La demanda, el precio y la producción aumentaron considerablemente.
El nuevo coronavirus (COVID-19) llegó a 105 países del mundo con 121.170 personas infectadas, de las cuales 4.377 murieron. En Argentina son 19 las personas afectadas y un hombre de 64 años falleció el viernes pasado en el Hospital Argerich después de haber viajado por Francia. Todos ellos contrajeron la enfermedad en el exterior.
En diversas farmacias del país, se disparó la venta y demanda de barbijos, aunque el Ministerio de Salud y distintas entidades y asociaciones médicas desaconsejan su uso a menos que la persona tenga síntomas acordes al coronavirus.
“Los barbijos son para personas que están con una enfermedad respiratoria y son sospechosas, porque estuvieron de viaje en los lugares donde está circulando el coronavirus y para el personal de salud que los atiende”, explica a este medio el doctor Martín Stryjewski (M.N. 90001), jefe de internación del CEMIC y miembro de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI).
El especialista hace hincapié en que las personas deben hacer un uso medido y responsable, sólo cuando su condición lo justifique: “Los casos que vimos son importados, no hay que ir por la calle con barbijo si no se tiene síntomas porque en la Argentina no hay circulación local de coronavirus”. Además, agrega: “Si todo el mundo sale a comprarlos, los que los necesitamos para atender pacientes con enfermedades respiratorias no los vamos a tener. Hay que llamar al sentido común”.
Barbijos: de Argentina y para todo el mundo
En Villa Adelina, localidad de la provincia de Buenos Aires, hay una fábrica de barbijos que debió aumentar la producción a raíz de la creciente demanda por parte de otros países del mundo. “Tenemos pedidos de Japón, Australia, Ucrania, Italia, Rusia, España, Paraguay, Chile, Bolivia, Ecuador, Uruguay. Pasamos de producir 300 mil mensuales a realizar más de dos millones”, cuenta Amelia Campana, gerente de producción.
Muchas personas deciden stockearse por paranoia, pero es importante tener en cuenta que el barbijo es empleado como medida secundaria, brinda una falsa sensación de protección para quienes no lo necesitan realmente. Su uso tiene que ser responsable y justificado.
(TN)