NO SE PUEDE TAPAR EL SOL CON LA MANO

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Precios (des)controlados

La semana pasada asumió Roberto Feletti como secretario de Comercio Interior, en lugar de Paula Español. Con un discurso más duro y una visión distinta en materia de inflación que Guzmán, lo primero que hizo fue anunciar un congelamiento de precios, que terminó de confirmarse ayer a última hora (finalmente sin el acuerdo de las Cámaras empresariales). La medida consiste en mantener fijos los precios de unos 1.400 productos de consumo masivo, retrotrayendo los precios al 1 de octubre.

Por detrás de esto estuvo el mal dato de septiembre, que, además de ser muy elevado (3,5% mensual), le puso freno a un incipiente proceso de desinflación, ya que venía de 5 meses consecutivos en baja.

Nada nuevo bajo el sol

A pesar de la sorpresa y los reclamos que realizaron varias figuras de la oposición, la realidad es que la medida no es muy distinta de lo que ya venía haciendo la Secretaría de Comercio Interior. Hagamos un breve repaso: en marzo del año pasado, cuando comenzó la pandemia, se anunció el programa Precios Máximos, que consistió en el congelamiento de precios de unos 23.000 productos. A partir de julio, se empezaron a aplicar aumentos autorizados y luego a quitar productos, hasta que finalmente se dio por terminado el programa en junio de este año. Pero, en paralelo, se mantuvo el programa Precios Cuidados (que data de 2014) y varios de los productos que estaban dentro de Precios Máximos pasaron a este programa, que en la actualidad alcanza unos 700 productos. Podríamos decir que la diferencia con el congelamiento de precios es que no surge del acuerdo entre el gobierno y las empresas y que involucra a una cantidad mayor de productos.

Y si nos remontamos más atrás en la historia, es una medida aplicada prácticamente por todos los gobiernos anteriores: Macri en 2019; el kirchnerismo en 2013 y en 2006 (con Felisa Miceli primero y Guillermo Moreno después); Ménem en 1989, antes de introducir la Convertibilidad, de la mano de Miguel Roig; Alfonsín en 1985 como parte del Plan Austral; incluso Martínez de Hoz, probablemente el ministro más liberal de toda la historia reciente, también lo aplicó en 1977; y antes de eso Onganía en 1967, bajo la dirección de Krieger Vasena. Perón no podía faltar, también lo hizo en 1973 y en 1953.

¿Funciona?

La cantidad de veces que se aplicó este tipo de políticas y nuestra reputación en materia inflacionaria ya nos debería dar un primer indicio. La realidad es que esta medida no solo presenta serias dificultades para su correcta implementación, sino que muchas veces termina agravando la situación.

Respecto de lo primero, la principal dificultad es su correcta fiscalización. Detengámonos por un segundo a dimensionar lo que representa esta tarea. En Argentina hay alrededor de unos 10.000 supermercados en todo el país, lo que a razón de 1.500 productos por local da un monitoreo diario de 15 millones de precios. Si bien en la actualidad el avance de la tecnología permite hacer esto de una manera más rápida (por lo general a través de los códigos de barra de los productos), no deja de ser todo un desafío. Y esto es solo el principio.

Cuando el congelamiento se da de manera compulsiva como en este caso (es decir que no se consensúa con las empresas qué productos entran en el acuerdo), una manera típica de eludir el control es ofreciendo productos prácticamente idénticos, pero con alguna diferencia mínima (como, por ejemplo, modificar el tamaño del producto), con el objetivo de venderlo a un precio más elevado. Y, si esto no llegara a funcionar, pueden llegar al extremo de aumentar el precio del producto de todos modos, desafiando a las autoridades (como por ejemplo sucedió en 2013 cuando Moreno anunció el congelamiento de “todos los precios”).

Pero, en realidad, los problemas más graves se dan antes y al finalizar el acuerdo. Las empresas no son ingenuas y conocen esta historia, con lo cual lo primero que hacen cuando se anuncian este tipo de medidas es adelantarse y aumentar los precios inmediatamente. De esa manera, el congelamiento (si dura pocos meses) no terminaría teniendo demasiado efecto.

Pero, además, el congelamiento en algún momento termina y allí las empresas ajustan sus precios de manera súbita de modo de recuperar la rentabilidad perdida, algo que muchas veces termina provocando un nivel de inflación más elevado que el que había anteriormente, como por ejemplo sucedió en 2013.

Y esta vez tampoco fue diferente. Como muestra el gráfico a continuación, el salto de los precios de la última semana fue sumamente grande. Esto muestra que, ante la posibilidad del congelamiento (recordemos que la semana pasada no se sabía bien la magnitud ni el alcance del mismo), la gran mayoría de las empresas aumentaron sus precios “por las dudas”.

Evolución del precio de los alimentos en 2021 (variación semanal)

Fuente: Elaboración propia en base a IPS-CESO.

Al margen de si el flamante secretario logra retrotraer los precios al 1 de octubre como dice la medida, el mayor problema es que hubo un montón de bienes y servicios que quedaron fuera del congelamiento, pero que igual incrementaron súbitamente sus precios y difícilmente ahora los retrotraigan (textiles, electrodomésticos, artículos para el hogar, entre otros), con lo cual esto seguro va a tener impacto en la inflación de octubre.

Para terminar, como se desprende del análisis anterior este tipo de medidas no solo no resultan efectivas para reducir la inflación, sino que en muchas ocasiones terminan agravando el problema. Por detrás lo que hay es un problema de diagnóstico, sobre todo cuando desde Casa Rosada sostienen que la inflación se debe a la concentración de los mercados y a los oligopolios (algo que se refuta fácilmente al observar que en el resto de los países hay niveles similares o peores de concentración y la inflación en casi todo el mundo se encuentra muy por debajo a la de Argentina). Desde ya, eso no significa que no sean parte del problema; al fin y al cabo, las empresas son las que fijan los precios. Pero, como vimos acá, la raíz de la inflación obedece a cuestiones macroeconómicas y por ende esto no se soluciona con medidas aisladas que apunten al freno de los precios sino, precisamente, estabilizando las variables macroeconómicas.

¿Más economía?

Va el resumen del panorama económico a partir de los datos que salieron durante la última semana: el INDEC difundió el IPC de septiembre, que además de ser muy elevado (3,5% mensual), le puso un freno a la reducción de la inflación, que venía de 5 meses consecutivos en baja. Los salarios en agosto se incrementaron levemente por debajo de la inflación, lo que se tradujo en una caída del 0,2% de su poder de compra. La salida de turistas se recupera, pero todavía sigue muy lejos de los niveles prepandemia. La nota completa la podés leer acá.

“Creemos que es hora de dejar de lado consignas vagas y genéricas, que plantean soluciones sencillas a problemas complejos. “Bajar los impuestos”, “empujar el consumo”, “exportar más”, no son pautas que iluminen el sendero al desarrollo”, dijo esta nueva revista sobre políticas productivas, y me conquistó.

Tres charlas interesantes y gratuitas para los próximos días: mañana tenemos esta a las 17 sobre la relación entre las primas salariales y la brecha de género, y después a las 20 esta otra sobre cómo lograr un crecimiento económico que no dañe al medio ambiente. Por último, el viernes tempranito, a las 10, esta sobre el vínculo entre la macroeconomía y la desigualdad.

¿Qué diferencia hay entre las variaciones acumulada, interanual y anualizada? ¿Cómo se calculan? Si te interesa entender la jerga económica, te recomiendo este capítulo del podcast del INDEC, donde responden esas preguntas.


Juan Manuel Telechea | Cenital

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