GUERRA CIVIL, A LA VUELTA DE LA ESQUINA

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Entre ucronías, distopías y “ficciones realistas”, la película Civil War nos muestra lo cerca que muchas sociedades se encuentran de la ruptura de su contrato básico de convivencia.

Se cumplen veinte años de La conjura contra América, novela del escritor estadounidense Philip Roth, publicada en 2004, catalogada como “de historia alternativa”. En ella, Franklin Delano Roosevelt es derrotado en las elecciones de 1940 por Charles Lindbergh, un piloto de aviones y populista xenófobo, que llega a la presidencia con el fin de implantar el fascismo en el país, en plena segunda guerra mundial. Fue llevada a la pantalla como serie en 2020 por HBO. Una reconstrucción histórica contrafáctica, basada en datos hipotéticos: fue Roosevelt, claro, quien en realidad ganó las elecciones y llevó a los EE.UU. al liderazgo internacional en la lucha contra el nazifascismo.

Dentro del género, El hombre en el castillo, novela del gran escritor Philip K Dick, publicada en 1962, fue llevada a serie por Amazon en cuatro temporadas entre 2015 y 2019. Allí, las fuerzas del Eje -Alemania y Japón- ganaron la Segunda Guerra Mundial y Estados Unidos quedaba dividido en dos o tres partes, como en realidad sucedió con la Europa de posguerra tras la ocupación de las fuerzas aliadas.

En ambos casos el género ficcional retro futurista se impone, llevándonos a imaginar qué hubiera sucedido si las cosas hubieran ido por el peor de los caminos. Entre ucronías, distopías y “ficciones realistas”, ahora nos llega Guerra Civil, película dirigida por Alex Garland y lo que estremece de ese escenario ominoso es lo cercano que parece. Como indicándonos lo cerca que están algunas sociedades -los EE.UU., en este caso- de que la polarización ideológica provoque una fractura social y política que quiebre la autoridad central estatal.

Como comenta Walter Veltroni, ex alcalde de Roma, político, periodista y también guionista y director de cine, en el Corriere della Sera, esta película nos podría parecer hoy poco más que una repetición exitosa e imaginativa del cine de género. En cambio, Civil War nos cuenta algo que ya sucedió y algo que corre el riesgo de volver a suceder.

Estados Unidos ya está dividido, separado por el odio, distorsionado por una guerra civil progresiva. “La película –escribe Veltroni– tiene el mérito de hacernos percibir la guerra no como un puro recuerdo o un acontecimiento futurista (…) Nos regodeábamos en la idea de haber sido las generaciones, al menos en Occidente, que conocieron la paz y -primero desde mediados de los años 70 y luego desde los 89- sólo la democracia como forma de gobierno de nuestras comunidades. Pero hemos olvidado que se trata de una excepción en la historia de la humanidad, marcada predominantemente por guerras y poderes absolutos”.

(https://www.corriere.it/opinioni/24_aprile_17/la-guerra-e-le-verita-nascoste-in-un-film-9b0400cf-11b0-4ca7-8195-3075ca140xlk.shtml)

Sociedades que han aceptado la competencia por la apropiación de los recursos, el miedo y la desconfianza mutua como norma, se acercan inadvertidamente al estado de naturaleza que describiera ya Thomas Hobbes hace 400 años, en la que la vida se vuelve “solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta”.

Lo que parece novedoso es que no se trata solo de un mito originario que se encuentra en pasados remotos sino una hipótesis acuciante y de candente actualidad en el horizonte de las sociedades que ponen en juego y a prueba el contrato básico de convivencia. O ideologías que confunden la libertad frente a la arbitrariedad y los atropellos con la rebeldía frente a toda forma de sujeción al imperio de la ley y el Estado de Derecho.

Fabián Bosoer – Clarín

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