La degradación como sociedad que traducen los robos a comercios ya no sorprende a los argentinos. De hecho, surgen como una consecuencia casi lógica y natural de contextos de saltos inflacionarios como el provocado por la inflación.
Pero no es así. Vecinos que le quitan sus bienes a los comercios que los ayudan durante todo el año, demuestran que las leyes básicas de convivencia también deben ser restauradas. El accionar de las fuerzas de seguridad y de la Justicia, en este caso, debe ser tan firme como cuando el delito azota a una comunidad de la mano de bandas organizadas o del narcomenudeo.
La Argentina no tiene salvación individual. Cuando alguien se cubre con un aumento de precio excesivo, lo que hace es descubrir (dejar al descubierto) a su cliente. No hay que caminar mucho para darse cuenta de que las brechas de precios entre comercios se vuelven excesivas, en productos básicos como los alimentos.
La devaluación tiene costos, pero deben ser compartidos. El acuerdo de precios que puso en marcha el Gobierno, con pautas de incremento de 5% mensual, no fue voluntario. Las recetas fáciles no existen. Las soluciones mágicas e individuales tampoco. Si no hay más remedio que seguir unas semanas más en la montaña rusa, al menos hay que tratar de que lleguen todos al final del juego.
El Cronista