NO ME HABLEN DE ESPERANZAS VAGAS, PERSIGO REALIDAD

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“Acá mandan los resultados, hay que dejar de hacerse la paja con boludeces y ponerse a gobernar”. La metáfora onanista corresponde a uno de los principales dirigentes del Frente de Todos consultado por #OffTheRecord respecto a las diferencias internas que se mantuvieron aun con el resultado de las elecciones generales. O, más precisamente, por el resultado de las elecciones generales. La celebración por una performance que de haber ocurrido en una presidencial dejaba al peronismo en las puertas de una derrota en primera vuelta sumó un ingrediente a recelos mutuos que, además, a veces son cultivados por los entornos. Fue un ministro muy cercano a Alberto Fernández el que le dijo al Presidente que Máximo Kirchner no había llegado a la Plaza a presenciar el discurso del jefe de Estado -“se quedó en el Obelisco”, fueron las palabras- a pesar de los varios registros fílmicos que mostraban lo contrario.   

“La cara de culo de Máximo el domingo fue porque le pareció exagerado el festejo en relación al resultado”. La interpretación corre por cuenta de un intendente de muy esquiva relación con La Cámpora y forma parte del universo de las lecturas. Lo cierto es que la relación entre el Presidente y su jefe de bloque en Diputados no pasa por el momento más armónico. El último desencuentro entre ambos fue el miércoles luego del acto por el Día de la Militancia. En un mitin de los dirigentes más importantes de la provincia de Buenos Aires que se llevó a cabo en la Quinta de Olivos, dos intendentes preguntaron por su ausencia. La versión es una sola, pero las lecturas varían. El Presidente le escribió cerca de las 20 a partir de la consulta de Martín Insaurralde y Fernando Espinoza. “A Alberto no se le puede haber pasado”, dicen unos. “Wado y Sergio sabían, entonces Máximo también; si te invita el Presidente aunque sea diez minutos antes tenés que ir”, se lamentaban otros. 

Lo cierto es que parte de la deliberación poselectoral tiene que ver con la arenga pro PASO del Presidente en el escenario de Plaza de Mayo. Es una lectura que comparte con Cristina. En una reunión con Mayra Mendoza y Jorge Ferraresi en su departamento, la vice les planteó que en 2023 debería haber PASO para todos y en todas las categorías. También se lo dijo a Axel Kicillof y el gobernador se lo transmitió a Alberto en un almuerzo privado. Los escarceos internos ocurren después que un sector del Frente de Todos haya señalado a La Cámpora por bajar listas en algunos distritos bonaerenses. Hay ejemplos que validan esas molestias. Como también lo hubo en 2019 cuando el Presidente le pidió a Wado de Pedro que el kirchnerismo no compitiera en Hurlingham y San Martín. O, más acá en el tiempo, la negativa de Blanca Cantero, intendenta de Presidente Perón y mujer del cegetista Carlos Acuña, a abrir la interna. Tampoco hubo PASO con el Movimiento Evita en La Matanza ni con Juan María Viñales en Lomas de Zamora. Ejemplos sobran. 

El análisis no está tan claro. Para un Frente de Todos que ganó la presidencial, la gobernación de la PBA y las intendencias más importantes sin PASO en 2019, esta herramienta pasó a ser, luego de la derrota, el vellocino de oro. “No creo que hayamos perdido por no haber hecho PASO”, reconoció Héctor Daer el miércoles en C5N. Hay otro problema para algunos intendentes peronistas. En 2017, con el impulso de María Eugenia Vidal, acompañaron la eliminación de la reelección indefinida. Hoy se lamentan porque otros espacios dentro del FdT podrían estar competitivos en algunos de esos distritos. La Cámpora, uno de ellos, se abstuvo en aquella votación que hoy podría beneficiarla. 

La buena noticia para el oficialismo es la toma de confianza por parte del Presidente. En un hecho que pasó desapercibido y después de votar, Alberto dijo que no iba a haber cambios en el gabinete. Horas más tarde, y a diferencia de las PASO cuando decidió cargarse el resultado solo a pesar de los ofrecimientos de los socios de la coalición, el Presidente apareció acompañado de los principales candidatos y dirigentes del Frente. “El Catalán dijo que había que hacer algo más amplio”, le confiaron a #OffTheRecord actores que presenciaron la deliberación. El Catalán es el consultor Antoni Gutiérrez Rubí a quien el Presidente escucha con atención. Y, a su modo, también la vice.

Cristina, que habla cada vez más habitualmente con dirigentes tradicionales del peronismo, volvió a tener cierta frecuencia con Martín Guzmán. Además de la reunión que mantuvieron el viernes previo a las elecciones para conversar sobre el acuerdo con el FMI, dirigentes que tienen diaria con la vice sostienen que Guzmán volvió a ser parte del lenguaje de CFK. Incluso hay algunos que aseguran que el aval que dio Cristina para la negociación con el organismo que preside Krystalina Georgieva no conforma del todo a Máximo. La expectativa en algunos sectores del oficialismo es que haya un memorándum de entendimiento antes de fin de año y el acuerdo pueda materializarse a comienzos de 2022.

Mientras tanto, otro episodio de carácter internacional trajo novedades malvenidas para el gobierno argentino. El primer lugar del pinochetista José Antonio Kast choca contra los cálculos de Fernández cuyo esporádico rigoreo del presidente Sebastián Piñera descansaba en la certeza de que le sucedería un gobierno de izquierda, alineado con el argentino. Kast no es una versión más corrida a la derecha de Piñera, un político que se ubicó, en todo momento, dentro del marco de los consensos democráticos construidos a nivel de política nacional e internacional y gestionó, aunque no sin reveses y contradicciones, un estallido social dentro de los marcos del Estado de Derecho.

El vencedor de la primera vuelta presidencial reivindica a Pinochet, propone militarizar los conflictos sociales y retroceder en todas y cada una de las medidas de avance social y cultural construidas por la sociedad chilena en las últimas décadas. A nivel internacional, propugna una política de hostilidad con los vecinos que incluye la propuesta de hacer una zanja en la frontera norte para detener la inmigración. Con esta agenda, es casi redundante señalar cuál es la postura de Kast sobre la relación con Argentina, donde recupera los discursos recurrentes del nacionalismo afiebrado trasandino, que caracterizaron la etapa pinochetista, aun cuando afortunadamente ya no hay aquí ningún candidato a Luciano Benjamín Menéndez que responda de este lado. 

Es difícil exagerar la importancia para el país de la relación bilateral con Chile, tanto a nivel político -donde nuestras democracias cuentan con el activo de la construcción de una paz duradera y, en general, cooperativa- como económico, ya que el país vecino es importante para las posibilidades inmediatas de exportación de gas natural desde Vaca Muerta y, en general, los términos de intercambio son valiosos para Argentina. Por eso mismo, son especialmente desafortunadas las declaraciones del embajador Rafael Bielsa sobre Kast, no por falsas -ya que, si miramos al personaje, casi quedaron cortas- sino por sus efectos, que ya incluyeron una nota diplomática de protesta y que arriesgan agravar y tensar una cuerda de manera innecesaria cuando es posible que haya que tensarla de forma obligada respondiendo a alguna provocación del candidato. La torpeza táctica es difícil de entender en una figura con el profesionalismo de Bielsa. El gobierno argentino aparece ahora dando inicio a un conflicto con un presidenciable vecino y ese será el marco que justifique cualquier declaración durante las próximas semanas. El cuadro empeora aún más cuando fuentes oficiales aclaran que las declaraciones del embajador argentino en Chile fueron “a título personal”. El curso de acción ante la posible elección de Kast debería ser evaluado cuidadosamente y los conflictos, quizás inevitables, elegidos por la conducción del Poder Ejecutivo. El camino de la relación con el Brasil de Bolsonaro ofrece algunas pistas de una gestión más sana de esta clase de problemas.

La buena noticia para el gobierno es que la victoria parcial de Kast es aún reversible y Gabriel Boric todavía podría convertirse en el próximo presidente de Chile. La pregunta sobre el error de cálculo del gobierno argentino y, en general, de casi todos los analistas políticos hasta hace apenas unos pocos meses sobre el devenir de la política chilena -que veían condenada a girar a la izquierda- permanece. El estallido social y el muy masivo apoyo al “apruebo” en el plebiscito constitucional del año pasado dan cuenta de que anida en la sociedad chilena una fuerte voluntad de cambios que, sin embargo, choca en partes iguales con los límites de la propia realidad y el miedo persistente al caos. La efervescencia social, acompañada cotidianamente de incidentes violentos, coincidió con una inédita oleada migratoria en la frontera norte y un agravamiento del conflicto con sectores de la comunidad mapuche en el sur. La comprensión frente a la revolución de la vida cotidiana de la etapa temprana de la revuelta disminuye frente a su extensión en el tiempo y la falta de un horizonte de soluciones concretas. Si Boric ofrece, en gran medida, ser el líder capaz de encarnar los cambios que la sociedad chilena manifestó que desea, Kast ofrece un regreso a -al menos- septiembre de 2019, tan irrealizable como violento, pero enmarcado en una dimensión de orden que aparece perdido. Cuando el horizonte de mejora no está claro en el futuro, es probable que aparezca en el pasado. La conjunción de la violencia callejera con los conflictos en el norte y el sur y el desorden que signó los primeros meses de la Convención que -se supone- dotará a Chile de la Constitución más progresista de la región, dieron munición al discurso reaccionario de Kast. Un corrimiento de un sector del centro hacia la derecha que copia los movimientos ocurridos en Brasil, con Bolsonaro y en Estados Unidos, con Trump, y que seguramente termine de convencer a Mauricio Macri y Patricia Bullrich de la existencia de disponibilidad para confirmar el rumbo ultraderechista que esbozaron en su espacio tras las primarias, tanto en 2019 como en 2021.

La oposición está, también, en un proceso de metamorfosis. Incluso más profundo. Luego de la muy buena elección a nivel nacional, sectores de la UCR enfrentados a la vieja guardia de Gerardo Morales o Ernesto Sanz tienen en el horizonte dos retos de difícil triunfo, pero que pueden moldear la discusión interna de cara a las presidenciales. La próxima disputa será la de Morales vs Martín Lousteau por la presidencia del partido. Acá se da un fenómeno interesante. Con el formato de hoy, Morales se impondría frente a Lousteau por los convencionales de la Provincia de Buenos Aires que le responden a Facundo Manes. Al neurocientífico y Guga no los une ni el espanto. La fecha de la elección partidaria es el 20 de diciembre. Por razones obvias, probablemente la cambien. 

En el Congreso, el debate se materializa con la demanda de Emiliano Yacobitti de presidir el bloque de la UCR. “¿Por qué Negri tiene que ser presidente del bloque y del interbloque si perdió?”, se preguntan en el radicalismo. El cordobés tiene los votos hoy para mantenerse en ambos cargos. La estrategia de los retadores, entonces, será intentar construir un bloque de Evolución Radical por fuera de la UCR, el PRO y la CC, pero dentro del interbloque de Juntos por el Cambio. Lo mismo hará Emilio Monzó junto a Margarita Stolbizer, Sebastián García de Luca y Domingo Amaya.

Parte de esas diferencias se hicieron evidentes en la causa por el asesinato de Lucas González. El crimen abrió la puerta a un cuestionamiento que cierta cobertura mediática, las cifras relativamente bajas de homicidios dolosos en la Ciudad de Buenos Aires y un clima de opinión sobre la (no) vigencia de derechos y garantías, ocultaron bajo la alfombra. El hecho, en las circunstancias que se produjo, parece consecuencia inmediata del descontrol de partes importantes de la Policía de la Ciudad, los casi nulos mecanismos de control y rendición de cuentas. Y, mediata, de la política de justificación preventiva del accionar policial que impuso Patricia Bullrich y que hoy adoptan, incluso, figuras como el ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, Sergio Berni.

La forma en que operaban los policías hoy detenidos es reveladora de un sistema de trabajo que parece disfuncional en su propia definición y que fue confirmado como un modus operandi por las propias autoridades. El uso de policías civiles para hacer “prevención”, que incluye la realización de arrestos en situaciones de sospecha, da lugar a -en el mejor de los casos- confusiones potencialmente trágicas. Los testimonios de los amigos de Lucas sobre unos sujetos que apuntan desde un auto no identificado y la convicción de que estaban a punto de ser robados es una muestra obvia. Para cualquiera que haya circulado en auto, el reflejo de acelerar ante un desconocido que te apunta con un arma es fácilmente entendible. Que eso se convierta en resistencia a un arresto y que el procedimiento sea permisible es una disfuncionalidad política. Las hipótesis sobre las motivaciones del caso, aún no probadas, abren ventanas todavía peores. Una nota de Nahuel Gallotta, publicada ayer en Clarín, da cuenta de un comportamiento extorsivo y sistemático por parte de las brigadas policiales en villas y barrios vulnerables de la Ciudad, con dosis similares de hostigamiento de la población, connivencia con el narcotráfico, participación en negocios de bagatela y armado extorsivo de causas.

Horacio Rodríguez Larreta no es el único gobernante expuesto a los problemas de corrupción y brutalidad policial como Axel Kiciloff no es el único expuesto a los problemas de inseguridad. En la última semana de campaña, tras el asesinato de Roberto Sabo en La Matanza, Diego Santilli acusó al gobierno de estar del lado de los asesinos. Afortunadamente, ninguna figura relevante del Frente de Todos hizo lo mismo con el jefe de Gobierno o con el propio Santilli, responsable histórico de la seguridad en su distrito. Esto ocurre aun cuando la postura de su partido en el caso Chocobar se excedió de la comprensión de las terribles circunstancias del caso y elevó a héroe a un policía que incumplió todos los protocolos al disparar en una zona transitada poniendo varias vidas en riesgo. Nadie debería escupir para arriba ante problemas que son endémicos y que requieren aportar soluciones institucionales y políticas. La Policía de la Ciudad, una fuerza nueva con algunos elementos de diseño destacables, perdió la chance de incorporar otros que podrían haber contribuido a evitar las discrecionalidades más peligrosas en la actuación policial y -también- protegido mejor a los propios policías, ellos mismos trabajadores vulnerables, expuestos a diario a enfrentar, a veces con medios muy precarios, situaciones de violencia que ponen en riesgo sus propias vidas. La Policía de Seguridad Aeroportuaria, otra fuerza de creación relativamente reciente, mantiene una división tajante entre la enorme mayoría de los policías, uniformados, que hacen prevención, y los que utilizan ropa de civiles, dedicados a investigaciones complejas en tareas de inteligencia. También preserva a los policías de la obligación de actuar armados en las peores condiciones, fuera de su horario de trabajo y sin posibilidad de refuerzos que en otras fuerzas deriva del “estado policial”. Los policías aeroportuarios dejan sus armas en sus lugares de trabajo antes de volver a sus casas. Algunas de estas modalidades podrían aparecer en una agenda de reformas que, como tantas otras, deberían formar parte de los consensos necesarios para un futuro más venturoso.

Bonus track

  • El domingo pasó casi inadvertida, opacada por la presidencial chilena, la elección local venezolana. Después de muchos años, contaron con participación opositora y observación de la Unión Europea. El chavismo obtuvo 20 de 23 gobernaciones y la oposición más de 100 alcaldías. La elección es un paso para retomar el diálogo con facilitadores internacionales. ¿Una luz de esperanza para ordenar el conflicto que  obstaculiza cualquier posición común entre los gobiernos de América Latina?


Iván Schargrodsky | Cenital

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