El discurso que Milei pronunció ante la Plaza del Congreso, hegemonizada por sus seguidores -en lugar de, como es usual, hacerlo ante la Asamblea Legislativa- fue el más sombrío del que se tenga memoria entre las inauguraciones presidenciales. No debería sorprender. Entre sus antecedentes políticos más inmediatos, Mauricio Macri lamentó siempre no haber relatado un país en ruinas al momento de hacerse cargo del gobierno en 2015 y Donald Trump se refirió a la “carnicería americana” para referir al estado de la Nación en su discurso inaugural. Ninguno de ellos tenía detrás datos suficientes para avalar semejantes miradas. La de Milei fue una adaptación al argot económico que le queda más cómodo de aquel duro diagnóstico trumpista y del que Macri se quedó con las ganas de realizar. El Presidente tiene a su favor que la percepción general sobre la gravedad de la situación es muchísimo mayor ahora de lo que era en el 2015 argentino o en el 2016 estadounidense. La inflación, el endeudamiento, el poder adquisitivo de los salarios y la pobreza están peor que hace 10 años y parecen empeorar con alguna consistencia, lo que otorga credibilidad a las palabras y cifras que el Presidente repitió como si fueran datos inapelables. No lo eran.
Las proyecciones de inflación hechas a partir del diagnóstico aparecen desancladas de la realidad concreta y apenas remiten al peor escenario imaginable en cada caso. Como señalaba Pablo Gerchunoff, la hipótesis sobre los rezagos de la política monetaria -que atribuirían la inflación de hoy a la época de Martín Guzmán- supondría también imputar la estabilización menemista al mismísimo Raúl Alfonsín. Una inesperada medalla póstuma para otorgar al primer presidente del retorno democrático. La inflación anualizada de noviembre ronda el 300% y, si se hicieran las cosas razonablemente bien, debería ser un mes entre unos pocos con mediciones tan elevadas. Ningún economista da crédito a la hipótesis de que hay plantada una inflación del 15.000% anual, una muestra de creatividad oficial que surge de multiplicar la inflación anualizada por cinco -la cantidad de veces más de dinero circulante hoy en relación a la antesala del Rodrigazo- y luego ese resultado por 10 -el pasivo del Banco Central de 1989 vs. el actual. Por más que sea una creación propia, goza de la verosimilitud que da la gravedad de la situación que sí existe.
La idea de recortar cinco puntos del producto en un sólo movimiento de shock no solamente no tiene antecedentes identificables fácilmente sino que abre interrogantes sobre cuánto de eso sería incluso necesario para frenar las necesidades de financiamiento por emisión monetaria. Si, como dice el gobierno, habrá aumentos en el gasto social, el ajuste debería salir del 1,5% del PIB destinado a obra pública -que incluyen las que ya están en proceso y sus redeterminaciones, al menos en el ideal oficial-, el 2% de subsidios -de los cuales ni el más optimista espera que pueda podarse mucho más de la mitad-, alrededor de un punto más de empresas públicas y otro 0,7%, particularmente relevante, lo explican las partidas destinadas a las provincias. Es un punto de preocupación severa para algunos gobernadores y podría ser una herramienta de ajuste, de negociación o algo de ambas para el nuevo gobierno.
Un estudio de la Consultora Audemus analizó las necesidades de recortes que tendrían las provincias para recuperar una situación de equilibrio fiscal. Allí se destaca PBA que, después de La Rioja, es la más necesitada de recursos nacionales. Si las partidas se redujeran a cero, debería recortar el 10% del gasto primario provincial -el doble que el que propone Milei a nivel nacional. Un desafío para Axel Kicillof -y, sobretodo, los habitantes del territorio bonaerense- que prometió más Estado en su discurso inaugural y que también enfrenta en la Corte la posible pérdida de recursos que el gobierno saliente le otorgó a costa de la Ciudad de Buenos Aires: un resultado casi cantado después del abroquelamiento que generó en el máximo tribunal el juicio político, la intrusión al teléfono de Marcelo D’Alessandro y las filtraciones del viaje a Lago Escondido, todos elementos que en el cuarto piso del Palacio de Tribunales le imputan al kirchnerismo.
La inflación haría parte del ajuste, por los rezagos en erogaciones salariales públicas y jubilatorias, pero el equipo económico piensa que debería haber, también, una desindexación de las partidas del Estado al intentar una estabilización. Un dilema complejo, dada la sensibilidad de los haberes para los millones que dependen directamente de ellos. Tampoco está claro que un ajuste tan profundo se traslade automáticamente al resultado fiscal, ya que la recaudación también sufriría en alguna medida -siempre menos que el monto ajustado, pero siempre también significativa- por la caída del consumo y la inversión pública. Para compensar parcialmente esto, según pudo averiguar #OffTheRecord, el equipo económico evaluaba un aumento del Impuesto País hasta un 30% para todas las importaciones, un ingreso que, entre otras cosas, no se coparticipa. La respuesta al interrogante sobre la profundidad del ajuste tampoco aparece como algo resuelto en el equipo de Milei, donde hay indicios de que, al menos algunos integrantes, apuestan a un recorte mucho más limitado que el sugerido por el tono del discurso inaugural. La profundización retórica y relativa moderación en el impacto sería, desde el estricto cálculo político, una alternativa más razonable que la contraria y es una de las hipótesis que recorre hoy los despachos oficiales. En síntesis, el ajuste tendrá una doble vía: el recorte y la inflación. Esta última, una aliada circunstancial para bajar el gasto, pero sin que se desmadre para no agudizar el descontento social. Una alquimia delicadísima.
El discurso inaugural -más parecido al Milei pre PASO que al pre ballotage- encuentra elementos en la previa del domingo. Uno de ellos fue la reunión que mantuvo el propio Milei y su equipo con Sergio Massa y su primer anillo. Este mitin dejó algunos aspectos interesantes. Algunos, en el mejor de los casos, simbólicos. En las reuniones de transición, Victoria Villarruel había pedido al equipo de Cristina Fernández de Kirchner jurar primero para poder ser ella la que le coronara la investidura del nuevo presidente. No fue Cristina sino Milei quien decidió que eso no ocurriera. “Entre lo que me pida Milei y lo que me pida Villarruel prefiero hacer lo que quiera él”, le dijo CFK a sus colaboradores. Lógico: un presidente tiene más autoridad que su vice. Esto abre un interrogante: ¿Milei eligió a Cristina por una preferencia histórica o por la creciente tensión con su compañera de fórmula? Es una incógnita. Otro aspecto tuvo que ver con un intercambio del Presidente con un colaborador de Massa. Ante la insistencia de Milei sobre que “el ajuste lo va a pagar la política”, su interlocutor le dijo: “Me anticipé, te traje el cálculo hecho”. La cuenta era sencilla: si Milei echa a todos los funcionarios políticos, elimina las unidades retributivas y los autos oficiales con sus choferes más el Congreso con sus respectivos asesores se ahorra el 0.017% del PBI. El Presidente, aparentemente, tomó el dato. Su discurso mutó: el ajuste no lo va a pagar la casta sino el Estado, dijo. Un universo que involucra hoy a 22 millones de personas.
Otra imagen de la transición es la continuidad de Leonardo Madcur, en este caso como representante argentino ante el Fondo Monetario Internacional por sugerencia del Tesoro de los Estados Unidos a la administración entrante. No fue la única foto singular. Es difuso de dónde surgió una idea heterodoxa: que ambos equipos económicos firmen una carta dirigida a Xi Jinping en el que le solicitan la continuidad del swap con la República Popular China. Luis Caputo, Massa y Milei lo hicieron. Alberto Fernández se negó y el proceso no se pudo concretar. Hay una carta, entonces, firmada por Caputo, Massa y Milei dando vueltas que nunca llegará a destino. Un cuento de Osvaldo Soriano.
Ayer, en un encuentro que mantuvo con el vicepresidente del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional de China, Wu Weihua, Milei volvió a insistir con la continuidad del swap. Una adaptación rápida y furiosa de su discurso de campaña. Para armonizar la relación con China, otro aspecto que deberá enfrentar rápidamente Diana Mondino es la representación diplomática allí, que quedó cubierta por primera vez por una funcionaria con rango de Secretaría, el más bajo que haya quedado a cargo de una sede tan relevante. La situación debería, para no producir consecuencias, enmendarse esta misma semana. La teatralización del occidentalismo lleva a anuncios precipitados como que Argentina firmaría de manera inminente el ingreso a la OCDE -un procedimiento que en el mejor de los casos demorará años en cumplirse y que es incompatible con las actuales restricciones macroeconómicas- y el rechazo a los BRICS, una decisión que, si bien no tiene consecuencias directas -no es un bloque comercial-, supone un desaire a una invitación motorizada por China, por el propio Lula da Silva y aceptada por India. Brasil, India y China son tres de los cinco principales destinos exportadores. Mondino lo debe saber.
De manera concomitante, los primeros días dejaron otras definiciones sobre la política exterior que viene. La primera es sobre la relevancia relativa de la Argentina a nivel internacional y las escasas expectativas que despierta en las principales economías del mundo. La reducida lista de ocho jefes de estado y de gobierno que participaron de la asunción no incluye a ningún país del G20 y cuenta algunas ausencias notables a nivel regional, como la del presidente colombiano y, por supuesto, la de Lula. Se repite, tanto en lo escaso de la presencia internacional como en la ausencia brasileña, lo sucedido en la asunción de Alberto Fernández, cuando Jair Bolsonaro aceptó de mala gana enviar a su vicepresidente luego de que el presidente argentino visitara a Lula en el presidio. En un contraste casi perfecto, Bolsonaro estuvo ayer en la Argentina y el presidente Lula, ausente, envió a su canciller, Mauro Vieira. Encauzar la relación con Brasil será un desafío importante que habrá que esperar para poder evaluar.
Las asistencias de los jefes de estado de España y Armenia, de rol ceremonial, aparecen poco relevantes. La novedad, y acaso el mérito de esta ocasión en los propios términos de Milei, fueron las presencias de los líderes de dos países europeos lejanos, como Hungría y Ucrania. Volodímir Zelensky -el más relevante de los huéspedes de Javier Milei- necesita aliados en la región para una guerra que no tiene perspectivas de finalización y en la que los apoyos decididos en el sur global -y en América Latina en particular- aparecen escasos. Sólo Gabriel Boric ensayó un soporte entusiasta a Ucrania, más allá de las posiciones diplomáticas contrarias a la invasión de Argentina y Brasil. Un Milei alineado con los Estados Unidos -que avance en la agenda de sanciones contra Rusia y en un rol regional proactivo de Argentina- sería un cambio relevante para los intereses ucranianos que bien justifica un viaje que sorprendió a todos.
El caso de Viktor Orban, en cambio, se emparenta más con la presencia de Bolsonaro y tiene que ver poco con la importancia de Argentina y mucho con el interés que la figura de Milei generó en los círculos de ultraderecha globales, donde es visto como parte -y una exitosa, gracias a su triunfo- de un conjunto de referencias cuyo máximo exponente es Trump. Orban, como Milei, es un favorito de Tucker Carlson, y fue elogiado por el propio Trump repetidamente. Este sector, curiosamente, es acusado consistentemente de alinearse a Rusia en la guerra con Ucrania y Orban mismo se transformó en el principal obstáculo para las decisiones pro ucranianas dentro de la Unión Europea. Acaso la postal más relevante para la política internacional que se produjo el domingo no haya tenido que ver con la Argentina sino con el diálogo que se produjo entre estos dos líderes habitualmente enfrentados y cualquier eventual acercamiento.
Una señal preocupante en la política exterior del próximo gobierno es la designación de Axel Wahnish -a quien Javier Milei reconoce como “su rabino”- como el próximo embajador ante el Estado de Israel. Wahnish es, para Milei, un referente espiritual. La Argentina es un país laico, que tiene con Israel una relación de Estado, con múltiples afinidades históricas, culturales, de intereses y hasta de dolores compartidos que la moldearon a lo largo de los años. Es legítimo para cada gobierno electo decidir que esa relación tenga grados mayores o menores de alineamiento entre nuestras posiciones, pero es mucho menos defendible hacerlo en función de las miradas sobre la espiritualidad de quien circunstancialmente ejerce ese liderazgo.
Mientras tanto, puertas adentro, el Congreso se prepara para ejercer un protagonismo determinante. En Diputados, Unión por la Patria enfrenta un escenario distinto al del extinto Frente para la Victoria en 2015. La escisión de aquel diciembre/enero mutó en una unidad wait and see. El motivo es una lectura diferente a la que el peronismo que se emancipó en aquel momento -corporizado en las figuras de Diego Bossio y el Movimiento Evita- tenía del proceso que comenzaba. En el comienzo de la administración Cambiemos, una de las lecturas justicialistas era que se encaminaba a un proceso de, mínimo, ocho años en el poder. Hoy, ese razonamiento no tiene lugar. ¿Podría estar igual de equivocado que en 2015? Imposible saberlo. Sí es relevante entender que la unidad parlamentaria peronista se da más por la falta de certidumbre que genera Milei que por tener el mismo plan de vuelo y que eso podría modificarse en caso que el gobierno llegue a la apertura de sesiones con un horizonte de crecimiento y baja de la inflación. El fenómeno se da en espejo a un Juntos por el Cambio a quien el momento le demanda más esfuerzos que al peronismo por la voluntad de cambio de sus electores. El “ley por ley” de Macri podría friccionar la realidad cuando esa negociación se revele interesada en esta primera etapa. El jueves, ante un colaborador del mundo judicial, Macri volvió a insistir: “Este no es nuestro gobierno, en marzo, abril, nos van a venir a buscar”.
En el Senado, hasta ayer, parte del bloque peronista evaluaba cuestionar el pliego de Gerardo Werthein como embajador argentino en Estados Unidos por no tener residencia fiscal en Argentina. Alertado de esto, Werthein hizo el cambio en los últimos días y volvió a tributar en suelo argentino. Un aspecto más espinoso es la presidencia provisional que Milei quería para Francisco Paoltroni, pero Villarruel lo puso en duda. “Puede haber modificaciones”, dijo la vice ayer en Casa Rosada. Se especuló con un acuerdo entre Villarruel y José Mayans. En el entorno de ambos lo niegan y sostienen que son dos discusiones en paralelo. La impugnación a Paoltroni aparece intestina desde el bloque de LLA. Mayans, por su parte, se distancia de CFK -¿en un juego de policía bueno-policía malo?- y asegura no solo que le corresponde la presidencia al peronismo por tener el 45% del cuerpo sino que La Libertad Avanza no tiene número ni siquiera para completar una comisión. “Lo de la línea de sucesión es algo que le pareció hacer a Cristina cuando ganó Macri como un gesto de buena voluntad, pero no tiene nada que ver con los usos y costumbres de esta Cámara”, patalea en privado Mayans. En caso de no resolverse políticamente, se someterán todas las autoridades de la Cámara Alta a votación. El formoseño, llegado el caso, piensa contar con Carlos “Camau” Espínola y Edgardo Kueider mientras que Juan Carlos Romero puja, probablemente sin suerte, por marginar a todos los kirchneristas de los próximos nombramientos.
No es el legislativo el único poder que aparece adaptándose a los nuevos tiempos. En Comodoro Py la situación es de inquietud. Algunos sostienen que esto ocurre por los trascendidos de las reuniones que mantuvo con abogados y magistrados del fuero nacional, Mariano Cúneo Libarona, donde manifestó su opinión sobre el fuero federal penal en general y de algunos jueces y fiscales en particular: no era buena, por definirlo de manera elegante. Esa agitación en Py crece cuando los nombres claves que rodean al ministro de Justicia son de la justicia nacional incluido su candidato a Procurador General de la Nación, Marcelo Lucini.
En el pasaje judicial de su discurso, Milei dijo que no llegaba para buscar venganza. Parecía un mensaje a Cristina, pero también a Macri. Igual que cuando se refirió, en términos críticos, a “los últimos 12 años” en materia económica. La igualación con los K irrita al expresidente. Milei tampoco mencionó la palabra “corrupción” y una sola vez “kirchnerismo”. Sin embargo, con un poder judicial completamente autonomizado, es probable que el asedio contra CFK continúe o se intensifique producto de la incertidumbre que genera la nueva administración: si Milei fracasa, la figura de Cristina podría repararse, al menos, para tener relevancia en el armado peronista.
En La Libertad Avanza se entusiasman con la comparación con Carlos Menem. Sin embargo, en ese contraste, Milei aparece con debilidades. El expresidente asumió con mayoría en ambas cámaras, consolidó una justicia a su imagen y semejanza en una época donde había pocos canales de televisión y no existía la inmediatez de las redes sociales y, fundamentalmente, tenía acceso al crédito. El menemismo, además, tenía un plantel de butchers: Eduardo Bauzá, Carlos Corach, Alberto Kohan, Roberto Dromi, Luis Barrionuevo et al. ¿Quién va a ser el sostén de Milei en la primera crisis? Macri, como ya fue dicho, espera ser él. En el peronismo se empezó a debatir qué debería hacer el PJ en una eventual situación de debilidad presidencial, pero un gobernador con un optimismo a prueba de Argentina respondió, ante la consulta de #OffTheRecord, con otra pregunta: “¿Y si la emboca?”.
En 1979, el Reino Unido se sacudía del invierno del descontento y elegía como primera ministra a Margaret Thatcher. La referente del libertario se convertiría en la líder más longeva en el cargo en la historia británica moderna. En el medio, barrió con el Estado de Bienestar, los sindicatos británicos y la homogeneidad social de su país. En sus términos, fue exitosa y refrendada por los votantes. Más acá en el tiempo, el ecuatoriano Abdalá Bucaram -admirador, como Milei, de Domingo Cavallo- intentó un programa inspirado en la convertibilidad que desató una crisis social, política y económica que lo obligaron a salir a apenas un año de iniciado su gobierno. Bucaram huyó del país y estuvo dos décadas prófugo, amenazado por la justicia. Entre uno y otro no hay diferencias de programa que expliquen éxitos ni fracasos. Liderazgo personal, densidad política, capacidad de ejecución y fortuna marcarán el destino de la nueva etapa tanto como las fuerzas sociales cuyo tan diagnosticado empate hegemónico pretende borrarse a fuerza de los votos obtenidos hace apenas tres semanas.
La última recomendación del año que te dejo va a ser Nacidos y criados, el último producto de Cenital que consistió en grabar un focus group con personas menores de 40 años para entender qué piensan sobre la democracia las generaciones que vivieron íntegramente sin sufrir golpes de Estado. Acá, la primera parte de esta conversación sobre la joven democracia argentina que pudimos hacer gracias al apoyo de la Fundación Friedrich Ebert.
Iván Schargrodsky | Cenital