Cómo pasó de ser un candidato improbable al más votado en las elecciones generales. Del Ministerio más caliente a la boleta más elegida. Un recorrido con (mucha) audacia y fortuna.
Hace apenas un par de meses, quedamos shockeados por el muy mal resultado que obtuvo el peronismo/ex Frente de Todos/Unión por la Patria. En este mismo newsletter, dimos cuenta de la “larga agonía del peronismo argentino”, de la rebelión electoral de los habitantes de las provincias de la periferia que eran su bastión, y del riesgo a futuro que representaba para el movimiento-partido perforar el piso del 30% de los votos. En ese momento no sólo parecía más que probable la derrota del peronismo, sino, peor aún, asomaba la posible, o casi segura, victoria de Javier Milei a la presidencia. Para mí ya resultaba evidente que lo primero que necesitaba ese peronismo menguante era conducción: necesitaba, sobre todo, un liderazgo claro, que sea capaz de decir “esto sí” y “esto no”.
Sin embargo, ya pasado un poco el shock, en septiembre decíamos que “todo puede pasar”. No era claro que fuera a ganar Milei, cuyas debilidades ya se notaban. Y señalábamos entonces que Massa parecía tener una confianza –“casi maníaca” — en sí mismo.
Por supuesto, no se sorprenderá el lector de saber que este hermoso, prepotente, imparable país nos deparaba otra sorpresa con la elección de primera ronda. No sólo Milei no logró ser electo en la primera vuelta electoral, sino que ¡fue derrotado! ¡Por ningún otro que por Sergio Massa! ¡Por casi siete puntos! El que había quedado tercero en las PASO pasó al frente; la segunda se derrumbó y perdió casi medio millón de votos, y el primero quedó segundo ya que sumó muy pocos votos.
No sé cómo saldrá el ballotage, y de ninguna manera me arriesgaré a hacer pronósticos luego de estos dos meses enloquecidos. (Mucho me temo que una generación de argentinos entera quedará con problemas de coronarias luego de vivir estos dos años). Hemos leído en este mismo espacio notas repletas de datos analizando factores estructurales que podrían explicar el resultado: 1) el miedo que las declaraciones sobre venta de bebés y de órganos causaron en las mujeres argentinas, que pasaron a detestarlo. (Según un estudio de Proyección Consultores, el 51% de las mujeres votaría a Massa en un ballotage). 2) La gran campaña de Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires. 3) El impacto de las medidas de alivio al bolsillo popular y de la eliminación del impuesto a las ganancias. 4) Las dudas que comenzaron a aparecer sobre el proyecto de dolarización. Todos estos factores son válidos.
Sin embargo, en esta entrega, me limitaré a señalar un elemento poco mencionado pero crucial en la levantada de UxP: Massa tenía un plan. Sólo eso, un plan. Bueno, y también esa confianza casi maníaca de la que hablábamos antes. Ese plan parecía casi imposible de llevarse a cabo, casi nadie más creía en él, requería dosis temerarias de fortuna … y,sin embargo, se viene cumpliendo.
La primera fase del plan, sin duda, era intentar ganar. Esto parece una burrada, una perogrullada, una simpleza, cuando se dice así, pero no lo es. Muchos simpatizantes del Frente de Todos, y más de un dirigente, dieron por perdida esta elección luego de la catástrofe electoral de 2021, de la ruptura por la firma del acuerdo renegociado con el FMI, y de la traumática renuncia de Martín Guzmán al Ministerio de Economía. Ni hablar de los malos datos de aumento de precios y la escapada del dólar blue. No es que fuera irracional dar esta elección por perdida: ¿cómo podría el peronismo aspirar a ganar una elección presidencial con altísima inflación, un presidente impopular, luego de haber perdido duramente en las elecciones legislativas, con una fuerza política enredada en internas durante dos años?
No sé si es una exageración decirlo de esta manera, pero pareciera que el único dirigente de importancia que siempre pensó que no sólo podía competir, sino también ganar en 2023 fue Massa. Ese gesto, en sí, fue diferente al de los otros. No sólo decir “quiero ser candidato” sino “voy a ser candidato para ganar”.
La segunda fase fue imaginar una vía a la victoria. Aunque fuera una vía de altísima improbabilidad, al menos era una perspectiva de acción. Acá aparece el plan. El plan invocaba, como el Dr. Strange en Endgame, una chance en 14 millones. Pero una chance en 14 millones es más que cero.
La segunda fase era asegurarse ser el candidato de unidad de UxP. Esto también requirió de dosis de terquedad y de suerte. Alberto Fernández resistió hasta último momento la aceptación de algo obvio: no tenía la fortaleza de ser candidato, y tampoco imponer a otro. También le costó al kirchnerismo más duro aceptar que Cristina Fernández había decidido no ser candidata. Pero finalmente todos aceptaron lo que era obvio desde que Massa se hizo cargo del Ministerio de Economía en 2022: bueno o malo, no había otro.
La tercera fase del plan tenía que ver con sobrevivir a las PASO. No ganar, sólo sobrevivir. Acá también se necesitaba suerte, porque todo parecía indicar que Juntos por el Cambio lo iba a derrotar por una diferencia irremontable. Había que apostar, primero, a que Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta se desangraran entre sí, y que la suma de sus votos no los llevara a estar, digamos, 15 puntos sobre el segundo. Frente a esto, la táctica fue asegurar el esquema de tres tercios, apostando a que Milei no se cayera de antemano. De esta manera hay que leer las ayuditas y guiños que le realizó al mileísmo en los meses que antecedieron a las PASO. Esta jugada, hay que decirlo, pegó en el fleje: probablemente la idea era que Milei quedara ahí, expectante, ¡pero no que fuera el más votado! Bueno, los planes que involucran una chance en 14 millones son de por sí riesgosos.
La cuarta fase implicaba que las elecciones no se definieran en primera ronda y entrar al ballotage. Igual que en las PASO, la apuesta era simplemente no perder. La apuesta no era necesariamente ganar ya que quedar segundo en la primera ronda también servía. También aquí se requería algo de suerte (que Milei no se moviera mucho al centro, que no dejara de decir cosas como “venta de órganos”), sumado a acciones propias. El cambio táctico de cara a la primera ronda tuvo que ver con afianzarse como el conductor del peronismo (no ya el candidato), hacer una campaña hiperactiva en donde llegó a viajar a tres provincias en un día, e intentar mejorar –aunque fuese un poco– los ingresos mediante transferencias y baja de impuestos.
Y bueno, así llegó Sergio Massa hasta aquí: logró convertirse en el más improbable front runner de cara a un ballotage de los últimos veinte años en base su ambición, un plan y una buena dosis de suerte que, hasta ahora, lo acompañó. Virtud y fortuna, fortuna y virtud; virtud para ayudar a la fortuna, fortuna para acompañar las decisiones arriesgadas. Así se forjan los destinos políticos.
Cenital