje con una revista partidaria. En la conversación, que pasó sorprendentemente desapercibida, Bullrich le envía un mensaje al peronismo, que es a la vez uno para Larreta: “Si nosotros queremos salvar la cultura peronista, queremos salvar esa cultura del poder, le queremos dar una salida, los queremos ayudar, no hay fin de época. Y ese es un debate que está presente dentro de Juntos por el Cambio”. Bullrich parece acá detonar preventivamente cualquier punto de encuentro con el oficialismo.
Durante la nota, la ex ministra de Seguridad anticipa la postura frente a la negociación con el Fondo que es, también, un debate en espejo en el oficialismo: “¿Nosotros le vamos a dejar ordenada la macro a Larreta?”. En el reportaje, Bullrich anticipa: “Si ellos quieren hacer el trabajo que siempre quieren evitar y nosotros podemos gobernar después con un poco más de tranquilidad, no nos viene mal. Ahora, yo creo que ellos van a querer que les firmemos a ciegas. Y nosotros a ciegas no les vamos a firmar nada”.
Bullrich sostiene que, ante un eventual regreso al poder, JxC tiene “la posibilidad de tomar medidas de fondo”. “Creo que habrá que hacerlo a una velocidad y con una decisión muy fuertes. Habrá que ser muy valientes en las decisiones que tomemos”, amplía. Y en relación a la propuesta ecuménica de Larreta, explica: “Respecto a si hay que hacerlo o no con otras fuerzas políticas, lo único no negociable es el cambio. A ver, puede surgir un Urquiza, que venga y diga ‘yo quiero firmar esta Constitución’. Ahora, antes estuvo la batalla de Caseros. Es decir, que antes ganaste: vos tenés que ganar, tenés que demostrar que esas ideas son las que ganan y después todos los que quieran aceptar esta idea –pero aceptarla en serio, cambiar las leyes, diseñar una modernización del país en serio– son bienvenidos. Lo que no podemos hacer nosotros es un pacto de status quo. El diálogo para el status quo, no”. Además de la inclusión del mensaje bélico y la demanda de una carta de rendición, otro mensaje para Larreta.
Y concluye Bullrich con una lectura mortuoria sobre su rival político: “Vos podés achicar al peronismo a un partido que gane y pierda elecciones y viva dentro de un sistema más razonable. Pero para eso ahora van a tener que matar al kirchnerismo, que desde mi punto de vista en el sentido de proyección está muerto. Y se nota que está muerto porque no se renueva, ya no tiene jóvenes. Sería como el PRI de estos años, que se convirtió en un partido más. Podría llegar a tener ese lugar, podría ser un partido del 30%. Pero no le tenemos que dar la posibilidad de que reviva, porque el peronismo ha tenido algunas cosas permanentes: el Senado ha sido permanente, muchas provincias han sido permanentes. Entonces nosotros necesitamos que esta adecuación institucional de la Argentina se dé a todos los niveles: a nivel del Senado, a nivel del Parlamento, a nivel de las provincias, a nivel de las intendencias. A nivel de todo el poder. Porque vos tenés peronismos que pueden parecer más razonables. Está bien, pero el peronismo cordobés gobierna hace 23 años, entonces tampoco está bueno eso”. Es decir: el problema ya no es Cristina Kirchner, Sergio Massa, Gerardo Zamora o Gildo Insfrán: también lo es el cordobesista Juan Schiaretti. Interesante.
Si bien nadie duda que el país necesitará de grandes acuerdos después de las elecciones, es difícil pensar en los márgenes para que se concreten luego de algunos episodios como los mencionados en el párrafo anterior. Algunos otros son los judiciales que se encuentran muy lejos de la agenda ciudadana, pero son performativos de las conductas políticas para quienes los sufrieron. La decisión del Tribunal Oral de dictar el sobreseimiento de todos los acusados en la causa por el Memorando de Entendimiento suscrito con el gobierno de la República Islámica de Irán en 2013 es, a la vez, justa y tardía. Más allá de las cuestiones de fondo, como la debilidad de las pruebas y la inconsistencia de las acusaciones del fiscal Alberto Nisman en el marco del expediente, el avance de la causa dice mucho sobre el estado del sistema político argentino.
Un juez, con el apoyo de (casi) toda la oposición decidió que un acto de gobierno legítimamente criticable y, a la luz de sus nulos resultados, errado, podía ser judicializado y penado. No importó que se tratara de un acto de política exterior, de perfeccionamiento complejo, que se ratificó con la voluntad concurrente de dos poderes del Estado y que se debatió a viva voz y con argumentos encendidos en el Congreso de la Nación. Que hayan pasado siete años -durante los cuales se dictaron prisiones preventivas arbitrarias, se presionó sobre la deteriorada salud del ex canciller Héctor Timerman- con este expediente abierto pone un signo de interrogación sobre la dimensión de las limitaciones de la convivencia democrática en Argentina donde un sector mayoritario de la principal fuerza opositora decidió tomar parte en una caza de brujas, dirigida contra un acto cuyo último defensor antes de su aprobación parlamentaria integró la fórmula presidencial que buscó -infructuosamente- la reelección de Mauricio Macri.
Mientras tanto, el oficialismo continúa con los cambios en su equipo de gobierno. El nuevo secretario de Comercio, Roberto Feletti, ha demostrado un importante pragmatismo. Su paso por la administración de La Matanza, donde estuvo hasta hace dos días a cargo de la hacienda municipal, mostró a un funcionario preocupado por el saldo fiscal, que fue incluso superavitario en el más poblado de los municipios bonaerenses. Esto tenía una motivación política: no podía enfrentarse al gobierno de María Eugenia Vidal y Hernán Lacunza sin tener las cuentas en orden.
Si bien admite que las condiciones macroeconómicas resultan relevantes en el resultado inflacionario, el nuevo secretario considera que la concentración y cartelización empresariales explican bastante los aumentos de precios y ha puesto como ejemplo en su momento la suba de la canasta básica que durante el último año creció muy por encima de la inflación general.
Sus primeras declaraciones sobre “una revisión racional de las ganancias de las empresas” se mueven en este sentido e intentará comenzar su gestión con una herramienta conocida: evalúa negociar con los supermercadistas un congelamiento de precios de, al menos, 120 días. La concentración en Argentina es elevada y eso puede repercutir en un alto nivel de precios. Un informe de Defensa de la Competencia, elaborado durante el gobierno anterior -cuando la secretaría de Comercio estaba a cargo de un funcionario de familia supermercadista-, señala el poder de negociación de las grandes cadenas sobre proveedores y en la fijación de precios, lo que puede redundar en que los mismos sean elevados en su nivel.
Dos objeciones surgen rápidamente a esta mirada. El balance de la operación argentina de Walmart se ubicaba en 2018 en un 33%, por encima de su operación internacional donde el resultado era del 25%. La filial argentina de la firma, sin embargo, se vendió el último año a Francisco De Narváez en apenas 44 millones de dólares. La contracara de la concentración y los altos precios es la volatilidad y la incertidumbre de la economía local. ¿El sector tiene márgenes altos porque Argentina es como es o Argentina es como es porque tiene márgenes altos?
El otro problema de la mirada sobre la concentración, acaso más importante, es que difícilmente explica la inflación, que no se ocupa del nivel general de precios sino de su variación. Es trabajoso creer que la venta minorista en la economía argentina esté mucho más concentrada que -por ejemplo- las de Perú, Chile o Uruguay y, sin embargo, en ninguno de estos países los formadores de precios han causado saltos inflacionarios. Y con esta misma concentración, la inflación en Argentina supo estar por debajo del 10% anual.
La salida de Paula Español tiene más aspectos para explorar que los evidentes. Prima facie la decisión parece una jugada a tres bandas: el oficialismo da una señal en un tema sensible para su electorado, el kirchnerismo hace explícito su malestar con Matías Kulfas por el tema precios y preservan a una funcionaria de mucha confianza de la vicepresidenta. Si se la hipnotiza a Español, en el segundo ítem probablemente esté más cerca de la visión macro del problema que del diagnóstico sobre la “concentración”. El último punto es el más interesante: ¿para qué preserva Cristina a la ahora funcionaria de Wado de Pedro? ¿Descuenta un cambio del equipo económico en noviembre y aspira a que Español ocupe un lugar más importante que el que tenía hasta el sábado?
Sin embargo, la novedad más importante para el gobierno, en cuanto a los funcionarios que influyen en su resultado, no fue un cambio sino una continuidad: en la noche de ayer, el board del Fondo Monetario Internacional ratificó la continuidad de Kristalina Georgieva al frente de la entidad.
Varios factores jugaron a favor de la decisión final, aunque la incertidumbre sobre el destino de la búlgara se mantuvo hasta el lunes a última hora. La avanzada contra la directora fue encabezada por David Malpass que desde 2019 ocupa el cargo de presidente del Banco Mundial y antes se desempeñaba como funcionario del tesoro y el Departamento de Estado durante las administraciones republicanas de Donald Trump, Ronald Reagan y George W. Bush padre. Malpass contrató al estudio de abogados Wilmer Hale para respaldar una acusación contra Georgieva sobre la manipulación del índice Doing Business para mejorar los resultados de China.
Georgieva, como alta funcionaria del Banco Mundial en aquel entonces, fue señalada entre los responsables. Dos hechos son incontrastables. China ha realizado en los últimos años importantes esfuerzos de política interna para mejorar en ese ránking y el propio índice ha sido señalado como un producto pobre y manipulado habitualmente por intereses geopolíticos apenas teñidos de un débil halo de objetividad. Paul Romer, economista jefe del Banco, debió disculparse con Chile luego de cambios metodológicos que casualmente afectaron negativamente al gobierno de Michelle Bachelet y beneficiaron, también injustamente, a Sebastián Piñera.
La responsabilidad personal de Georgieva sobre una herramienta en origen defectuosa y manipulada aparece mucho menos clara. Parece haber habido, en cambio, una ofensiva con dosis similares de ciertos intereses del sistema financiero estadounidense y del enfrentamiento de ese país con China. Impulsos que perviven en la administración de Joe Biden pero que marcaron a fuego a la anterior. Georgieva, sin embargo, se mostró alineada con los impulsos más progresistas de la agenda de Janet Yellen y fue apoyada por economistas cercanos al ala heterodoxa del establishment, como Joseph Stiglitz y Jeffrey Sachs, así como el ex primer ministro británico Gordon Brown.
Si la posición sobre Georgieva no era unánime en los Estados Unidos, los gobiernos europeos eran aun más reticentes a removerla. Por tradición, la dirección del Fondo Monetario corresponde a un europeo, mientras la del Banco Mundial la encabeza un estadounidense. Su reemplazo aparecía como una tarea difícil. El candidato más firme que aparecía, Mark Carney, es apenas nominalmente europeo. El ex banquero central tiene la particularidad de haberlo sido en Canadá -donde llevó adelante la mayor parte de su carrera- y el Reino Unido. De posiciones indudablemente pragmáticas, fue durante la presidencia de Carney que el Banco de Inglaterra publicó el influyente paper Creación de Dinero en la Economía Moderna que sugiere que el dinero es endógeno y que los bancos privados crean dinero mediante préstamos.
Por último, una salida de Georgieva -por una supuesta falta compleja de explicar y que hubiera escenificado aún más crudamente la división geopolítica- podría haber deslegitimado a un Fondo Monetario Internacional al que los Estados Unidos aspiran a dotar de los recursos y protagonismo perdidos en la medida en que las crisis de deuda y balance de pagos de los países se han vuelto más infrecuentes. La reciente emisión de Derechos Especiales de Giro, una agenda con la que Georgieva se alineó de forma entusiasta, es un ejemplo del tipo de intervención que permitiría rivalizar con el creciente protagonismo del financiamiento chino de infraestructura para el desarrollo.
La continuidad es buena noticia para Argentina aunque debe ser tomada con cautela. Georgieva queda debilitada y la pretensión local de mejorar las condiciones de pago y ahorrarse el cobro de sobretasas en la devolución de crédito no alcanzó hasta el momento la mayoría calificada necesaria para modificar los términos habituales. En el Gobierno esperan que en diciembre haya una convocatoria formal al directorio para abordar este tema.
Iván Schargrodsky | Cenital