El educador y documentalista Claudio Altamirano advierte sobre el riesgo de que el fascismo societal que encarna el binomio Milei-Villarruel, resulte victorioso en el balotaje del 19 de noviembre.
Este año conmemoramos los cuarenta años de la reapertura de las instituciones democráticas en nuestro país. Paradojalmente, nos enfrentamos a la posibilidad real de que, en las próximas elecciones, se consagre en las urnas un proyecto político, social, económico y cultural que reivindica el terrorismo de Estado y las políticas implementadas por la última dictadura cívico-militar. Surge la pregunta inevitable: ¿cómo fue posible esto? Sin duda, hay múltiples causas concurrentes, pero es necesario analizar una en particular: el fascismo societal.
El fascismo societal es una forma de fascismo que surge de la sociedad misma. Se caracteriza por su actitud excluyente, violenta e intolerante hacia grupos que considera inferiores o diferentes. Estos grupos pueden incluir inmigrantes, minorías étnicas, mujeres, homosexuales, personas LGBTQ+ personas pobres, entre otros. Este tipo de fascismo defiende una identidad nacional, religiosa o cultural única y superior, que se siente amenazada por la pluralidad y la diversidad. Como dijo el escritor y semiólogo italiano Umberto Eco: “El fascismo es una religión. La vigésima del siglo.”
A diferencia del fascismo político, que se basa en un líder único o un partido político, el fascismo societal se manifiesta a través de diversos actores sociales, como movimientos, organizaciones, medios de comunicación y redes sociales. Este fenómeno se alimenta de crisis económicas, sociales y políticas, así como de la desconfianza hacia las instituciones democráticas, para propagar sus ideas y atraer adeptos.
La democracia y los derechos humanos corren grave peligro si se elige a un presidente que defienda estas ideas. Un líder con esta ideología buscaría imponer una visión única y superior de la nación, la religión o la cultura, lo que conllevaría la exclusión, persecución o eliminación de grupos que considere inferiores o distintos. Este líder usaría el poder estatal para oprimir y controlar a la sociedad, silenciando o eliminando a sus opositores políticos, sociales o mediáticos. Además, fomentaría la violencia, el odio y el fanatismo, mientras despreciaría el conocimiento, la cultura y el arte. Todo esto, además de comprometer la soberanía, la seguridad y el desarrollo del país, podría aislarlo del resto del mundo.
El fascismo societal acecha las elecciones presidenciales de nuestro país, que se celebrarán el 19 de noviembre. Uno de los candidatos, Javier Milei, jefe del partido ultraderechista La Libertad Avanza, encarna estas preocupaciones. Milei se autoproclama un ‘liberal libertario’ y propone eliminar el Estado, privatizar todo, abolir los impuestos, liberar el mercado y rechazar cualquier tipo de regulación o intervención pública. Asimismo, se opone al aborto, al matrimonio igualitario, a la educación sexual, a la ley de identidad de género y a los derechos de las minorías. Ha sido criticado por sus discursos violentos, agresivos y ofensivos hacia sus rivales políticos, periodistas, mujeres, feministas, sindicalistas, trabajadores, pobres, inmigrantes y otros grupos sociales. También se lo acusa de promover el odio, la discriminación y la violencia, y de atacar la democracia y los derechos humanos.
Elegir a un presidente que encarna esta ideología sería catastrófico. Socavaría las libertades y garantías constitucionales, violaría los derechos civiles y políticos, restringiría la participación y representación ciudadana, debilitaría las instituciones y los contrapesos democráticos, y minaría el Estado de derecho y la separación de poderes. Fomentaría la corrupción y la impunidad, reduciría la transparencia y la rendición de cuentas, empeoraría la calidad de vida y el bienestar social, y aumentaría la pobreza y la desigualdad social. Además, provocaría tensiones a nivel regional e internacional, desperdiciaría oportunidades y alianzas para el desarrollo sostenible, agravaría los problemas ambientales y humanitarios, y pondría en peligro la paz y la seguridad global.
La ciudadanía tiene un papel fundamental en la protección de la democracia, los derechos humanos y la diversidad. Es vital ejercer el derecho al voto de manera consciente y responsable, seleccionando a aquellos candidatos que defienden los valores de justicia, libertad y unidad nacional. Nos encontramos en un punto de inflexión: la elección entre un candidato de extrema derecha que personifica el fascismo societal, el cual erosiona los derechos sociales y económicos de los ciudadanos, o un candidato que se esfuerza por equilibrar la libertad individual con la justicia social mediante políticas de bienestar e intervención estatal en la economía. Esta elección determinará la dirección del país en los años venideros y reflejará los valores y aspiraciones de nuestra nación. En palabras de Bertolt Brecht, “En la lucha contra el fascismo, no se puede ser neutral. Quien no está contra él, está a su favor”. Que estas palabras nos inspiren a tomar decisiones informadas y conscientes en las próximas elecciones, protegiendo así los principios de democracia, derechos humanos y justicia social que tanto valoramos.
Claudio Altamirano (para La Tecl@ Eñe)