El Gobierno busca sumar una pata pejotista, pero se conforma con la atomización de la oferta panperonista. Se da por hecho que habrá una división entre UxP y los federales de Schiaretti, pero se sigue con atención el desarrollo de la creciente tensión en el kirchnerismo.
Con el diagnóstico –y en algunos casos, el deseo– de una polarización total en la que Javier Milei y Cristina Kirchner, aun sin figurar en las boletas, serán los protagonistas de la temporada electoral del año que viene, el Gobierno activó un operativo para seducir peronistas. Es un ritual clásico de todos los oficialismos, que ahora se acelera. Más allá de algunas adhesiones iniciales, como Osvaldo Jaldo y Daniel Scioli, esta fase más política del libertarismo también incluyó un acercamiento a un grupo de diputados radicales.
Milei se cuida de no mostrarse como antiperonista, pero sí como anti K. De hecho, elogió intensamente las presidencias de Carlos Menem. Se dice que Karina Milei, en su visión de un mileísmo capaz de trascender a Javier Milei y perdurar más allá de dos mandatos, considera a Martín Menem como su heredero político. Al riojano lo acecha una urgencia cercana: debe juntar los votos para ser reelegido como presidente de la Cámara de Diputados.
Sebastián Pareja, espada bonaerense de la hermanísima, y Lisandro Catalán, vicejefe de Gabinete de Guillermo Francos, son los operadores más activos en la captura de peronistas. Hay charlas con intendentes y dirigentes. Festival de promesas y mentiras cruzadas. No mucho más. El mileísmo descansa sobre otra certeza: creen, y el escenario hasta acá les da la razón, que en 2025 habrá dos ofertas peronistas en la elección de la provincia de Buenos Aires.
“Eso va a ocurrir sin que el gobierno haga nada”, anticipa un peronista que tomó distancia del mundo K y explora, junto a otros jefes territoriales, un acuerdo que pivotea en torno al cordobés Juan Schiaretti. Es una verdad a medias: en las proyecciones que hace Milei, que se nutre de relatos de Santiago Caputo, si LLA hace un acuerdo electoral con el PRO puede ganar en la provincia de Buenos Aires por más de 20%. Esa numerología depende no solo de una dispersión del voto peronista sino, además, de una dispersión equilibrada entre las distintas ofertas. Lo mismo creía Marcos Peña en el 2017.
El negocio de la dispersión
Hace una semana, Schiaretti almorzó con Florencio Randazzo, Miguel Ángel Pichetto y el intendente de Tigre, Julio Zamora, y luego se reunió con Juan Zabaleta, exjefe comunal de Hurlingham. Su plan es armar un esquema más grande que la fallida experiencia randazzista del 2017 –que sacó 5,5% frente a 38% de Cristina– junto con el sector de Emilio Monzó, que integra el bloque que conduce Pichetto, y el radicalismo que mantengan Facundo Manes y Martín Lousteau. La foto grande, imposible de cuantificar, incluye el post PRO que intenta reconstruir Horacio Rodríguez Larreta.
Todo, hasta acá, dibujos en el aire que se nutren de charlas más o menos reservadas entre intendentes como Zamora y Fernando Gray (Esteban Echeverría), o Zabaleta con el exjefe de Gobierno porteño. Entre los alcaldes aparecen otros: uno que tensó con Axel Kicillof y que coquetea con desmarcarse para animar un armado anti K es Ariel Sujarchuck de Escobar. En La Plata dicen que su pataleo contra el gobernador fue porque aspiró a ser ministro de Seguridad y Kicillof le dijo que no. ¿Alguien fantasea con ser ministro de Seguridad bonaerense? Sujarchuk, imbatible en su territorio, no rompió su vínculo con Sergio Massa.
Caputo (S), quien mantiene contacto tanto con alcaldes del conurbano como con gobernadores y dirigentes de la CGT, entiende que, incluso sin sumar peronistas con poder real, el gobierno puede alimentar la crisis panperonista. Hace una lectura de situación: en charlas con dirigentes peronistas recoge que el clima en los barrios es mucho menos convulsionado que lo que indica la macroeconomía. Milei lo planteó en la reunión con senadores de hace 10 días: “Por el ajuste que hicimos, la calle debería estar muy complicada y no está. Eso es porque frenamos la inflación que es lo que más daño le hace a los sectores bajos”.
Un jefe del conurbano, declarado anti Milei, lo explicó a Cenital de un modo brutal. “El Gobierno aumentó mucho la AUH y la Tarjeta Alimentar. Eso ayuda a zafar a los sectores más bajos. El tarifazo no pega, porque en las villas no pagan tarifas. Y el aumento del transporte impacta menos, porque no todos lo usan”. Aumentó, asegura, la demanda de alimentos y de trabajo en los municipios, pero no hay tensión crítica. Otro intendente peronista comparte el diagnóstico y amplía el análisis: “Milei es, en todo, un Macri mejorado. Subió los planes y, además, los liberó de la contraprestación del plan Potenciar”.
La interna infinita
Con realismo extremo, en LLA apuestan a la fractura interna del peronismo, aunque no descartan que, finalmente, surja alguna figura para intentar captar votos peronistas. ¿Puede Daniel Scioli ser candidato en la provincia? No figura entre las opciones libertarias, que, con el regreso de Carolina Píparo, parecen haber retomado la lista de 2021: José Luis Espert como primer diputado y Píparo en segundo lugar.
El fenómeno anexo es cómo se ordenará, si es que se ordena, la interna de lo que se llama Unión por la Patria (UxP). Los dirigentes que conversan con Schiaretti observaban con cierta expectativa la posibilidad de que, en algún momento, Axel Kicillof se liberara del corset kirchnerista y avanzara en una construcción política que confrontara con La Cámpora. Sin embargo, esta idea parte de un diagnóstico equivocado: romper con La Cámpora, en el contexto actual, significa romper con Cristina Kirchner, y Kicillof no está dispuesto a considerar esa opción.
Cristina dejó de lado el tabú y parece hablar como jefa de La Cámpora. Es muy gráfico recordar una charla que tuvo meses atrás con Kicillof, cuando lo llamó para recriminarle una decisión de Jorge Ferraresi en Lanús: “Me rompió el bloque de concejales”, dijo. El detalle es, en boca de CFK, la primera persona del singular. El segundo es que le pidió a Kicillof que ordenara al intendente de Avellaneda. Ese es el clima en el que se desarrolla la interminable interna entre Máximo Kirchner y el gobernador, en su disputa por el poder en la provincia de Buenos Aires.
Los intendentes que esperan un Kicillof autónomo ven que eso se desdibuja. A su vez, otros como Ferraresi o Mario Secco, que quieren tensar con La Cámpora, pronostican un escenario difícil, porque ya asumen que no existe la diferencia CFK-camporismo. Es decir: pelear con Máximo es pelear con Cristina. Lo repite un dirigente. “Entre el legado y la herencia, Cristina eligió tener una herencia”. La expresidenta estuvo, cuenta un maximista, encima del acto que el diputado hará este viernes en el club Atenas de La Plata, ocasión que arroja varios datos para interpretar: será el único orador, Kicillof no fue invitado, el dirigente se desprende del nombre para ser el apellido –¿el heredero?– y la convocatoria es: “Armar de nuevo”. ¿Armar qué? ¿Otro candidato bonaerense? ¿Otro espacio? ¿Un espacio que no incluya a Kicillof? Un dirigente que aprecia a Máximo dice, bajo la súplica de jamás revelar su nombre, que el diputado “se tiene que sacar de encima el fantasma de Ricardito”, en obvia referencia a Ricardo Alfonsín.
En X, donde más que política se juegan picardías y chicanas, “Cuervo” Larroque pareció mandarle un misil a Máximo apenas circuló la convocatoria. “Mientras tanto, Kicillof inaugura viviendas”, tuiteó. El nivel de interna descarnada, a cielo abierto, endogámica, hace difícil imaginar que haya una solución pacífica. Desde un búnker territorial que defiende a Kicillof hablan, incluso, de la posibilidad de una ruptura y que el armado del peronismo UxP no vaya bajo una sola marca electoral en 2025. Si eso fuese así, la oferta peronista podría dividirse en tres. El dirigente mira, con cierta nostalgia y quizá bastante exageración, la experiencia renovadora de 1985 que encabezó Antonio Cafiero contra Herminio Iglesias.
Antes de que termine el 2024, el mundo peronista que arma artesanalmente para Kicillof necesita tener una señal de que el gobernador jugará para romper la centralidad de La Cámpora. Desde La Plata se permite más ferocidad que en otros tiempos y repiten un argumento: la experiencia del presidente-delegado, el modelo de Alberto Fernández que llegó al poder con los votos de otro, no funcionó y no se puede repetir, dado que el resultado sería el mismo.
Del mismo modo, el gobernador bonaerense no parece compartir el apuro de ciertos miembros de su entorno para resolver esa pulseada en estos meses. ¿Y si no hay rebeldía de Kicillof? Hay un déjà vu con Daniel Scioli en el 2013, cuando peronistas a su lado le decían que tenía que ser autónomo y tener equidistancia con Cristina. Ese año, en las listas, Scioli no pudo poner ni un candidato suplente.
Máximo perdura como jefe del PJ bonaerense. Cristina cree que Milei terminará el mandato pero terminará mal y que no podrá reelegir. La lectura adicional es que, ante ese fracaso inevitable, volverá el peronismo como parte de un fenómeno de política pendular. Dicho así, no parece adherir al nuevo hit de Kicillof respecto a que hay que mejorar para volver. Solo hay que mantenerse.
En el mapa nacional tampoco hay calma. El gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, anunció que hará reserva de lista y color para participar de internas. Es un formalismo (una instancia que establece el reglamento para competir en la elección) pero tiene simbolismo político, porque cada paso que da el mandatario riojano hacia la consolidación de su candidatura puede alejar las chances de un acuerdo. Quintela estuvo reunido con Máximo Kirchner, habla con Cristina y desde su entorno transmiten que la intención es lograr una lista de unidad. Lo que no se dice es si esa unidad depende de que el candidato sea el gobernador.
Cenital