¿UN PUENTE AL EMPLEO?

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El miércoles pasado, en el marco del día de la militancia, se congregó en Plaza de Mayo una buena cantidad de personas que fueron a escuchar a Alberto Fernández. Hubo dos sectores que fueron clave en la movilización, los sindicatos y los movimientos sociales. Durante el discurso, el presidente reafirmó la idea de que “tenemos que hacer que los planes se vayan dejando de lado. Que puedan tener un empleo digno para asegurar jubilaciones el día de mañana”, un pasaje probablemente dedicado hacia ellos.

Esta idea comenzó a materializarse el mes pasado, con la publicación del decreto 711/2021, en el cual se establecen incentivos para las empresas que contraten a personas que se encuentren dentro del programa “Potenciar Trabajo” y el “Programa de Inserción Laboral”. El incentivo consiste en que la prestación se descontará del pago del sueldo, y en una reducción del 90 o 95% de las contribuciones patronales, según el género. Asimismo, la iniciativa está vinculada al proyecto de ley que Sergio Massa presentó unos días antes en el Congreso, denominado “un puente al empleo”.

La lógica por detrás de este tipo de medidas es que el problema de la falta de empleo radica en que los costos asociados a la contratación (el salario, las cargas sociales, la indemnización, entre otras) son muy elevados. Como analizamos acá, no parece ser esta la causa principal de la falta de generación de puestos de trabajo. Además, al contrastar lo sucedido entre los mejores años de la convertibilidad y el kirchnerismo, podemos notar que las rebajas de contribuciones y las medidas apuntadas a flexibilizar al mercado laboral no mostraron grandes incrementos del empleo registrado (sino, más bien, lo contrario), mientras que el segundo caso se caracterizó por la introducción de medidas apuntadas a incrementar la protección y los derechos laborales y eso vino acompañado por un crecimiento significativo del empleo registrado y los salarios.

Universos paralelos

No obstante, a diferencia de las medidas anunciadas en su momento,  en este caso no buscan estrictamente la generación de puestos de trabajo, sino impulsar la contratación de un segmento específico de la población. O sea, no apuntan a incidir sobre la decisión de contratar o no a una persona sino, una vez tomada esa decisión, a que la persona elegida sea beneficiaria de alguno de estos programas. A modo de analogía, podríamos pensar que hay una cola de personas que buscan trabajo, y que entonces el objetivo de esta política es que las que están más atrás pasen delante de todo.

Ahora bien, este razonamiento también presenta serios problemas que ponen en duda la efectividad que podría tener esta medida. Por empezar, la presunción de que las personas que perciben un estipendio por alguno de estos programas (u otros) viven solamente de eso. Como se desprende de los datos sobre distribución de ingresos que publica el INDEC, incluso entre las personas de menores ingresos se observa que dos tercios de los mismos provienen del trabajo y el tercio restante de prestaciones sociales. Si bien casi con seguridad sean empleos precarios y por montos bajos, eso ya de por sí podría ser un impedimento para que estas personas sean alcanzadas por esta medida.

Pero lo más relevante es la composición de ese universo de personas, porque para que la medida sea efectiva debería verificarse que la población que integra estos programas coincida con aquella que busca activamente un (nuevo) trabajo, y esto no parece ser así.

Una manera de ver si esto es comparando las características etarias y de género para la población económicamente activa (aquella que tiene trabajo o busca activamente), con la de las personas beneficiarias del “Potenciar Trabajo” (el programa de mayor envergadura, con un millón de integrantes en la actualidad). Como se desprende del gráfico a continuación, la pirámide poblacional del Potenciar Trabajo se encuentra bastante feminizada (el 64% son mujeres) y concentrada en la población joven (el 41% de los beneficiarios tiene menos de 30 años). Al compararla con la de la población activa, vemos que no coinciden: si bien hay una leve preponderancia de las personas jóvenes, se encuentra muy masculinizada. En cambio, vemos que se asemeja más a la pirámide poblacional de las personas inactivas (aquellas que no buscan trabajo), donde se observa una mayor presencia de las mujeres y de los/as jóvenes. 

Esto se explica, en buena medida, por las características que presenta cada uno de estos grupos, asociadas a las dificultades o necesidades que esto conlleva para acceder a un empleo. En los/as jóvenes, la decisión de priorizar la finalización de los estudios (tanto secundarios como superiores) lleva a posponer la búsqueda de trabajo, sumado al hecho de que, quienes buscan tienen las dificultades típicas de falta de experiencia y formación por ser su primer empleo. Por su parte, en las mujeres se combina la falta (o inequidad) de oportunidades laborales frente a los hombres, con la mayor dedicación a las tareas del hogar y de cuidado que reducen la posibilidad de buscar un trabajo de tiempo completo (como analizamos acá).

Lo que se desprende, entonces, es que estos programas alcanzan a personas que, en su mayoría, presentan dificultades estructurales que impiden que participen activamente del mercado laboral, antes que a personas con problemas coyunturales para conseguir trabajo.

Volviendo a nuestra analogía, si esto efectivamente fuera así, no se lograría adelantar a estas personas en la fila, porque directamente no estarían allí. Para lograr que hagan esa cola, hay que apuntar a eliminar esas barreras estructurales que impiden su acceso, igualar las oportunidades de acceso al trabajo, compensar la diferencia en las horas de cuidado y ampliar las políticas de acceso a la educación.

¿Más economía?

Va el resumen del panorama económico a partir de los datos que salieron durante la última semana: las ventas minoristas se incrementaron por sexto mes consecutivo, superando los niveles prepandemia. El uso de la capacidad instalada creció en septiembre, reflejando el buen desempeño que viene mostrando la industria en los últimos meses. Tanto los precios mayoristas como los de la construcción y la canasta básica, mostraron aumentos elevados, en línea con la inflación de los últimos meses. El salario en octubre le ganó a la inflación y se sigue recuperando. La nota completa la podés leer acá.

Ahora en un ratito, a las 10 de la mañana, se lleva a cabo el cierre del ciclo de charlas que organiza el BCRA, a cargo de Martín Guzmán y de Miguel Pesce. No hace falta inscripción previa, lo pueden ver en vivo desde el canal de YouTube del BCRA (después las suben, así que en realidad las pueden ver cuando quieran).

Hoy también, a las 14:30, hay un panel internacional muy interesante acerca de cómo pensar la economía post-pandemia desde la teoría poskeynesiana (uno de los enfoques heterodoxos más relevantes a nivel global en la actualidad), donde una de las panelistas es Florencia Medici, economista argentina. Es en inglés, eso sí. Para más información y cómo registrarse, ingresar acá.

Hoy está muy de moda el liberalismo en sus distintas vertientes. Si te interesa entenderlo un poco mejor, te recomiendo que arranques por John Stuart Mill, uno de los pensadores más lúcidos que hubo. Este podcast es un buen puntapié inicial.


Juan Manuel Telechea | Cenital

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