El enfrentamiento, un capítulo incómodo para el Gobierno. Cumbre social en el Copacabana Palace entre Federico Sturzenegger y Rodrigo Valdés.
Karina Milei y Victoria Villarruel encabezaron la primera interna relevante del Gobierno a cielo abierto. Luego del tuit de la vice –que aún mantiene como fijado en la red social X–, la hermanísima pidió una audiencia con el embajador francés en Argentina, Romain Nadal, para disculparse por la “sobreactuación” de la compañera de fórmula de su hermano, binomio que Karina resistió hasta último momento. El encuentro tuvo varias anomalías. El primero, según el entorno de la vice, que no había existido una manifestación de desacuerdo por parte de Francia. El segundo, que en caso de un “quilombo diplomático” –como semantizó el presidente Javier Milei–, la encargada de desactivarlo debía ser la canciller, no la secretaria general de la Presidencia. El Gobierno busca cuadrar a la vice a través de filtraciones de prensa u operaciones. Villarruel militó, casi en soledad, la libertad de los condenados por delitos de lesa humanidad cuando hacerlo era garantía de marginalidad. Difícil pensar que la atemorice un enfrentamiento con una mujer como Karina. Está por verse cuál de las dos comete el error de cálculo.
Todavía en el Congreso, en este caso en la Cámara Baja, tras una invitación realizada por WhatsApp a todo el bloque, seis diputados –encabezados por el ruralista entrerriano Beltrán Benedit– hicieron una visita a Alfredo Astiz y otros diez condenados por delitos de lesa humanidad. Los otros cinco fueron Guillermo Montenegro, bonaerense que llegó de la mano de Victoria Villarruel; Rocío Bonacci, de Santa Fe; las porteñas Alida Ferreyra y María Fernanda Araujo y la mendocina Lourdes Arrieta.
Para tomar dimensión del significado de la visita, conviene recordar –gracias a la periodista Luciana Bertoia– al menos parte del prontuario de Astiz, condenado a prisión perpetua en dos de las causas que abarcan su actuación en la ESMA y acusado también en la megacausa que tramita en el Juzgado del candidato del Gobierno para la Corte Ariel Lijo. Las víctimas más conocidas de Astiz son un testimonio de su carácter moral. Azucena Villaflor, Ester Ballestrino y Mary Ponce, del grupo fundador de Madres de Plaza de Mayo, las dos monjas francesas, Alice Domon y Léonie Duquet. Astiz se infiltró en el grupo que las Madres y las religiosas integraban junto a otros activistas por los Derechos Humanos que se reunían en la Iglesia de la Santa Cruz. En diciembre de 1977, doce personas entre las que se encontraban las nombradas fueron detenidas por el grupo de tareas.
Los testimonios judiciales cuentan que, encapuchadas y maltratadas por la tortura, tanto Domon como Villaflor preguntaban por sus compañeros, particularmente por el “muchachito” que se había acercado al grupo y que no era otro que el propio Astiz. Las mujeres fueron arrojadas al mar argentino. Algunos de los cuerpos fueron recuperados en las costas cerca de Santa Teresita y hoy descansan en la Iglesia de la Santa Cruz. También es recordado el caso de Dagmar Hagelin, de 17 años, a quien confundieron con una dirigente montonera. Astiz le disparó por la espalda y luego la secuestraron y asesinaron para tapar el error, en un hecho que casi llevó a la ruptura de relaciones entre Argentina y Suecia y que motivó gestiones infructuosas del presidente estadounidense y del papa Juan Pablo II.
Conocida la visita, apenas Bonacci tomó distancia, alegó un poco verosímil desconocimiento de la movida y dijo que no participó de la reunión. El resto acompañaron un reclamo de aligeramiento de las condiciones de detención como la prisión domiciliaria de los mayores de 70 años, que incluyen al asesino de monjas, madres y adolescentes, en el Gobierno que postula que el que las hace las paga. Consultado por #OffTheRecord, el entorno de Martín Menem se despegó de la visita y sostuvo que el titular de la Cámara no estaba al tanto. También se distanció Oscar Zago, exjefe de bloque de La Libertad Avanza, que reclamó explicaciones mientras anticipaba –el domingo por la mañana en el programa radial El fin de la metáfora– que se encamina a un interbloque con el PRO.
El último episodio con el partido presidido por Mauricio Macri fueron las declaraciones de Julio Garro que estuvieron a punto de provocarle una enorme crisis política al Gobierno: el encargado de alertarlo fue Sergio Agüero. El Kun, prendido en el negocio de las SAD y de diálogo permanente con Macri, habló con Milei y le transmitió el enojo de Lionel Messi por las declaraciones del ahora exsubsecretario de Deportes. La guadaña, habilitada por Macri, desactivó el comunicado que pretendía difundir el 10 en defensa de la selección. Milei insiste en privado que “hay que arreglar con el PRO”. Se resiste Karina y hace equilibrio Santiago Caputo. ¿Regalaría, Milei, el primer senador por la Ciudad de Buenos Aires o insistirá con Manuel Adorni? Es una incógnita.
Mientras tanto, las alertas sobre las reservas, que significaron las nuevas medidas cambiarias anunciadas la última semana –con intervención directa del Estado en los dólares financieros–, no menguaron en los días transcurridos desde el anuncio. Sin la salida del cepo en el horizonte, lo que se avizora en lo inmediato es un intento de seguir controlando la inflación mediante la intervención sobre el tipo de cambio tras los sustos de comienzos de julio. Las proyecciones del Banco Central, que confirman algunos relevamientos privados, aparentarían darle la razón al Gobierno, incluso a pesar de algunos aumentos en alimentos impulsados por las heladas. El problema es que el precio de este alivio pareciera estar disipando la credibilidad construida durante los primeros meses a costa de recesión y ajuste fiscal.
Una nota publicada ayer en el Financial Times muestra las dudas de los inversores respecto del esquema monetario y recoge una serie de testimonios que impulsan el fin de las restricciones cambiarias. Mark Sobel, ex representante del tesoro estadounidense ante el FMI, la compartió junto a un tuit que decía: “Tiempo de flotar”. Hay razones para creer que la línea de Sobel refleja las preferencias de su Gobierno, principal accionista del Fondo. La decisión de apartar recursos en el exterior para afrontar los vencimientos de enero habla de la precaria situación de pagos. Conseguir liquidez contra el oro del Banco Central es una operación sencilla; repagar los dólares para mantener las posiciones, mucho menos. La máxima del presidente de que la deuda no se paga con reservas sino con superávit parece caer en la confusión entre pesos y dólares.
En su última nota publicada en Cenital, el economista Gonzalo Guilardes estima un saldo negativo financiero y de cuenta corriente equivalente a alrededor de 4.700 millones de dólares para diciembre, lo que llevaría las reservas netas negativas a niveles comparables, aunque menores, a los heredados de la gestión de la sequía de Sergio Massa. En este contexto, sin fondos nuevos, se vuelve muy difícil pensar en que las medidas sobre la brecha sean la antesala de una salida del cepo, sin la cual no habría razones para considerar la llegada de nuevas inversiones ni posibilidades de generar confianza hacia el futuro, por lo que el pago de la deuda sería apenas un beneficio para quienes se encuentran expuestos a la Argentina.
El intríngulis sólo podría resolverse con un nuevo desembolso de parte del FMI -altísimamente probable en caso de un triunfo del candidato favorito, Donald Trump- pero, si este fuera a ser considerado, difícilmente vaya a serlo bajo el actual esquema cambiario. Una suba del dólar impactaría seriamente en la inflación y podría borrar el que fue, hasta ahora, el principal logro del Gobierno y el que lo sostiene -otra vez: hasta ahora- con una aprobación similar a la obtenida en el ballotage. Problemas de una economía bimonetaria y endeudada, diría Cristina Fernández de Kirchner.
Es en este marco que deben leerse las acusaciones de Milei contra el director del Fondo para el Hemisferio Occidental, Rodrigo Valdés. Valdés, exministro de Hacienda chileno durante el gobierno de Michelle Bachelet, fue acusado en su momento por Massa de impulsar una devaluación del 100%, que el tigrense “resistió” a sólo el 20% tras las PASO. Entre el Gobierno anterior y el actual rima incluso la melodía de la disputa, el costo de sostener las restricciones frente al impacto de una devaluación.
Los ataques a Valdés están cerca de generar un nuevo roce diplomático, ahora con el gobierno de Chile. En su newsletter El Semanal de El Mostrador, Iván Weissman reveló que “en círculos económicos de la Concertación/Nueva Mayoría hay una creciente molestia y afirman que es hora de que el Gobierno de Gabriel Boric –a través del ministro de Hacienda, Mario Marcel– salga a defender a Valdés, y hay un lobby informal para que suceda”.
Mario Marcel, actual ministro de Hacienda chileno, es un peso pesado. Convivió con Valdés cuando éste tenía su actual cargo y Marcel era presidente del Banco Central. Ex OCDE y Universidad de Cambridge, no integra la cohorte del Instituto Tecnológico de Massachussets que sí habitan –además del propio Valdés– el chileno José de Gregorio, exministro de Ricardo Lagos y también extitular del Banco Central; el brasileño y titular del BID, Ilan Goldfajn, presidente del Banco Central de Brasil con Michel Temer; y el coloso Federico Sturzenegger. Lejos de cualquier heterodoxia, los nombrados fueron, todos ellos, alumnos del alemán Rudi Dornbusch, quien acuñó el término «populismo macroeconómico» para referir las economías inflacionarias latinoamericanas de los ‘70 y ‘80.
Fueron ellos los que, cinco días después del primer exocet de Milei contra Valdés y 20 días antes del segundo, compartieron espacio en el casamiento de la hija de Goldfajn en el Copacabana Palace, donde se celebró la unión entre Maya Goldfajn y Rafael Hamoui. Allí, Sturzenegger, Valdés y de Gregorio compartieron mesa durante toda la noche. ¿Habrán hablado de Milei? ¿Se habrá propuesto interceder Sturzenegger? Si lo hizo, a juzgar por las declaraciones posteriores del presidente, fue una gestión infructuosa.