LA NUEVA RUTA DE LA SEDA, EL PROYECTO MÁS AMBICIOSO DE CHINA A ESCALA PLANETARIA

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Con la adhesión argentina, son 145 los países que firmaron el memorándum para adherir a la Iniciativa de la Franja y la Ruta; la estrategia del gigante asiático para expandirse como potencia

La Argentina es el vigésimo país de la región en adherir a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (llamada también Nueva Ruta de la Seda), el gigantesco proyecto de inversión internacional con el que China pretende facilitar el comercio y proyectar su influencia global. La Nueva Ruta de la Seda fue presentada en 2013 por el presidente chino Xi Jinping, como una propuesta para impulsar corredores económicos, políticos y sociales entre distintos países del mundo.

La iniciativa supone la modernización de aquella mítica ruta de la seda que entre los siglos IX y XV unió a Europa y Asia, ahora con trenes de alta velocidad donde hubo camellos, y tecnología de punta en lugar de porcelana. El objetivo explícito es el de contemplar acuerdos de financiamiento, donde el centro lo ocuparán las grandes compañías chinas en los sectores de energía, construcción o telecomunicaciones, a la par de la consolidación de una arquitectura con una mayor interconexión entre las economías emergentes y en desarrollo. Tal y como destacan en el país asiático, así se lograría garantizar un intercambio comercial más fluido, con beneficio mutuo e inclusividad, profundizando patrones de relación Sur-Sur.

Según analistas internacionales, fueron varios los factores que llevaron a que el proyecto más ambicioso impulsado por China ganara cada vez mayor protagonismo en el escenario global: desde la persistencia de situaciones de vulnerabilidad en el Sur global y un orden internacional cada vez más inestable, en el marco de la presidencia estadounidense de Donald Trump, hasta una cada vez mayor ponderación de la Iniciativa por parte de los propios líderes del Partido Comunista de China.

Es así que, con la inclusión de la Argentina, y a partir del viaje de Alberto Fernández, son 145 los países (40% del PBI global) que ya firmaron el Memorándum de Entendimiento para adherirse a la Nueva Ruta de la Seda. Se tratan de 44 naciones de África (81% del continente), 42 de Asia (93%), 29 de Europa (61%), 20 de América Latina y el Caribe (59%) y 10 de Oceanía (62 %). En todos estos países, China firmó acuerdos de cooperación en materia económica, sanitaria, cultural, digital, medioambiental, entre otras áreas.

Así y todo, son varias las ausencias importantes al momento de repasar la lista. Una de ellas es la de la India, que se rehusó en varias oportunidades a legitimar la Iniciativa. Es que el segundo país más poblado del mundo y vecino de China tiene importantes disputas fronterizas con el gigante asiático.

Tampoco firmó el memorándum Japón, otro de sus vecinos de mayor peso económico y miembro, a su vez, del G7. Ningún otro país de ese grupo mostró interés en hacerlo, salvo Italia que logró ingresar en 2019. Grandes potencias económicas como Alemania, Francia y el Reino Unido no son parte de la Nueva Ruta de la Seda, como tampoco lo es Estados Unidos, que califica al proyecto como una estrategia de China para generar dependencia en los países más necesitados.

Para muchos especialistas en política internacional, sin embargo, no es injusto que China pretenda la porción más grande de la torta porque es suya la idea y el ímpetu, al soportar el grueso de la factura y de los riesgos. Aunque los críticos insisten en la “trampa de la deuda” en la que caen algunos países al aceptar alegremente sus infraestructuras.

LA NACION

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