Los resultados positivos en sus tierras de cultivo y en el ambiente son los que motivan a los agricultores, en el largo plazo, a adoptar prácticas sostenibles, de importancia para la salud de los sistemas alimentarios de América latina y el Caribe, según un estudio.
Los productores tienden a cambiar sus prácticas si advierten consecuencias favorables en sus fincas o en el ambiente, de acuerdo al estudio realizado por distintos organismos internacionales, citó el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
El trabajo fue realizado por expertos del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (Ipfri), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), el Grupo de Países Productores del Sur (GPS) y el IICA.
Aunque en el corto plazo los beneficios económicos son el principal incentivo para adoptar buenas prácticas, la situación cambia cuando se evalúan las motivaciones de los productores en tiempos más largos, en que tienden a cambiar sus prácticas si advierten consecuencias favorables en sus fincas o en el ambiente.
Las prácticas sostenibles permiten reducir el impacto de la agricultura sobre el ambiente y aumentar su capacidad de adaptación al cambio climático, lo que a su vez contribuye a reducir la pobreza rural y aumentar los niveles de seguridad alimentaria.
Entre las prácticas sostenibles -señalan los autores- se inscriben la rotación de cultivos, los sistemas multicultivos, el uso de cultivos de cobertura, los sistemas de labranza cero y de labranza reducida, el manejo integrado de plagas (MIP), los sistemas agro-pastoriles, las prácticas agroforestales sostenibles y la agricultura de precisión, entre otras.
En ese sentido, el trabajo señala que nuevos modelos productivos y una reforma profunda de la agricultura y de los sistemas agroalimentarios son necesarios si América latina y el Caribe quiere aprovechar mejor la transformación tecnológica global que se está produciendo en todos los sectores.
Por lo tanto, para fomentar el crecimiento de los sistemas agroalimentarios de la región, se requiere de modelos sustentables e integrales, ajustados a los contextos locales, que promuevan la gestión integrada del agua y el suelo para aumentar la resiliencia, la productividad y la rentabilidad.
Los autores del estudio, cuyos resultados fueron volcados en un artículo publicado en la revista Nature Sustainability son Valeria Piñeiro, del IFPRI; Joaquín Arias, del IICA; Pablo Elverdin, del GPS; Ana María Ibáñez, del BID; Cristian Morales Opazo, de FAO; Steve Prager, de CIAT; y Máximo Torero, de FAO.
Fuente: Telam/Nuevas Energías.