Entre tantas embestidas el “Mr. President” decidió ir contra el lenguaje inclusivo. Muchos piensan que es una estrategia de distracción. Ataca con un tema polémico para que nos distraigamos y nosotrxs no prestemos atención a lo “relevante”. No es ingenuo el ataque que el gobierno realiza a las diferentes expresiones artísticas, al lenguaje inclusivo o a dar una disputa con una artista popular y masiva como Lali.
En estas columnas de opinión vengo desarrollando la importancia de las construcciones simbológicas y sensibles de nuestro entorno y cómo éstas generan realidades. Considero que la construcción estética, artística y cultural es trascendental, creo que es una de las bases para poder generar cambios profundos y que la sensibilidad es el punto clave de cualquier proceso.
Milei, el melenudo, lleva adelante una batalla cultural, genera grietas y antinomias en un país democrático. Una Argentina que igualmente tiene fuertes crisis de representación y cambios habituales en los códigos y leyes establecidas en el consenso. Esta fisura que existe desde el inicio de nuestra República y que en diferentes momentos de la historia se profundiza, hoy Milei, la coloca nuevamente en el ámbito de las redes sociales y con su plan de gobierno. Se ve que considera que tiene tierra fértil para sembrar mayor desunión, separación y cree que saldrá bien parado (la clara estrategia del “divide y reinarás”) y fogonea los sentimientos de odio y resentimiento que tiene una parte de la comunidad.
¿Recuerdan cuando se incorporó el lenguaje inclusivo a la sociedad y la gente salió a discutir diciendo que; por qué no se aprendía lenguaje de señas para colaborar a una mayor inclusión en vez de utilizar el todes? Bueno, esto lo hacían para disminuir la importancia de la aceptación de las diversidades. Lo realmente interesante es que ahora, la discapacidad, no es importante para quienes utilizaban este discurso y que ahora solo buscan un nuevo enemigo contra quien arremeter. La política de Estado es generar una guerra contra el lenguaje inclusivo, la discapacidad, los más vulnerables y contra quienes se quejen. Lo vemos, lo sentimos, lo padecemos.
El lenguaje inclusivo y la ESI no son una tontería o un capricho; porque discuten culturalmente lo que es avalado y lo que no. En un mundo, que podemos decir, que no es más resiliente que en otros tiempos, pero que permite la discusión de adquisición de derechos e igualdad. El lenguaje inclusivo busca incluir a las minorías, permite aceptar la diversidad de las personas y busca revertir una sociedad que solo incluía a algunos. La ESI, busca prevenir las vinculaciones violentas y de abusos en los diferentes ámbitos. Cuida a quienes son más vulnerables en esta sociedad, es decir a las niñeces. Les enseña cómo cuidarse, cómo vincularse de manera afectiva, conocer su cuerpo y dar aviso en caso de abuso sexual, de abuso físico, de violencia familiar, escolar, etc. De alguna manera profundiza la tolerancia de las personas y la vinculación amorosa entre ellas.
El lenguaje muta, discute con la hegemonía, con la academia. En la apropiación de éste discutimos el entorno que nos rodea. Cada territorialidad, cada identidad se vislumbra en el nuevo uso del idioma y transforma a través del impacto social de las palabras una nueva realidad. Siempre hay resistencia, hay conservadurismo cuando suceden estos acontecimientos, pero también es cierto que la convivencia del lenguaje inclusivo con nuestra sociedad ya había ganado tolerancia en ella.
En este nuevo paradigma en el que nos coloca el gobierno, no resulta casual la virulencia y la reafirmación del lenguaje formal, aceptado por la RAE, y en el mismo sentido, la estimulación para hablar en masculino. Detengámonos a pensar ¿por qué los colonizadores quisieron establecer su lengua como la lengua madre en nuestro territorio? o ¿por qué el Ingles está establecido como segunda lengua en los países que no son anglosajones? Es un método de colonización y de establecimiento de nuevas normas en las sociedades, la lengua es parte fundante de nuestra cultura. La utilización obligatoria de la O para hablar de la totalidad de las personas implica la negación de un grupo (en el caso de las mujeres, de la mitad de la población). Querer prohibir el lenguaje inclusivo para referirse a los diferentes grupos humanos, también tiene un carácter por lo menos cipayo y de una mente colonizada. Es volver a recordarnos que tenemos que utilizar el idioma en la forma que se nos fue impuesta, no tenemos potestad por sobre él. De la misma manera que lo hicieron los colonizadores con nuestros antepasados. Además, se promueve un mensaje de odio. Esta batalla cultural se da en un momento donde la política del gobierno no tiene apoyo y hay una caída en la imagen de Milei. Considero, que coloca este tema en agenda, no para distraer, sino para profundizar la enemistad del pueblo. El clásico, “pobres contra pobres”.
El odio y el amor tienen una gran potencia de acción. Pero es en el odio por el otro donde el presidente decide dar su batalla. Nos obliga a volver a discutir entre nosotrxs. Él necesita que nos peleemos. En este plan gubernamental todxs sobran. Aunque algunxs creen que no serán los atacados. El gobierno reparte la falopa del desprecio, porque enceguece y permite buscar el malestar en un otrx distinto y no en las políticas que sufre. El enemigo es el/la/le vecinx.
La reflexión que nos queda por hacer es ¿cómo contrarrestamos este ataque?
En mi opinión, tendremos que ser insurrectos con la norma y seguir utilizando el inclusivo pero además tenemos que reorganizar la masa y ampliarla. Debemos dar una discusión más humana, más sensible, con mayor entendimiento del malestar en la historia del otrx. Hoy la discusión no puede ser en los términos que el presidente propone es decir, de orcos contra personas de bien. Hoy la discusión no puede ser desde el fanatismo o el desprecio. Tiene que ser desde un lugar más humano, más sensible, con la capacidad de entendimiento del otro. Alimentar a la violencia implica teñir nuestro existir en un mundo más hostil, más infeliz y solitario. Debemos discutir y ampliar porque la masa tiene que engrosar en las calles, pero sobre todo, porque hay una discusión mayúscula y es la construcción colectiva y amorosa contra el individualismo y la ley de la selva.
Lucía Natividad Díaz – Iguales