SUCESIÓN IRRESUELTA. LAS RAZONES DETRÁS DE LA PELEA DE LOS HIJOS DE CRISTINA

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La disputa que estalló esta semana no es trivial: obedece al declinamiento de la jefatura de la expresidenta, la ruptura de vínculos personales y a una pulseada de fondo por la distribución de roles de cara al futuro de la fuerza política más importante de los últimos veinte años. Las cuatro formas de ser kirchnerista.

El discurso bomba del “Cuervo” Andrés Larroque, en San Vicente, y las detonaciones que le siguieron en la semana no hicieron más que exponer un proceso que terminó de configurarse el año pasado. Las elecciones de 2023, en las que Cristina Kirchner decidió, condicionamientos mediante, no presentarse como candidata consolidaron el declinamiento de su jefatura y, con el triunfo contundente de Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires, aceleraron una sucesión irresuelta en la fuerza política más importante de los últimos veinte años. No son trivialidades: los hijos de Cristina, dirigentes que pelearon codo a codo bajo su conducción durante años, están discutiendo a cielo abierto una reconfiguración de poder interno, de cara a 2027, sin que ella intervenga para ordenarlos.

La disputa tiene cuatro actores principales, con intereses propios: la propia Cristina y, por debajo, Kicillof, Máximo Kirchner y Larroque. ¿Cuatro maneras de ser kirchnerista? La discusión no es hoy entre la expresidenta y el gobernador, el funcionario/símbolo de su último gobierno, el dirigente kirchnerista con mejor proyección electoral a nivel nacional. Pero podría llegar a serlo: quieran o no, la pelea los involucra y las balas les pican cada vez más cerca. De hecho, Kicillof se convirtió esta semana en blanco de la furia de La Cámpora, que le exige que clarifique su juego. Cerca de la expresidenta dicen que detesta las internas y avisan que no va a intervenir. “Ya se va a ordenar”, responde ella a los que le transmiten inquietud por los efectos potenciales del conflicto. La pregunta es si, llegado el momento, ella podrá ordenarlo. ¿Con qué peso podrá decidir sobre una lista que no encabece?

La disputa más visible es política pero tiene un componente humano ineludible. La protagonizan dos dirigentes que se mostraban como hermanos desde los inicios del kirchnerismo. Larroque, hoy ministro de Desarrollo de la Comunidad de la provincia de Buenos Aires y promotor del liderazgo interno de Kicillof, fue secretario general de La Cámpora desde su fundación, en 2007, hasta marzo del año pasado, y organizó el primer acto en el que Máximo habló en público, en septiembre de 2014, en la cancha de Argentinos Juniors. Kirchner, hoy presidente del PJ bonaerense y siempre conductor de La Cámpora, fue jefe político de Larroque durante 16 años. “La pelea habla mal de los dos, también de Máximo, porque él eligió al Cuervo como su mano derecha”, dice un dirigente de La Cámpora alineado con Kirchner. Larroque y Máximo hoy no se hablan. Se vieron por última vez hace dos meses, en una cena en la que también estuvieron Cristina y Kicillof. ¿Y qué pasó, discutieron? “Fingieron demencia”, contó otro de los presentes.

Una frase del discurso de Larroque, que reveló Cenital el mismo día del plenario en San Vicente, sirve para entender el problema. “¿Qué es la conducción de Cristina? -se preguntó, después de reivindicar la figura de Kicillof y de acusar a Máximo, sin nombrarlo, de conspirar contra el gobernador-. ¿Que tres ñatos te manden un whatsapp, que no los conocés, que no sabés quiénes son? No, yo no quiero esa conducción de Cristina. Yo quiero una conducción de Cristina con un movimiento popular protagonista, con cuadros auxiliares de conducción, con funcionamiento, con debate, con programa, con método y con movilización. Eso entiendo por conducción”. Los ñatos a los que aludió son Facundo Tignanelli, jefe de bloque de la Cámara de Diputados bonaerense; Emmanuel González Santalla, senador provincial, y Martín Rodríguez, dirigente de Hurlingham, todos del primer círculo de Máximo. “Él [Larroque] dice eso porque antes el whatsapp lo manejaba él”, replicó una figura de La Cámpora alineada con Máximo.

Larroque aclaró después que no cuestiona el liderazgo de Cristina Kirchner. En su despacho aseguran que el planteo no es personal y que si generó tanto revuelo es porque tiene asidero. Cerca de Máximo dan otra lectura: sostienen que no es más que una pelea por la lapicera, es decir, por la confección de las listas del año que viene. “Es lógico y válido, pero no es la manera ni el momento de hacerlo”, dicen. Los que afirman que Máximo obstaculiza el gobierno de Kicillof le enrostran haber vaciado las mesas multisectoriales de las que participó el gobernador en los primeros meses de esta gestión, haber desactivado el Grupo Ensenada, donde se juntaba desde el año pasado el kirchnerismo no camporista, y haber impedido que Cristina Álvarez Rodríguez, jefa de asesores de Kicillof, quedara al frente del PJ nacional, tras la licencia de Alberto Fernández.

Pero las tensiones vienen de arrastre. Se remontan a 2017, cuando Cristina asignó a Máximo y a Kicillof, que nunca llegaron a ser amigos, roles diferenciados para recuperar la provincia de Buenos Aires. El hijo de la expresidenta quedó a cargo del conurbano y el exministro de Economía, del interior. Ese proceso desembocó en 2019 en la candidatura a gobernador de Kicillof, con Máximo a cargo del armado. Después emergieron las tensiones por la confección de las listas, sin presencia de dirigentes de Kicillof, y por la conformación del gabinete, con peso prioritario del círculo de confianza del gobernador. El esquema estalló después de la derrota en las PASO de 2021, cuando Máximo encabezó la presión para designar a Martín Insaurralde como jefe de Gabinete. “Había un esquema de política y gestión escindidos y eso se modificó después de octubre del año pasado, con un Axel empoderado”, explica un ministro bonaerense. Mariano Recalde, cercano a Máximo y amigo de Kicillof, es uno de los que intenta interceder para mejorar ese vínculo.

Larroque cuestionó, en definitiva, cómo funciona el dispositivo político del kirchnerismo, ya sin Cristina en el centro de la escena. En especial en la provincia de Buenos Aires. El planteo recoge el malestar de muchos dirigentes, que objetan la conducción que ejerce en el día a día Máximo, bajo el paraguas de Cristina, más dedicada a cuestiones programáticas que a la articulación política y al diálogo con los espacios internos. En esa vereda están, con matices, los intendentes Jorge Ferraresi (Avellaneda) y Mario Secco (Ensenada), el ministro de Trabajo bonaerense, Walter Correa, y el secretario general de Suteba, Roberto Baradel, entre otros. Un axelismo naciente del que Kicillof reniega. “A Axel no le puede pasar lo mismo que a Alberto [Fernández]. Si él va a ser candidato, tiene que conducir”, dicen desde ese sector.

El gobernador no da ese paso. Pero quedó involucrado directamente en la refriega esta semana, durante las actividades que compartió el miércoles en Quilmes y Hurlingham, con los intendentes Mayra Mendoza y Damián Celsi, dos dirigentes de La Cámpora que lo recibieron con gestos de calculada frialdad. “Él no puede hacerse el desentendido. Larroque es su funcionario, lo tiene que ordenar”, dicen en la agrupación que lidera Máximo. Les cayó como una bomba la foto que Kicillof compartió en el acto del 24 de marzo con funcionarios de su gabinete e intendentes, como Ferraresi, que llaman abiertamente a correr del medio a Máximo y apostar a una candidatura presidencial de Kicillof. Cerca del gobernador dicen que está dedicado de lleno a la gestión, toman distancia de la ofensiva de Larroque y compañía, y niegan que Kicillof esté iniciando un proceso de autonomización: “La única conducción es, fue y será Cristina”.

Cenital

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