En el Gobierno aseguran que Alberto Fernández no firmará el tratado con las condiciones actuales. Argumentan que la UE no atendió ninguno de los reclamos argentinos para balancear las exigencias ambientales y que podría perjudicar a la industria y las exportaciones locales.
La Unión Europea presiona para que los integrantes del Mercosur ratifiquen el tratado de libre comercio firmado en 2019. Quieren que se anuncie durante la cumbre de mandatarios que se celebrará entre este miércoles y jueves en Brasil. A pocos días del traspaso de mando, la futura ministra de Relaciones Exteriores, Diana Mondino, le pidió a Alberto Fernández que firme el acuerdo, pero en la Cancillería aseguran que no están dadas las condiciones para avalar el pacto, por los puntos que reclama Argentina, los riesgos para la industria nacional y las exportaciones.
Tanto el Alto representante para Asuntos Exteriores de la Unión Europea, Josep Borrell, como la Presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, tenían todo listo para desembarcar esta semana en Río de Janeiro. En el bloque europeo estaban convencidos de que en el marco de la Cumbre del Mercado Común del Sur, se podría poner fin a más de dos décadas de negociaciones. Pero según contaron a Ámbito fuentes oficiales, los dos representantes de la UE, pusieron su viaje en “stand by”.
El entusiasmo apareció entre los europeos luego de una avanzada de Lula que tiene a cargo la presidencia pro témpore del Mercosur. Algo cambió en la posición del mandatario brasileño. A principio de año parecía procrastinar la cuestión, pero en los últimos meses le dio impulso a las negociaciones con el objetivo de cerrarlas antes de que termine 2023. Algo que según dejaron trascender desde el Palacio San Martín, no es posible bajo las condiciones actuales.
“Argentina no está lista para firmar”, le dijo de forma tajante una calificada fuente diplomática a Ámbito. En el Gobierno aseguran que ninguno de los reclamos que hizo el país fue atendido. Y argumentan que esas solicitudes solo buscan equilibrar el impacto que tendrán en las exportaciones locales las exigencias ambientales que la Unión Europea agregó después de firmar el acuerdo en 2019.
En estos meses de idas y vueltas, nunca se abrió el acuerdo original. No se revisaron las normas de origen, que podrían permitir a la UE ingresar sin pagar aranceles productos que fueron mayoritariamente fabricados en países que no pertenecen al bloque. Tampoco se extendieron los plazos de adaptación para sectores considerados “sensibles” ni se mejoraron los cupos de ingreso para productos del Mercosur.
La discusión, entonces, se centró en el side letter de exigencias ambientales de la Unión Europea y una serie de solicitudes para mitigar su impacto en la producción local. Argentina pidió que la UE otorgue financiamiento a pequeñas y medianas empresas para la transición y solicitó agregar un capítulo especial para el desarrollo de la electromovilidad. Al mismo tiempo, reclamó que las certificados de cumplimiento de normas verdes los puedan otorgar universidades locales.
En la cartera que conduce Santiago Cafiero aseguran que Bruselas no concedió ninguno de esos puntos y consideran que, tal como está planteado, el acuerdo será “muy perjudicial para la industria argentina”. Esa visión fue reforzada en estas horas por los sindicatos industriales que emitieron un comunicado en el que aseguran que “a corto y mediano plazo implica prácticamente la destrucción del sector”.
El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, que está al frente del Consejo de la UE, venía presionando al Mercosur y negociando con Lula para que el acuerdo se firme esta semana. Si Argentina no cede, Europa tendrá que esperar, porque en el bloque sudamericano este tipo de tratados solo se pueden ratificar con unanimidad de los miembros.
La asunción de Javier Milei abre nuevas incógnitas para la negociación. El libertario expresó en más de una oportunidad sus deseos de abrir la economía argentina. Pero al mismo tiempo se transformó en uno de los mayores exponentes del negacionismo del cambio climático, agenda que parece prioritaria para la UE y que ya pesó en los años de Jair Bolsonaro al frente de Brasil. ¿Cómo reaccionará Europa ahora?
Ambito