El presidente tropieza cuando pierde el control de la agenda. La interna libertaria en carne viva: amenazas y seguimientos. Massa y CFK sobre los cruces en UxP por Kicillof.
“Defensa preventiva”. Apenas estalló el affaire del salariazo del Senado, la vicepresidenta Victoria Villarruel desplegó un escudo ante un eventual bombardeo libertario. Con el antecedente del DNU 70, cuando fue blanco móvil del ejército irregular de los trolls mileístas, la vice se apuró a avisar que no intervino en la decisión y que, amparada en el acuerdo entre “todos los bloques”, no podía ni impedirlo ni anularlo.
En privado, Villarruel se jactó de haber anticipado el escándalo e interpretó que es un derivado de la decisión –que consideró errónea– de Javier Milei de pedir que se anule la anterior suba salarial. Aquel incremento era, recordó, muy inferior a la que se votó el último jueves. La secuencia expuso algo más grueso: el recelo de la vice –o su pánico– frente a los Milei. Su “defensa preventiva”, lenguaje castrense usado en el Senado, refleja que Villarruel está alerta porque en un instante puede recrudecer el fuego amigo.
El Gobierno se parece, por momentos, al Club de la Pelea. En el ecosistema libertario se habla del malestar de Milei con Nicolás Posse, su amigo desde hace 15 años, por el avance el jefe de Gabinete sobre espacios estratégicos del Ejecutivo que, en general, son clave en el manejo de recursos. Se nutre, además, de otra mala praxis: cerca del mandatario se encargan de recordar que en la órbita de Posse se gestó el autosalariazo del 48% que hirió al presidente y derivó, primero, en la salida del secretario de Trabajo, Omar Yasín, y luego de Armando Guiber. Ese funcionario era responsable del área, encargado del ajuste de personal estatal y mano derecha de Posse al extremo: manejaba su token.
Los enojos presidenciales son la norma. Un rapto de furia, quince días atrás en Olivos y a raíz de una publicación periodística, reflejó un proceso: durante las rabietas de Milei, que potencian las sospechas sobre filtraciones, Karina Milei suma poder. “Antes era solo la contención anímica, pero ahora cuando Javier cae, Karina toma el control del Gobierno”, dice a Cenital un dirigente de La Libertad Avanza (LLA). “Estamos complicados”, advierte.
Los modos de Karina
Casual o no, en los días siguientes la interna libertaria alcanzó niveles inéditos de estridencia. La escalada la instrumentaron los primos Menem, Martín y “Lule”, amparados por la hermanísima. “La semana que vivimos en peligro”, describió un dirigente que padece el avance del bloque portador de la pureza mileísta. Un caso brutal, desmesurado por la virulencia, fue el de Marcela Pagano. La diputada sufrió un pico de estrés y terminó internada luego de un encuentro con Martín Menem y una serie de episodios que en el Congreso consideran sospechosos: el extraño seguimiento de un colaborador de trabaja en un despacho de LLA y mensajes agresivos en un contexto donde hasta el robo de su celular, mientras paseaba a su perro, primero se entendió como un arrebato casual y más tarde se reinterpretó como parte del supuesto ataque.
En esas horas, asesores de Pagano fueron contactados por un dirigente libertario que los intimó a dejar de trabajar con la diputada y, de no hacerlo, serían echados del partido. Se sindica a Juan Pablo Scalese, presidente de LLA en CABA, como responsable de ese apriete. Scalese lo negó. Karina se comunicó, el miércoles, con colaboradores de Pagano mientras esta permanecía internada. Se mostró preocupada por su estado de salud y se puso a disposición. El jueves, la diputada se contactó con Milei. Horas después, trascendió que Pagano estaba dispuesta a renunciar a la presidencia de la Comisión de Juicio Político para aplacar la crisis interna.
Un respiro –a priori– para Menem, que ejecutó el movimiento político de desplazamiento que no hubiese sido eficaz sin el operativo de desgaste que encabezó Lilia Lemoine con sus mensajes ásperos en el chat de diputados libertarios. La diputada cosplayer se mueve con autoridad desde que volvió, protegida por la hermanísima, a formar parte del entorno presidencial. Un hilo rojo ata los mojones de la saga: con los trolls –como en el caso de Villarruel– o por presión directa –como ocurrió con Pagano– el entorno más virulento de Milei castiga a los que considera rebeldes. Lemoine, haciendo cosplay de Mario Ishii, sale a cazar traidores.
El eje Karina-Menem avanza, en paralelo, en el armado territorial de la marca electoral de LLA. La última parada fue en Salta, provincia a la que viajaron para respaldar a Carlos Zapata, diputado libertario y socio histórico de Alfredo Olmedo. Zapata fue señalado por el gobernador Gustavo Sáenz como uno de los legisladores que frenó una reforma impositiva que beneficia al llamado “Señor del Tabaco”, Pablo Otero, cuya empresa, tabacalera Sarandí, logró pasar del 5% al 30% del mercado gracias a ese beneficio que la Ley Bases corregía, pero luego se sacó del texto. Menem debe, esta semana, dar el primer paso hacia la aprobación de la versión pocket de ese proyecto.
La inmunidad de Milei
Para la opinión pública, Milei todavía parece inmune a esa toxicidad. Retiene el don de definir quién es casta y quién no. El mandamiento primario de la Biblia libertaria opera sobre el concepto de que Milei fue elegido para resetear el sistema de poder. La lectura, atribuida a Santiago Caputo, supone que todo aquello que enfrenta a Milei se convierte, casi automáticamente, en parte de lo viejo.
Para los consultores es un intríngulis. Los indicadores materiales sobre ingresos y calidad de vida están en caída, pero se mantiene firme la expectativa futura, ancla positiva para que se mantenga la buena imagen del presidente. Un factor se repite: aumenta la creencia de que la inflación bajará, a partir de que lleva cuatro meses en pendiente, y eso instala la presunción de una mejora futura. La duda es qué pasa si uno de esos meses la inflación rebota y vuelve a subir o se estanca demasiado alto.
Un sondeo sistemático de la consultora Marketing y Estadísticas refleja esos universos paralelos. Por un lado, el 65% de los consumidores migró a marcas más baratas en alimentos y el 59% redujo sus salidas a comer afuera. Al mismo tiempo, por primera vez desde 2018, es mayor el porcentaje de los que creen que la inflación bajará el mes próximo respecto de los que creen que no lo hará. Abril, con respecto a marzo, registró un repunte de la imagen presidencial.
Así y todo, el Gobierno tuvo que ceder en cuestiones sensibles para los sectores medios. Ocurrió con las prepagas, aunque detrás asomen asuntos de otra naturaleza: la metralla sobre Claudio Belocopitt, dueño de Swiss Medical, se montó sobre una disputa con otro sector del negocio de la salud de mucha influencia en el Gobierno, que tiene como referente a Mario Lugones, presidente de la Fundación del Sanatorio Güemes y vinculado a Luis Barrionuevo. En el Gobierno acusan de “voraz” a Belocopitt y anticipan que el castigo sobre su figura no terminó.
Algo parecido ocurrió con la protesta universitaria. El Ejecutivo anunció un aumento y dijo que había un acuerdo con el sector, algo que negó el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN). Pareció un movimiento para tratar de desinflar la marcha que se prepara para el martes 23, que se presume masiva y con una característica: puede tener una capilaridad territorial enorme porque se convocan, en simultáneo, movilizaciones en todo el país. Algo que no ocurrió, por ejemplo, con el paro de la CGT del 24 de enero.
En el mundo Twitter, territorio donde Milei se mueve con soltura y que el Gobierno evalúa como termómetro, el capítulo universitario trepó en interés. Se potenció con otro asunto nocivo para los intereses libertarios: el aumento de sueldos, que arrancó con la suba de categoría y salario para el vocero Manuel Adorni y siguió con otros funcionarios, además de la ampliación de la partida para sobresueldos en la secretaria de Karina Milei, y se potenció con el aumento de los senadores. El posteo del presidente para despegar a LLA no alcanzó: según un análisis de la consultora Ad Hoc, la conversación en redes fue mayoritariamente negativa para Milei.
Javier Correa, director de Ad Hoc, se detiene en un detalle: “Al oficialismo no le preocupa demasiado la negatividad que tienen algunas de las conversaciones públicas en las que se involucra. Pero le resulta incómodo cuando la agenda de interés no es la que instala el presidente. Eso es lo que está pasando y lo que debe afrontar, al menos hasta el martes, con la marcha en defensa de la educación pública”. La marcha es vista en Unión por la Patria (UxP) como una oportunidad para confluir con sectores la UCR, y sumar respaldo en la matemática para rechazar el DNU 70 en Diputados.
El blindaje de Milei en sectores de la opinión pública estará sometido en los meses que viene a un empeoramiento de las condiciones económicas. Entre dirigentes del PRO circuló un informe que muestra que en marzo cayó 20%, respecto del mismo mes de 2023, el volumen de ventas en cadenas y supermercados chinos. El dato es dramático. Según esa estadística, que se basa en las operaciones de caja, la caída se agudizó en estas semanas de abril. Es una incógnita cómo impactarán los tarifazos no solo en el clima social sino sobre la inflación.
El enojo de Mauricio
Milei se para en el centro del ring y define, casi siempre, la agenda pública. Perder ese superpoder, como detectó Ad Hoc en estos días, es perder el control de la conversación pública. Le ocurre en otro plano a Mauricio Macri, que ya no oculta su fastidio por el (des)trato del presidente hacia él. Como una malicia planificada, Milei manda al expresidente a hablar los asuntos de gestión con Nicolás Posse y los temas políticos con Karina.
Hay una antigua tirria con Posse, dicen que nunca salvada, de tiempos del Gobierno de Cambiemos y un intento de avanzar sobre Aeropuertos Argentina 2000. Pero lo que más indigna a Macri, cuentan en el PRO, es que lo derive a discutir con Karina. Incómodo, el expresidente busca reordenar los restos del partido que ahora preside para estar listo para las dos opciones que imagina a futuro: compartir una alianza o competir contra el partido libertario.
El armado territorial, que en la provincia de Buenos Aires pretende alinear detrás de Diego Santilli, vale para dos escenarios de competencia. El mensaje que baja Macri, en general a través de Fernando De Andreis, apunta a aislar a Patricia Bullrich y a construir en los territorios para tener listas propias, si es necesario, o juntar volumen para disputar en una PASO de un frente contra LLA.
“Mauricio cree que el PRO puede ser lo que la UCR fue en Cambiemos de 2015: con referentes en los territorios queda mejor parado para ganarle a LLA que, en general, son una banda”, explica a Cenital un dirigente que está a cargo de la reconstrucción. En los distritos y en las provincias, el vínculo entre libertarios y macristas es malo. Depende, claro, de cómo evolucione el experimento Milei: los términos en los que Macri se sentará a negociar en 2025 estarán definidos por el nivel de éxito de la gestión libertaria. Al expresidente le cuesta admitir el riesgo de que el votante histórico del PRO puede convertirse en una especie en extinción.
El chat de Massa
– ¿Podemos ser tan boludos de pelearnos cuando los libertarios se están matando entre ellos?
Sergio Massa quiso evitar que los dirigentes de su espacio alimenten el error que, en la intimidad, atribuye al kirchnerismo: zambullirse, otra vez, en una interna a cielo abierto y hacerlo durante el momento de más efervescencia de las peleas libertarias, con peleas públicas que incluían a la segunda figura más poderosa del gobierno, Karina Milei.
En las horas que hacía esas objeciones, Massa tuvo que salir aplacar a los suyos. Un error puso en boca de Mariano Recalde una frase que no dijo -“el candidato de Cristina era Wado”- pero igual disparó una respuesta dura desde el massismo. Notificado del equívoco, el excandidato presidencial apagó esos enojos pero la inmediatez de la reacción refleja que las tensiones están a flor de piel.
Fue uno de los múltiples coletazos de la novela que arrancó con las críticas de Andrés ‘Cuervo’ Larroque a los que “conspiran” contra Axel Kicillof y a los que pretender tercerizar la conducción de Cristina Kirchner, eso que describió como los “tres ñatos del Whatsapp”, un scrum de leales de Máximo Kirchner.
“Lo único que quiere nuestro 40% es que no nos peleemos entre nosotros”, bajó línea Massa a los suyos a los que, luego, con su TOC de escribir en mayúscula, les mandó un mensaje.
“Si algún compañero de otro espacio del panperonismo se equivoca, contestamos diciendo que no es tiempo de debate interno para afuera”, dice el texto, y completa: “Los argentinos que sufren nos quieren juntos poniéndole límite a Milei y no peleando entre los que pensamos parecido”. Puede ser relevante un detalle: Massa habla de panperonismo, lo que se traduce como la admisión de la necesidad de ampliar lo que hoy es UxP.
Un malhumor parecido expresó, sin palabras directas, Cristina Kirchner a los que la vieron en la semana, como contó Gabriel Sued en Cenital. Durante una cena, el jueves en el Café Las Palabras (reducto museológico de Eduardo Valdés), evitó ser explícita pero dejó trascender su malestar con la interna abierta y cierta incomodidad con Kicillof. Luego posó, en un guiño que nadie puede suponer ingenuo, con Mayra Mendoza, la intendenta de Quilmes, que unas horas antes había compartido un acto con el gobernador en el que el clima no fue el mejor. Mendoza posteó, luego, la foto.
Cenital