La reaparición pública de la expresidenta suavizó la discusión a cielo abierto en el kirchnerismo pero no frenó la pelea. El gobernador multiplicó los gestos de autonomía y le bajó línea a los suyos para acelerar la construcción de una alternativa a Milei.
En la semana posterior a la reaparición de Cristina Kirchner, en Quilmes, Axel Kicillof hizo la suya. La historia puede contarse con tres fotos. La primera: se mostró codo a codo con los dirigentes más enfrentados con Máximo Kirchner, como Andrés Larroque y Jorge Ferraresi. La segunda: se rodeó con intendentes peronistas con los que no se había podido fotografiar en el acto de la expresidenta. La tercera: después de encabezar una columna propia en la movilización de la CGT, mantuvo un encuentro cara a cara con los jefes de la central sindical, primera postal de un perfil en pleno desarrollo.
También puede resumirse en dos frases. Kicillof pronunció la primera en público el jueves pasado, en el acto por la designación del dirigente del Movimiento Evita Gildo Onorato al frente del Instituto Provincial de Asociativismo y Cooperativismo. “La unidad no tiene que ser una cuestión de cúpula, de dirigencia o de santas escribanías. Cuando se habla de unidad tiene que ser unidad en la acción, unidad en el trabajo, unidad política y unidad de objetivos”, dijo, en lo que muchos de los presentes leyeron una respuesta a Cristina Kirchner. La otra frase la dijo en privado, el lunes, en la reunión semanal con su mesa política: “Hay que armar músculo político, sin pedir perdón ni permiso, para construir una alternativa a Milei”.
Nada es inocente. Con sus ministros Larroque (Desarrollo de la Comunidad) y Carlos Bianco (Gobierno) como armadores principales, Kicillof multiplica los gestos de autonomía y acelera una construcción que lo tiene como jefe, con miras a un proyecto presidencial en 2027. Sin disimulo, ese armado ya considera como propios a una decena de intendentes del conurbano, a la mayor parte de las dos CTA, a dirigentes de peso de la CGT y a un sector de las organizaciones sociales que integran el kirchnerismo, incluso a algunos de los que participaron hace una semana del acto de Cristina. Bianco y Larroque recibieron, según cuentan sus colaboradores, muchas llamadas, algunas de rectores de universidades nacionales, para que Kicillof visite ciudades del interior. La idea del gobernador es dedicarse a esas recorridas en la segunda mitad del año, una vez que haya consolidado su construcción en la provincia de Buenos Aires.
¿Cuánto ordenó o desordenó entonces la reaparición de Cristina? Las recriminaciones públicas entre los dirigentes del espacio no tuvieron en los últimos días el voltaje de unas semanas atrás, cuando Larroque le declaró la guerra a los “ñatos del WhatsApp”, como bautizó a los colaboradores más cercanos de Máximo. La expresidenta mostró que casi nadie en el peronismo bonaerense desoye una convocatoria que la tiene como protagonista. En el corto plazo incluso las acciones confluyen: el gobernador retomó la agenda nacional y pidió a los senadores que voten en contra de la ley bases, en línea con el eje propuesto por Cristina, de apuntar todos los dardos contra el Presidente.
Todo eso es cierto. También es verdad que el proceso de discusión interna en el kirchnerismo no se detuvo. Todo lo contrario. El gobernador se encamina a consolidarse como un polo de acumulación de aquellos que cuestionan el esquema de conducción de Cristina, con Máximo, presidente del PJ bonaerense, como pieza central. Sin discutir por el momento el liderazgo de la expresidenta, Kicillof empuja el nacimiento de un nuevo orden en el kirchnerismo y proyecta un signo de interrogación sobre el futuro de su relación con la expresidenta.
Los enojos entre los sectores en pugna se profundizaron el mismo día del acto en Quilmes, en el que el gobernador no tuvo lugar en el escenario, no fue mencionado en los discursos ni fue invitado a participar del saludo final de Cristina afuera del estadio, en un segundo escenario, en el que la expresidenta se mostró con la anfitriona, la intendenta Mayra Mendoza, y con Wado De Pedro y Máximo Kirchner. ¿Y Kicillof? Ya se había ido, dicen en la organización. Antes del acto, el gobernador también se había quedado afuera de la foto con los intendentes, en una escena que mereció varias aclaraciones. En La Cámpora señalan que Kicillof llegó tarde y que Cristina tuvo que esperarlo para empezar a hablar, una falta grave según el código de conductas del kirchnerismo. Agregan que Máximo se corrió de la foto para evitar adueñarse de la postal, que tenía en el centro a Cristina. En la previa del acto, la expresidenta, el gobernador y el presidente del PJ bonaerense tuvieron un contacto breve en el VIP, pero solo hubo tiempo para saludos de ocasión.
El Cuervo, al que dejaron afuera de ese encuentro reservado, masticó bronca durante todo el acto por el trato hacia el gobernador y por las palabras de Cristina, que retó a los dirigentes que, consideró, habían salido a hablar “pelotudeces” en los medios y habían usado el bastón de mariscal para pegarle en la cabeza a otros compañeros. Un mensaje teledirigido a Larroque, sentado en primera fila. Lejos de bajar el perfil, el ministro de Desarrollo de la Comunidad multiplicó sus apariciones y hasta se permitió responder algunas frases de la expresidenta. “No se está discutiendo la comodidad de los dirigentes. Nadie busca pegarle con un bastón a nadie. Lo que tratamos de hacer es discutir sanamente cómo se sale de esta situación”, dijo el lunes, en El Destape Radio. El jueves, en Blender, advirtió que Cristina no debería tener la última palabra a la hora de decidir el candidato a presidente del peronismo, como en 2019 y en 2023. “Estos mecanismos indirectos o tercerizados no funcionan más. Quien tenga la responsabilidad tiene que tener jefatura”, dijo. Traducción: si Kicillof quiere ser candidato, tiene que ser jefe. Para eso trabaja Larroque, con el visto bueno del gobernador. ¿Puede Kicillof desbordar a Cristina? ¿Se animará? ¿Qué haría en ese caso la expresidenta para evitarlo?
Conocidos desde hace casi treinta años, cuando compartieron la militancia juvenil porteña, Kicillof y Larroque consolidaron su relación a partir de 2015, durante la campaña para la gobernación. El Cuervo hoy integra la mesa política del gobernador, junto con los ministros Bianco, Walter Correa (Trabajo), Cristina Álvarez Rodríguez (jefa de asesores) y Gabriel Katopodis (Obras Públicas), el más moderado y reacio al conflicto; los intendentes Jorge Ferraresi (Avellaneda) y Mario Secco (Ensenada), y la vicegobernadora, Verónica Magario. En el entorno de Kicillof también cuentan como propios a los intendentes Julio Alak (La Plata), Fernando Espinoza (La Matanza), Andrés Watson (Florencio Varela), Juan José Mussi (Berazategui), Fernando Moreira (San Martín) y Pablo Descalzo (Ituzaingó). La mayoría de ellos se mostró el miércoles con Kicillof en la marcha de la CGT.
También estuvieron Federico Achával (Pilar) y Mariano Cascallares (Almirante Brown), que integran un grupo de no alineados junto con Gastón Granados (Ezeiza). Mariel Fernández (Moreno), del Movimiento Evita, está cerca de Máximo Kirchner, como Federico Otermín (Lomas de Zamora), Gustavo Menéndez (Merlo) y los intendentes de La Cámpora, Mayra Mendoza (Quilmes) y Julián Álvarez (Lanús), como referentes principales. El mapa podría quedar más claro en un par de semanas, en un encuentro que organizan los leales a Kicillof, en la tercera sección electoral. Un sector importante de la dirigencia kirchnerista prefiere no jugarse. Interpreta que a la larga Cristina va a terminar ordenando su espacio, con Kicillof adentro, quizás como candidato, y que los que se anticipen pueden salir heridos, Larroque incluido. El cierre de listas del año que viene será decisivo para conocer la magnitud de la pelea. “Axel tiene un solo camino que es construir su candidatura presidencial y para hacerlo no puede no poner ni un solo consejero escolar de nuevo”, dice un dirigente que trabaja en ese proyecto presidencial. “El statu quo actual es inaceptable”, advierte.
Después de marchar con los intendentes, el gobernador tuvo su foto con los jefes de la CGT, en un encuentro que gestionó en charlas previas con Héctor Daer. Kicillof también tiene línea directa con Pablo Moyano, que el mes pasado le había dedicado: “El gobernador de la provincia de Buenos Aires y, si Dios quiere, futuro presidente de la Nación”. Fue después de una reunión en La Plata en la que el gobierno de la provincia homologó, antes que Nación, el acuerdo paritario de camioneros. Sentado del lado de la mesa del mandatario provincial, de la reunión de Azopardo participó también el secretario general de la UOM, Abel Furlán, parte de la pata sindical del armado de Kicillof, junto con Correa (Curtidores); el secretario general de CTA de los Argentinos, Hugo Yasky, y el secretario general de Suteba, Roberto Baradel.
En las organizaciones sociales ligadas al kirchnerismo también se va trazando una línea. Daniel Menéndez, de Barrios de Pie, asumió como subsecretario de Economía Popular, y está alineado con el proyecto del gobernador. El Movimiento Evita, que encabeza Emilio Pérsico, no tiene una postura homogénea y para mantener la unidad procura la equidistancia. La cúpula de la organización se reunió ayer con el gobernador, después de que se formalizó la designación de Onorato. El sábado, Pérsico había estado en el acto de Cristina, en Quilmes. Por ahora, dicen en el Evita, hay margen para llevarse bien con todos.
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