MÁS ALLÁ DE LA MATRÍCULA: EL IMPACTO POSITIVO DE LAS UNIVERSIDADES EN LA ECONOMÍA

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Hay que dimensionar el asunto universitario. Según los datos de la Subsecretaría de Políticas Universitarias, en 2022 se encontraban matriculados unos 2.5 millones de estudiantes –el 68% de los nuevos inscriptos en ese año eran primera generación–. Ese número no dejó de crecer en los últimos 40 años, hacia 1985 la matrícula alcanzaba únicamente a 590 mil estudiantes.

Las universidades nacionales públicas concentran al 80% de esos estudiantes. A nivel regional esas cifras se mantienen, son un poco menores en el Cuyo y en el Centro (Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos) en torno al 75%, en el NEA, NOA; en Buenos Aires –excluyendo el AMBA– ronda el 85%; y en la Patagonia 97% de la matrícula es pública. Volvemos a esto más adelante.

Quienes sostienen este entramado educativo son los 220 mil trabajadores de la educación superior: la mayor parte son docentes (el 67%), seguidos por los no docentes (26%), por trabajadores de preuniversitarios y por las autoridades. Seguro lo sepas, pero es bastante usual que los docentes trabajen en más de una universidad o que tengan más de un cargo porque los salarios no son los más espectaculares del mundo. En total, hay 220 mil cargos docentes, es decir 1,5 cargos por persona.

Todas estas personas –sacando el 20% que estudia en las universidades privadas– habitan las 57 universidades nacionales que están distribuidas por el país: 22 fueron creadas en la última década.

¿Qué explica el aumento de los estudiantes y de las universidades? Por un lado, existió una decisión política de crear nuevas universidades, bajo la idea de que la cercanía a los núcleos urbanos relegados facilita la inserción universitaria de los habitantes de esas zonas. Por otro lado, en 2006 se estableció la obligatoriedad de la educación secundaria a nivel nacional con la sanción de la Ley de Educación Nacional (Ley 26.206). Es decir, se expandió tanto la oferta educativa, por el lado de las nuevas universidades, como la demanda, por la mayor cantidad de estudiantes secundarios recibidos. Asimismo, la obligatoriedad secundaria estableció un nuevo piso sobre el cual diferenciar los requisitos de empleo, se volvió usual con los años que las búsquedas de empleo más sencillo pidan título secundario y de forma más frecuente un título universitario o su cursada.

Universidades en todas partes 

Ahora bien, ¿cuál es la relación entre la universidad y el mundo productivo? En primer lugar, la gratuidad universitaria asegura que los puestos de trabajo que requieren un título universitario no deban remunerar necesariamente el costo de los estudios. ¿A qué me refiero con eso? Supongamos que el costo de vida usual es 100, pero una persona para cursar sus estudios se tuvo que endeudar y debe pagar 10 adicionales. De mínima va a tener que buscar un trabajo que le pague 110 (los primeros 100 para cubrir su vida y los otros 10 para pagar su deuda). En Argentina, la gratuidad universitaria, asegurada por el pago de impuestos de la población en su conjunto, abarata indirectamente el costo de la fuerza de trabajo. Es decir, en parte quienes emplean trabajadores universitarios se ven favorecidos por este esquema. Eso no quita que los empleados que hayan cursado estudios superiores tengan un salario mayor, pero no se debe a la necesidad de pagar un crédito. 

En segundo lugar, seguro te encontraste con quienes plantean que el problema de la universidad no es tanto el ingreso, sino la baja tasa de egreso. Más allá de que esta afirmación pueda ser matizada o discutida, esconde detrás una fuerte aseveración: si no te egresas, ir a la universidad no sirve. Sin embargo, la complementación de los estudios obligatorios con otros más focalizados en un área de expertise permite a muchas personas incorporarse a puestos de trabajo de mejor calidad que aquellos a los que podrían haber ingresado únicamente con el secundario. Si lo anecdótico sirve como ejemplo, conozco muchos programadores por mi recorrido laboral que nunca se recibieron –muchos solo hicieron pocos años de sus carreras–, ingenieros que comenzaron a trabajar y demoraron sus estudios, contadores y docentes a los que les ocurrió lo mismo, etc. Eso no quita que terminar la universidad sea mejor que no terminarla, pero el simple hecho de cursar estudios superiores habilita una mayor y mejor oferta laboral.  

Pero, más allá de la cuestión meramente ligada al capital humano, existen otros efectos de las universidades sobre nuestra economía. En este artículo, Kevin Gastón Mansilla, economista de la Universidad Nacional de Córdoba, estima –de una manera bastante rigurosa– que la presencia de universidades a lo largo del país tiene un efecto positivo en el producto per cápita de esas regiones. Además, no solo se limita el efecto a la zona en la que se encuentra la universidad, también tiene un efecto positivo sobre el producto de los territorios aledaños.  

Si bien en el artículo no se plantean razones por las cuales esto sucede, podemos hacer el ejercicio de pensar algunas posibilidades. Por un lado, el hecho de tener una universidad más cerca permite que las personas no se tengan que desplazar tanto para estudiar sus estudios superiores, posibilitando en algunos casos que lo hagan –considerando el contexto de salarios deprimidos en el que nos encontramos hace años, resulta clave–. Eso, además, estimula la vida en las ciudades intermedias, como cuenta acá Fede Poore de #UnaCalleMeSepara.

Por otro lado, las universidades no son independientes de su contexto, de las comunidades que las rodean, sino que existen interacciones entre la sociedad y el ámbito académico, que puede materializarse en una oferta de cursos y programas más apegados a la realidad local. Es decir, pueden surgir sinergias entre la universidad y las características de los lugares donde se encuentran emplazadas. 

Finalmente, no se trata únicamente de la oferta académica, la universidad trae consigo, en muchos casos, otras instituciones del sistema científico que pueden nutrir la producción local de nuevos conocimientos, incentivar la innovación y brindar apoyo ante necesidades puntuales que surjan. Algunos de estos temas son abordados en este libro, si te interesa avisame.

Este tipo de dinámicas quizás se ve opacada en los grandes centros urbanos, dado que las dinámicas universitarias y productivas son otras, pero saliendo un poco de las grandes universidades (UBA, UNC, UNR y algunas más), el vínculo entre la producción, la comunidad y las universidades es mucho más fluida. 

Te dejo algunos ejemplos que ilustran esto: 

  1. La última entrega de este newsletter sobre Puerto Madryn; 
  2. Esta nota al rector de la Universidad Nacional de Moreno sobre el rol en el territorio; 
  3. Esta charla entre Tomás Bril y Emiliano Fernandez Recalde sobre desarrollo regional donde se habla del rol que tuvo la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN) para Tandil. 

Plata hay, lo que faltan son voluntades

El presidente Javier Milei aclaró que no está puesta en duda la continuidad de la educación universitaria pública y gratuita, aunque ratificó sus críticas afirmando que es un esquema que favorece a los ricos y que la ley de financiamiento vetada, no se promulgó por la falta de una partida presupuestaria de donde salieran los fondos. 

Veamos un poco esto. La vetada Ley de Financiamiento de las universidades nacionales proponía la actualización de los recursos para las universidades destinados a gastos de funcionamiento siguiendo la inflación, así como su actualización bimestral, de forma tal de garantizar que las casas de estudio pudieran cubrir esos costos. Además, proponía la recomposición del salario de los docentes y no docentes universitarios, que hoy se encuentra cerca de un 23% por debajo de los valores de noviembre de 2023. 

En conjunto, estas modificaciones presupuestarias significaban el aumento del gasto público similar al 0,14% del PBI, según las estimaciones de la Oficina de Presupuesto del Congreso. Puede parecer un número bastante elevado, pero si se lo compara con la baja de las alícuotas de Bienes Personales de la Ley Bases (0,7% del PBI) o lo que el Estado resigna de cobrar impuesto a las ganancias a los jueces, según el Presupuesto 2024 (0,16% del PBI). Sin ir más lejos, el presupuesto que se buscaba aprobar para la SIDE de 100.000 millones de pesos es casi un cuarto de la recomposición del salario docente. En otras palabras, la plata está…

Pero, supongamos que confiamos en la palabra de la máxima autoridad del país, las universidades seguirán siendo públicas y gratuitas, pero ¿con eso alcanza? Es ahí donde está el gran tema. Te decía antes que, por lo general, los docentes universitarios no cobran mucho, no te digo que es históricamente así, pero sí al menos hace varios años. Si nos comparamos con otros países de la región, tal y como hicieron la Universidad Nacional de Río Negro y la de San Martín, el sueldo docente en Argentina es sustantivamente menor –cuando comparamos cargos docentes titulares con exclusividad– al de sus pares. 

 

Eso sumado a la pérdida salarial de los últimos meses fortalece una situación de multitasking por parte de los docentes universitarios, que deben tomar muchos cursos o tener como trabajos principales otras tareas, siendo la docencia un extra. ¿Por qué esto es un problema? Llevemoslo a la diaria de cada uno, mientras más cosas se tienen para hacer, se va a estar más disperso y con menos tiempo para dedicarle a las actividades, lo que repercute en la calidad de las clases, su preparación y la actualización de la currícula. Todos aquellos que ejercemos la docencia universitaria nos damos cuenta de esto y lo sufrimos diariamente, llegando el extremo de que hay quienes lo consideran un hobby o una actividad altruista. 

Para que te des una idea del impacto del ajuste presupuestario, te dejo este gráfico de Argentina en datos, que muestra la de las transferencias a universidades como porcentaje del PBI. Tanto en 2024 como el proyectado 2025 nos deja en niveles del 2006, antes de la creación de gran parte de las 22 universidades que se crearon esta década.

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