MILEI, EL YIN YANG QUE TENSIONA AL PERONISMO Y ROMPIÓ AL PRO

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Las turbulencias económicas desencadenan realineamientos políticos: UxP se reconfigura mientras Macri impone una sanción explícita contra Bullrich, quien, además de dirigente del PRO, es ministra. La política argentina entra en una nueva polarización en torno al libertario. ¿Existe espacio y tiempo para un frente anti-Milei?

“Se agota lo de kirchnerismo-antikirchnerismo, la nueva polarización va a ser Milei-antiMilei”. La figura la inauguró Juan Manuel Olmos semanas atrás en la sobremesa de una cena panperonista en un rooftop del Bajo porteño. Olmos invocó un fenómeno que marca los pasos de parte del ecosistema PJ: reconstruir el orden interno para luego buscar acuerdos más allá del movimiento que fundó Juan Domingo Perón.

En la misma sintonía que Olmos, Matías Lammens, exministro del Frente de Todos (FdT), hizo una referencia más específica: habló de un frente antiMilei. El planteo aparece en medio de los temblores domésticos del panperonismo y de una fractura expuesta del PRO. 

El partido de Mauricio Macri es, también, víctima de esa polarización: para el macrismo no hay lugar fuera del hemisferio Milei por lo que la disputa entre el calabrés y Patricia Bullrich es una pelea accionaria: quién negocia, desde el PRO, una cuota parte de poder con La Libertad Avanza (LLA).

En el peronismo, la tirria doméstica que se sintetizada entre lo K y lo no K, ahora se ramifica en un decálogo puede ser largo y tedioso: camporismo, peronismo del interior y, por citar algunos, cristinismo no camparista. La tesis Olmos trafica una pregunta: si se diluye la grieta kirchnerismo-antikirchnerismo, ¿implica que el kirchnerismo deja de ser un actor relevante?

Respuesta abierta

Hombre de varias identidades, el exvicejefe de Gabinete de Alberto Fernández, que además fue uno de los arquitectos de la candidatura presidencial de Sergio Massa y tiene un vínculo fluido con Cristina Kirchner, no será quien repita el pronóstico muchas veces invocado del fin del kirchnerismo. Olmos es un peronista multipolar, que plantea que el nuevo yin yang de la política argentina se define a partir de estar con Milei o en su contra.

En unos días, luego de recoger observaciones de los economistas de los distintos espacios del peronismo que reunió el jueves pasado, Guillermo Moreno planea pedir una audiencia con autoridades del FMI. Aquella cumbre, de la que participaron enviados de varias tribus de UXP, formó parte de una saga más amplia. Hubo gestos de ablande entre Axel Kicillof y Máximo Kirchner. Vía streaming, Cristina propuso, una vez más, hablar con no peronistas. Y Juan Grabois y Martín Guzmán se mostraron juntos. Átomos activos, todos.

Uno de los que todavía no rompió el silencio público, Sergio Massa, repite a todo el que lo visita en sus oficinas de avenida del Libertador un mandamiento: “Lo único que tiene que hacer el peronismo es no partirse. Lo único”. Massa cuenta con un tracking de Inteligencia Analítica que muestra, casi sin variables en estos meses, que la intención de voto del peronismo se mantiene +/- en los 37 puntos.

Centro de gravedad

Kicillof fue, quizá, el primero en moverse en función del nuevo centro de gravedad de la política criolla: Milei. Sus encuentros con los gobernadores Maximiliano Pullaro de Santa Fe y “Nacho” Torres de Chubut -el primero radical y el segundo del PRO-, podrían leerse algún día como el kilómetro cero de un hipotético frente amplio que interactúa más allá del líder libertario. En ningún plan aparece la hipótesis electoral porque existen, aquí y ahora, distancias enormes, pero el mandatario las acorta: por ser expulsivo –de aquellos sectores y actores que se quieran acercar– y porque la ferocidad de sus políticas puede ser el motor para construir acuerdos hoy, a simple vista, impensados.

Esta semana, en una charla que Mercedes Marcó del Pont organizó en la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE), Ignacio Ramírez, sociólogo y consultor, dio una lectura similar a la de Olmos y Lammens: habló de un “desplazamiento del centro de gravedad” de la política en la que Cristina, en torno a quien orbitó la discusión pública durante los últimos quince años, “ya no organiza las pasiones políticas”. “El escenario es a favor o en contra de Milei. Eso abre oportunidades de reinvención” para el universo opositor, con epicentro en el peronismo.

Macri, a diferencia de Milei, “administró” su relación con el kirchnerismo. Hay un detalle que a veces se olvida: aunque el tiempo en el poder es asimétrico, el kirchnerismo y el macrismo emergieron post 2001 y emergieron a la vida institucional el mismo año, con unos pocos meses de diferencia: el primero en abril/mayo, el segundo en septiembre del 2003. Macri administró, dijo Ramírez, la polarización K anti K y se nutrió de ella. Sin esa grieta, el calabrés parece quedarse sin brújula: admite, por caso, que sus votantes migraron masivamente a Milei. 

Como Cristina, Macri tiene la bala de plata: ser candidato en 2025. La avanzada contra Bullrich supone, en la práctica, castigar a una dirigente del PRO que es, antes que nada, ministra de Milei. No es necesario ningún subtítulo para interpretarlo como una respuesta a la idea de fusión LLA-PRO que el presidente expuso el último fin de semana. La reacción de Bullrich escala una crisis que afecta a la Casa Rosada.

Del balotaje al 2025

El peronismo sigue en una batalla interna múltiple y caótica. El ejercicio de explicar el fracaso del FdT y de emitir sentencias sobre las razones y los culpables del pasado reciente son un ejercicio que, de a poco, parece perder sentido. El escenario Milei-anti Milei modera, por momentos, esa disputa. El ejercicio diario del poder, también: un ensayo será la discusión en Diputados por los espacios para la Auditoría General de la Nación (AGN), que preside Olmos.

El peronismo debe acordar un nombre entre todos los clanes. Juan Ignacio Forlón, un kirchnerista que lleva dos mandatos, parece haber perdido peso. En cambio, ganaron espacio “Caio” Lugones Aignasse, con aval del santiagueño Gerardo Zamora, y Guillermo Michel, entrerriano y cercano a Massa. Esto sucede luego de que otros, como Jorge “Coqui” Capitanich y Jorge Yoma, pujaran para que el sillón fuera para un peronista del interior. La novedad más interesante es accesoria: sin margen para quedarse con una oficina de la AGN, Santiago Viola, apoderado de LLA, busca la bendición de Karina Milei para tomar control de algunas funciones en la órbita de la Aduana. Este avance es resistido por Santiago Caputo.

Todavía forma parte de la ciencia ficción, pero en el menú de UxP se habla de iniciar conversaciones para confluir con sectores de la UCR e, incluso, del PRO. Lo más obvio tiene que ver con Martín Lousteau y Horacio Rodríguez Larreta. Formaron parte, con más o menos visibilidad, del ecosistema que respaldó a Massa contra Milei. La idea de un frente antiMilei remite a aquella experiencia. En CABA, el vínculo histórico de Olmos con la UCR y el PRO se invoca en estos días como parte de un ensayo de frente electoral para el 2025. “Ciencia ficción, literatura fantástica”, dicen en el PJ.

“Depende de la aptitud y de la actitud: si podemos, si estamos aptos para un acuerdo grande, y si tenemos la actitud para hacerlo posible”, dice Olmos cuando lo acosan con preguntas. Es que, al final, la ecuación K o anti K, que está dejando de ser el centro de gravedad, todavía condiciona –en algún caso directamente obtura- la posibilidad de que sectores no peronistas, e incluso algunos del panperonismo, acepten formar parte de una conversación de la que participa el cristinismo, que sigue siendo el principal vector de poder de UxP.

Ramírez, en la FIDE, repasó que no hay ninguna excepcionalidad en la Argentina de Milei, porque lo mismo ocurre, por caso, en Brasil, donde Lula Da Silva, para vencer a Jair Bolsonaro, tuvo que ampliar hasta que duela su frente electoral. De fondo, todo puede ordenarse sobre una idea: la defensa de la democracia. En el ballotage, el riesgo democrático no fue determinante.

Cenital

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