Quienes vivimos y peleamos durante la década de ´90 contra el “genocidio” ferroviario, vemos con preocupación como desde distintos medios nacionales vienen desde hace un tiempo agitando discursos e intentando reinstalar aquellas consignas bajo las cuales lograron un acompañamiento en la opinión pública, para destruir el sistema ferroviario argentino.
En aquellos tiempos, teniendo al periodista Bernardo Neustadt como principal operador mediático, se pudo hacerle creer a la sociedad que el “déficit” ferroviario era una carga para las cuentas públicas que impedían cumplir con los deberes “indelegables” del Estado, que se enunciaban permanentemente. Los “2 millones de dólares” diarios que según Bernardo se aportaban a Ferrocarriles Argentinos podrían, se decía, mejorar la Educación, Salud, Seguridad y Justicia. Y muchos argentinos lo creyeron…
No hace falta recordar como quedaron tras la ola privatizadora esas funciones indelegables. La crisis del 2001 dejó al desnudo las consecuencias de haberse desprendido de las grandes empresas públicas y haber desregulado toda la actividad actividad económica porque, en definitiva, el Estado se autodesfinanció desprendiéndose de sus herramientas estratégicas.
Nada se decía entonces desde el discurso oficial de cuánto aportaban los ferrocarriles a la economía del país y como influía en el desarrollo regional, en la industria y en la calidad de vida del pueblo. Así, montado en ese discurso, se abandonaron mas de 20.000 kilómetros de vías, se cancelaron la casi totalidad de los servicios ferroviarios de pasajeros interurbanos, se aislaron regiones y poblaciones enteras, se perdieron 70.000 puestos de trabajo directos y otros tantos indirectos, se destruyó la industria ferroviaria nacional y se entregaron las líneas troncales ferroviarias a concentrados grupos económicos.
Y la pregunta es ¿Cuánto se ahorró el Estado?. Pues la realidad fue que el Tesoro Nacional aportó año a año en subsidios directos e indirectos casi el doble del tan mentado déficit ferroviario.
Es triste hoy ver como con poca imaginación y apelando a la desmemoria colectiva, se vuelva a intentar instalar el discurso de “Bernardo”. Hoy se habla del “agujero negro” ferroviario sin tener en cuenta que lo que se invierte en ferrocarriles evita gastos mucho mayores si se intentara traspasar lo que transporta el sistema ferroviario a otros medios. Eso hoy el mundo lo llama “BENEFICIO PÚBLICO DE LOS FERROCARRILES”, y no es solo el aporte social del que nadie ya duda, es dinero contante y sonante que el Estado se ahorra, número que los países desarrollados calculan y publican en los balances de sus empresas ferroviarias. Ni hablemos de lo que significa en ahorro energético.
Muchos sentimos que estamos asistiendo a un “deja vu” periodístico con otros actores, pero con las mismas intenciones. No podemos permitir que los grandes medios nos quieran ganar nuevamente la pulseada. ¿Será que la inminente aplicación de la ley 27.132 de ferrocarriles está poniendo nerviosos a los grupos económicos que hoy utilizan las redes ferroviarias del Estado solo para su propio beneficio?
Hay mucho por hacer y mejorar en el sistema ferroviario. Argentina se merece recuperar plenamente a este noble sistema de transporte que el mundo ya no discute. ¿Por qué debemos seguir envidiando a la revolución ferroviaria del mundo? ¿Por qué no podemos recuperar la industria y la tecnología ferroviaria e instalar servicios modernos competitivos para todo nuestro extenso país? Por supuesto que se puede, pero para ello no nos debemos dejar manejar por quienes tienen otros intereses.
Ing. Adrián Silva (APDFA) – Trenes por Siempre