San Pablo y Río de Janeiro suspendieron la mayoría de las actividades para controlar la circulación del virus, mientras el gobierno de Jair Bolsonaro es cada vez más cuestionado por su manejo de la pandemia.
La segunda ola de coronavirus golpea fuerte a Brasil: el país lidera el ránking mundial en tasa de nuevos casos -la semana pasada superó la barrera de los 100.000 diarios-, la ocupación de Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) supera el 90% en 18 estados, y los hospitales privados alertaron que se están quedando sin medicamentos para hacer intubaciones.
La vacunación sigue lenta -sólo se inoculó a casi al 9% de la población, en poco más de dos meses-, pero el gobierno está decidido acelerar la campaña. El país planea comenzar con los ensayos clínicos de sus dos primeras vacunas de desarrollo nacional: la Butanvac (elaborada por el Instituto Butantan, el mayor productor de vacunas de la región) y la Versamune, respaldada por el gobierno federal.
Más allá de su retórica de subestimación del Covid-19, el presidente Jair Bolsonaro ahora tomó nota del escenario caótico provocado por la pandemia y creó un comité de coordinación nacional para enfrentarla, que presidirá él mismo e incluirá a los presidentes del Senado y Diputados, y el Consejo Nacional de Justicia. El objetivo es atender los problemas económicos, fiscales, sociales y sanitarios derivados del Covid-19.
Bolsonaro enfrenta un panorama complicado: el resurgimiento del carismático expresidente Luiz Inácio Lula da Silva a un año de las elecciones; la tragedia sanitaria que también afecta a la economía; y la presión del Congreso, que ya amenazó con frenar las reformas económicas hasta que haya un avance en el control del Covid-19. El presidente de la Cámara Baja, Arthur Lira, dijo la días atrás que es “humanamente imposible” discutir las reformas a largo plazo “cuando no sabemos cómo será el mañana”.
La inflación sigue en aumento -en marzo, el IPCA-15 cerró en 0,93%, mientras que la tasa anual ya trepó a 5,52%, el nivel más alto en cuatro años y por arriba de la meta del Banco Central-, impulsada especialmente por el costo del transporte y de la vivienda. La suba de la inflación empujó al Comité de Política Monetaria (Copom) a una histórica suba de 75 puntos básicos de la tasa de interés, pero los economistas no creen que el 2,75% de la Selic vaya a mantenerse por mucho tiempo. El último sondeo Focus del Banco Central (BCB) señala que la tasa se dispararía a 5,5% este año.
Por otra parte, el índice de confianza industrial de la Fundación Getulio Vargas (FGV) cayó a su nivel más bajo desde agosto (104,2 puntos), debido a los nuevos confinamientos.
Varios de los grandes centros urbanos, las ciudades de San Pablo y Río de Janeiro, entro otros, comenzaron a imponer restricciones para controlar la circulación del virus. San Pablo, el corazón financiero de Brasil, adelantó feriados municipales para armar una ‘semana puente’ hasta los feriados de Semana Santa. La semana pasada, el estado registró una cifra récord de muertes diarias (1193) por coronavirus, y el gobierno decidió extender la Fase Roja hasta el 11 de abril.
Según un estudio realizado por la Universidad de San Pablo sobre 73 muestras positivas para coronavirus tomadas a principios de marzo, el 64% correspondían a la nueva variante P.1 de Manaos y el 6,8% a la británica. El secretario municipal de San Pablo, Edson Aparecido, dijo que la tasa de mortalidad de los pacientes graves infectados con la cepa P.1 es del 35% y que los menores de 50 años son los más afectados.
Pese a las protestas de algunos cariocas contra las restricciones, Rio de Janeiro está en una pausa emergencial hasta el próximo 4 de abril: los bares y restaurantes sólo podrán funcionar vía delivery, las escuelas permanecerán cerradas y se podrán poner controles en las calles y autopistas para regular los ingresos a los municipios.
Sumada a las nuevas restricciones, la reducción de la asistencia fiscal por pandemia también debilita la recuperación económica de Brasil. El año pasado, el gobierno invirtió cerca de 4,5% (u$s 58 mil millones) del PBI en un programa de pagos directos por 600 reales (u$s 106) para 68 millones de brasileños, el monto se redujo a la mitad en septiembre, hasta que finalmente fue discontinuado en diciembre. Los famosos ‘coronavouchers’ tuvieron un impacto tal que, según la FGV, la pobreza cayó a 4,5% en agosto, desde un 11% a comienzos del 2020.
Pero con altos niveles de endeudamiento y déficit fiscal, ahora el gobierno brasileño debe enfrentar la segunda ola con un menor margen de maniobra. El gobierno negoció una nueva ronda de asistencia de emergencia por u$s 250 (u$s 44) por cuatro meses, pero millones quedaron excluidos de los nuevos bonos y ahora sólo cuentan con los 205 reales (u$s 36) del Bolsa Familia.
FVG estima ahora que el 12,8% de la población (unas 27 millones de personas) vive por debajo de la línea de pobreza, de 246 reales (u$s 43,5) al mes, la cifra más alta desde que comenzó la serie hace una década.
La semana pasada, el BCB corrigió a la baja su proyección de crecimiento para este 2021, de 3,8% a 3,6%.
El Cronista