Mañana se cumplen dos semanas desde la asunción de Javier Milei. Y la discusión pública sobre sus medidas ya tiene el tono de “éxito histórico” o “fracaso total”. Lo que sucede es que un gobierno que fragmentó sus mensajes de campaña hasta el infinito y consiguió una adhesión mayoritaria con la premisa de resolver todo “ya” para evitar un estallido hiperinflacionario se está volviendo víctima de su propia dinámica. El uso de un súper DNU reforzó el clima de “urgencia”, y a partir de allí, dejó habilitado el imperio de la ansiedad. Por eso los debates que se han visto en estos días indagan sobre cuáles son las posibilidades reales de lograr resultados de corto plazo, y hasta dónde el jefe de Estado podrá generar gobernabilidad con esta estrategia.
Sin embargo, ese no es el escenario hacia el que vamos. Lo que hay por delante es una discusión de herramientas legales que no van a cambiar a la Argentina en el corto plazo, aunque sí pueden determinar su rumbo. A los ansiosos les vendrá bien reforzar la paciencia. Y a los que quieren hacer apuestas a futuro, les convendría hacer foco en las decisiones que tomen quienes se sienten en las mesas de negociación. Sergio Massa se hizo fuerte con ese estilo, celebrando los “sí” y defendiendo los “no”. En el presente queda por ver si será el propio Milei u otra figura de su gobierno la que diga qué parte del DNU o de las leyes que van a entrar la semana que viene al Congreso sigue en pie o se sacrifica. El Presidente ya dijo hacia dónde quiere ir. Ahora juzgaremos su habilidad para elegir y descartar rutas.
El Cronista