En su libro sobre Stalingrado, el episodio más importante de la Segunda Guerra Mundial, cuenta Antony Beevor que antes de que Alemania invadiera la Unión Soviética en 1941, Iósif Stalin se negaba siquiera a considerar que aquello fuera posible. La idea misma le parecía inconcebible dado el alto costo que supondría no ya para su país sino para la propia Alemania.
El tono de no retorno adoptado por Javier Milei en la discusión por los fondos detraídos de la masa coparticipable para la cancelación de deudas con el gobierno de Chubut llama la atención por encima de cualquier cuestión de fondo que hubiera que discutir. La postura convierte cada conflicto coyuntural, en los papeles resoluble, en un muy público juego de la gallina. En la cuenta del Presidente, el que negocia, pierde. Así, en sólo dos meses de gobierno, acumuló no sólo las diferencias previsibles con el peronismo sino también con los que, a priori, serían sus dadores naturales de gobernabilidad.
Ignacio Torres pertenece al PRO, el espacio político que votó íntegramente la Ley Ómnibus y del que, hasta hace nada, se especulaba con su integración con La Libertad Avanza. Viene de encabezar el procesamiento de dos sindicalistas portuarios en una causa por extorsión contra empresas pesqueras. Pero Torres, como antes Maximiliano Pullaro, el cordobés Martín Llaryora y el salteño Gustavo Sáenz, encontró rápido los límites de la voluntad de confluencia, al menos, en su favor. Al presidente no se lo contradice. Importa -en este sentido, poco-, su relativa debilidad institucional como medida de su tolerancia al disenso.
Casi como un negativo del Alberto Fernández de comienzos de la pandemia, Milei exprime al máximo sus márgenes de maniobra. El proceso que comenzó con el naufragio de la Ley Ómnibus parece estar abriendo ahora un debate en torno al DNU 70, que parece peligrar en el Senado, un sitio al que muchos legisladores de la UCR y el peronismo no kirchnerista no habrían querido llegar y se sintieron empujados, porque el que arruga, pierde. Una máxima que Torres entendió y de ahí su amenaza, -difícilmente sostenible por un plazo prolongado, dados los costos para la provincia, de amenazar el suministro de combustibles.
Torres había evaluado esa posibilidad por primera vez ocho días antes del acto en Comodoro Rivadavia. Fue en el momento en el que se enteró que le iban a descontar los 13 mil millones de pesos. En privado, el gobernador esperaba un puente de diálogo con el Gobierno que, como dijo públicamente, no se materializó. Es ahí cuando toma la decisión de avanzar. “El viernes tomamos Termap”, le dijo a un interlocutor a mediados de la semana pasada. Termap es Terminales Marítimas Patagónicas, una compañía por la que pasa el 33% de la producción de petróleo del país. Cortar Termap significa cortar exportaciones, pero también correr el riesgo de quedarse sin nafta porque los barcos que salen del puerto con crudo vuelven con combustible previo paso por refinería. “Está bluffeando”, decía un PRO cercano a Mauricio Macri. No conocía a Torres que, además, es lo único que no podía ni puede hacer en este momento: retroceder sin motivos. Por eso, cerca del gobernador, ayer se especulaba sobre la posibilidad de que el juez Hugo Sastre le otorgue el amparo pedido por la provincia. Eso le abriría tres escenarios. El primero, profundizar el conflicto con el aval judicial. Difícil. Otro sería proponer abrir una mesa de diálogo sin levantar el paro. El último, levantar el paro y pedir mesa de diálogo. ¿Y si el amparo no sale?
Torres debería tener una certeza: en cualquier escenario, Milei redoblará la apuesta. Incluso en el último, el Presidente podría rechazar la convocatoria al diálogo. Milei ve la mano de Sergio Massa y Horacio Rodríguez Larreta. En su entorno no se animan a descartar a Macri. Cerca del ex Presidente lo niegan: “Mauricio quiso interceder para desescalar el conflicto”. Macri acompañaba tímidamente el reclamo de Torres, pero no la medida de fuerza. Mientras tanto, el secretario general de petroleros de Neuquén, Río Negro y La Pampa, Marcelo Rucci, aclaró que no se plegará a la medida de fuerza. Lo mismo sugirió el gobernador de la provincia, Rolo Figueroa. “Nosotros vamos a apoyar si es algo colectivo; si uno solo se quiere llevar el protagonismo, no”, le dijo un mandatario provincial a #OffTheRecord. Mirada mezquina de los tigres de papel. Para Torres, veremos, parece todo ganancia: crecimiento de imagen con discurso opositor desde el PRO y consolidación con los chubutenses. Por ahora. Esto es largo y cambiante.
Para Torres, entonces, la clave es trascender al PRO y apuntalar su posición institucional. En el espejo de Brasil, tanto los gobiernos estaduales como las provincias -y el Poder Judicial- se fortalecieron en sus potestades en cada contrapunto con el ejecutivo nacional. Perdedores electorales y ganadores institucionales lograron consolidar un poder que trascendió una gestión y hoy Lula da Silva sufre. La posibilidad de creación de una empresa provincial de energía -que Torres anticipó el sábado en Radio con Vos- puede leerse en este sentido. En principio, parece difícil que esta vaya a afectar las concesiones de hidrocarburos ya existentes o las empresas provinciales energéticas y mineras, con estructuras, deudas y acreencias ya consolidadas -como GYP, Petrominera, Fomicruz y Pampetrol.
En cambio, en energías renovables y en el mercado de generación eléctrica, podrían mover rápidamente el avispero. El vencimiento de la concesión de varios aprovechamientos hidroeléctricos nacionales localizados en provincias patagónicas -donde existe una controversia, tras su privatización en los 90, sobre si los recursos deberían regresar a las provincias como dueñas del recurso o a la Nación-, así como los desarrollos eólicos en la región con los mejores vientos terrestres del mundo, permitiría consolidar un mercado eléctrico propio cuya energía sería la de menor costo del país. Como las provincias del sur son energéticamente superavitarias, podrían generar excedentes que podrían vender al resto del país. Esto, impensable en el mercado eléctrico integrado, no es completamente inédito. El estado de Texas, histórico gran productor energético, tiene su propia regulación y producción, separada de la de los Estados Unidos. La pulsión de que cada uno se ajuste por la suya y la quita compulsiva de subsidios hace concebibles este tipo de soluciones, a pesar de los perjuicios potenciales hacia el conjunto o a los que llevan enfrentamientos como este propuesto por la Casa Rosada.
La materialidad explica en el mismo grado la voluntad política el desarrollo y ubicación de los conflictos más salientes. Dos estudios de la consultora Audemus, sobre la vulnerabilidad de los gobiernos provinciales a eventuales quitas de recursos por parte de la Nación arrojaron resultados de interés. El gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, que ayer anunció la imposibilidad de pago y refinanciamiento de una deuda de 26 millones de dólares, fue el primero en recurrir a la Corte Suprema de Justicia y anunciar la creación de una cuasimoneda provincial. No es sólo impulso opositor e iniciativa. De acuerdo al ránking de vulnerabilidad fiscal de Audemus, La Rioja es la provincia más expuesta al cese de las transferencias, sin las cuáles debe ajustar 19% el gasto primario. Un ajuste básicamente inviable.
Además de este ránking de vulnerabilidad fiscal, también elaboró un índice de fragilidad financiera, que mide la exposición al endeudamiento. Allí, el ranking lo encabeza Chubut, que sólo de bonos debía afrontar el 35% del gasto primario. Una cantidad imposible de afrontar sin un refinanciamiento agresivo. Sin eso, la provincia perdería también acceso a los mercados y entraría rápidamente en default. Una situación que Torres habrá figurado en su futuro mientras evaluaba cómo la Nación no respondía a los pedidos de refinanciamiento de instrumentos que habitualmente se renegocian, y que lo llevó al conflicto. Para las provincias no hay un ajuste ordenado posible sin asistencia de la Nación. Su principal fuente de recaudación propia es el impuesto a los Ingresos Brutos, un impuesto tóxico, procíclico y vinculado a la actividad económica, que está sufriendo enormemente la recesión económica causada por el ajuste. El correo electrónico cuya existencia negó el gobernador chubutense debería, si hubiera voluntad nacional de evitar una explosión, abrir paso a una negociación integral de recursos y gastos.
Detrás de La Rioja y Chubut, Buenos Aires ocupa el segundo lugar tanto del ránking de vulnerabilidad fiscal como del de fragilidad financiera. Una situación estructural que se arrastra desde el esquema de coparticipación que trajo la recuperación democrática. Buenos Aires es la provincia que más recursos aporta al esquema de coparticipación y la provincia que menos recursos por habitantes recibe. Un esquema desproporcionado que se compensó en parte con subsidios, obras y fondos nacionales más o menos discrecionales, cuyos antecedente van desde el Fondo del Conurbano creado por el menemismo y licuado en los 2000, hasta el Fondo de Fortalecimiento de la Provincia de Buenos Aires creado por Fernández con fondos otorgados a la Ciudad de Buenos Aires y cuya eliminación anunció el gobierno nacional.
Axel Kicillof eligió una postura algo menos confrontativa que la de Torres. No hubo anuncios de cuasimonedas ni de paralizaciones económicas. Sabe que la transversalidad de sus apoyos es menos enfática y, de cobrar protagonismos, él mismo sería el rival a medida que podría resolverle a Milei el conflicto con otros mandatarios, siempre estrictos para medir la cuenta de subsidios al AMBA pero muchísimo menos para evaluar la masa de recursos coparticipables que reciben y aportan unos y otros. El gobernador bonaerense optó entonces por recurrir directamente a la Corte, con argumentos similares a los que llevaron a la Ciudad de Buenos Aires a un triunfo aún pendiente de ejecución. Mientras aquello era una ley, esto es un simple decreto, por lo que posiblemente el gobernador tenga las de ganar, aunque es difícil pensar en cuáles serán los tiempos para un tribunal cuyo fallo en favor de la Ciudad de Buenos Aires fue citado entre los principales fundamentos del proceso de juicio político que, con el apoyo de la casi totalidad de sus gobernadores, impulsó el peronismo el año pasado. Un movimiento inútil que hoy parece contraproducente.
Milei puede ser intrépido hasta la imprudencia y ofensivo más allá de lo tolerable, pero no es, de ningún modo, un tonto. Sus instintos son siempre hacer lo contrario a lo que dicen los manuales de la política porque su misión, para la que lo votaron al menos en agosto y octubre, es ser distinto, siempre y en todo lugar. No es el primero que intenta encarnaciones de ese tipo. Sus dos actores políticamente más referenciales, Donald Trump y Jair Bolsonaro, lo hicieron antes y exitosamente. Trump se llevó puesto al establishment republicano, que se resistió a tomarlo seriamente en las primarias, la campaña y hasta durante una parte de la presidencia en 2016, sólo para asistir al cambio de titularidad: del partido de Abraham Lincoln al partido de Donald Trump. Quienes allí lo desprecian, salvo una ínfima minoría, aprendieron a matizar o incluso a repetir sus peores posicionamientos, porque son los votantes republicanos los que eligen a Trump y su estilo y agenda. Enfrentarlo, en la derecha estadounidense, equivale al ostracismo.
Lo mismo sucedió con Bolsonaro, que tras una polemiquísima gestión de la pandemia, serias acusaciones de prácticas corruptas y nexos con milicianos asesinos, hegemonizó todo el espació del centro hacia la derecha, sin que esa hegemonía se viera amenazada por cuestionar el sistema electoral, la legitimidad de las elecciones y hasta involucrarse en un plan golpista que contó con el apoyo de varios militares de altísimo grado. En el país donde la centroderecha y el liberalismo estaban representados por Fernando Henrique Cardoso y José Serra, dos férreos opositores a la dictadura militar, hoy no hay ningún opositor a Lula con proyección nacional capaz de mantenerse viable lejos de Bolsonaro. El exgobernador de San Pablo, João Doria, el exministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, y hasta Sergio Moro, todos aquellos que enfrentaron a Bolsonaro desde la centro derecha o la derecha terminaron en la irrelevancia. Difícilmente Milei, optimista de sí mismo, crea que el caso de su relación con el PRO será distinto.
La postura de Bullrich hace pensar que no es la única que intuye que la posición de los votantes duros de ese espacio hoy están más cerca del gobierno que de otros espacios próximos ideológicamente. Tampoco la oposición le sacó las rueditas a la bicicleta de Milei, aunque acá el factor clave es que tanto ellos, como los gobernadores y gran parte del sistema, esperan que Milei haga el ajuste del que ningún otro quiere pagar el costo, un cálculo que se modifica cuando, por distintas maniobras, el gobierno intenta obligarlos a ser parte.
El oficialismo, mientras tanto, habita un lugar que, a diferencia del fracaso de la Ley Ómnibus, parece haber buscado. Con la hipótesis que la recuperación empieza en abril-mayo y se percibirá con rezago, el oficialismo encara los próximos 60 días a todo o nada. Sabe que será el momento más difícil, incluso con un probable repunte de inflación en marzo. Así y todo, por el conflicto con Torres, se congeló la ya fría hipótesis de un acuerdo con el PRO. “No nos vamos a sentar si hay un gobernador extorsionando en cadena nacional”, le dice a #OffTheRecord una figura central del firmamento oficial. Con el Congreso enmarañado, el equipo de Milei evalúa cómo avanzar con dos cuestiones que, entiende, son importantes en el corto: el Régimen de Incentivo a Grandes Inversiones (RIGI) y la reforma laboral. En el mediano, la reforma constitucional. El Presidente mantiene, aún, altos niveles de aprobación en relación al tamaño del ajuste, pero empieza a verse una tendencia: los indecisos se trasladaron, desde el comienzo del mandato, todos a negativa. Es en ese marco que dará el discurso de apertura de sesiones. Será a las 21, el ortodoxo Milei debe haberse olvidado que es Shabat. El motivo es diverso. La repentización, hacer lo que no se espera, es un activo en sí mismo. Otro aspecto es la audiencia: Milei, por recomendación de Santiago Caputo, elige el momento del prime time en la televisión. El mismo formato que el State Of The Union (SOTU) estadounidense. El discurso girará en torno a los hits conocidos, centralmente un cuestionamiento a que el sistema político no entiende el momento en el que estamos. Sin embargo, es esperable que Milei sorprenda hacia el final de la exposición que durará, como máximo, 45 minutos. ¿Una convocatoria a subirse a la javoneta de manera heterodoxa? Es una incógnita
Antes de terminar hoy quiero recomendarles la crónica en primera persona que escribió Juan Elman desde la cumbre conservadora de Washington de la que participó Milei la semana pasada. Su intervención, amplificada exitosamente en el multiverso digital que tan bien manejan las Fuerzas del cielo, quedó demasiado académica para la militancia trumpista que se había congregado en el lugar, pero sirvió de igual forma para alimentar la proyección de su figura internacional asociada a los grandes referentes de la derecha contemporánea. Esta nota forma parte de la cobertura internacional que Juan estará haciendo durante todo 2024 para Cenital y que ya contó con un primer envío desde El Salvador narrando la reelección de Bukele.
Iván Schargrodsky | Cenital