YO NO QUIERO HACERME CHETO, QUIERO HACERME MILLONARIO

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L-Gante es probablemente una de las personas de mayor ascenso mediático en este último tiempo, combinando su éxito musical con el roce de la política, a partir de varios intercambios recientes (éste, el de Cristina Fernández de Kirchner o su discusión con la concejala de Rosario).

La razón, en mi opinión, es porque este cantante representa a uno de los sectores de mayor envergadura que más fue relegado en este último tiempo: los pibes y pibas provenientes de la marginalidad. La llegada de L-Gante permitió visibilizar un mundo que está ahí hace tiempo pero que buena parte de la sociedad, incluida la política, se negaba a reconocer. Quizás, esta negación tenga algo de autocomplacencia, en el sentido de no querer reconocer algo que se venía gestando en los últimos años y que la pandemia terminó de materializar: la fractura de la sociedad en dos grandes polos que, en términos estrictamente económicos, podríamos llamarlos el informal y el formal.

40-60

A estos dos grandes polos podemos cuantificarlos, 40% y 60%, respectivamente. Como habrán adivinado, esto viene a colación del dato de la pobreza que publicó la semana pasada el INDEC. Actualmente, el 40% de la población (alrededor de 18,6 millones de personas) vive por debajo de la línea de la pobreza. Esto significa que el ingreso de esas personas (o familias, porque en realidad se mide por hogar, ver la metodología acá) no alcanza a cubrir un conjunto de bienes y servicios que reflejan las necesidades mínimas de vida (alimentación, vestimenta, educación, salud, transporte, etc.), definidos por la Canasta Básica Total, que actualmente se ubica en $63.000.

Si bien la cantidad de personas por debajo de la línea de la pobreza se redujo respecto del semestre anterior (que había sido del 42%), lo preocupante es que se mantuvo casi en el mismo nivel del año pasado, explicado más que nada por el flojo repunte de los ingresos en tándem con la aceleración inflacionaria que se dio en los primeros meses de este año. Como se puede ver en el gráfico a continuación, la pandemia provocó un aumento de 5,5 puntos en la tasa de pobreza, que ya venía de otro fuerte aumento de 8,1 puntos durante el último año de la gestión de Cambiemos.

Pero un dato que me resulta igual o más relevante y que pasó mucho más desapercibido fue, precisamente, el de la pobreza en los más jóvenes. En la actualidad, más de la mitad de los niños y las niñas de la Argentina se encuentra por debajo de la línea de la pobreza, mientras que entre los de 15 a 29 años es un poco menor. Esto contrasta fuertemente, por ejemplo, con la cantidad de personas ancianas (65 años o más) que están en la misma situación.

Este punto para mí nunca termina de internalizarse en la sociedad, la política y los medios. La caída de los ingresos de las personas mayores sin dudas debe ser un tema de preocupación, nadie está diciendo lo contrario. Pero de mucha mayor gravedad es la situación de los jóvenes, no solo por la magnitud del problema, sino porque son el futuro del país. Cada día que se mantienen por debajo de la línea de la pobreza no solo se reducen sus posibilidades individuales de progresar, sino que también se ven afectadas las capacidades productivas de la economía en su conjunto. Hay evidencia de sobra que muestra que la pobreza en la vida temprana de las personas puede tener efectos duraderos. Por ejemplo, la malnutrición afecta el desarrollo y las capacidades de aprendizaje y también aumenta los riesgos en la salud.

En efecto, uno de los canales más importantes es el de la deserción escolar. Como surge de este reciente trabajo publicado por el Observatorio de Argentinos por la Educación, el 93% de las personas mayores de 25 años terminó la primaria pero solo el 58% terminó el secundario. Sin embargo, el panorama se vuelve más acuciante al desagregar por nivel de ingresos. Como se desprende del gráfico a continuación, mientras que en el estrato de mayores ingresos casi la totalidad (98%) termina el primario, en el decil de menores ingresos esto se reduce 10 puntos. Más grave aún es la situación en el secundario, donde solo el 32% de las personas en el estrato más bajo termina sus estudios, frente al 87% entre los ingresos más elevados. Todo esto se traslada a los estudios superiores, donde la probabilidad de terminar la universidad entre las personas de menores ingresos es mínima (2%), mientras que llega al 51% en los ingresos más elevados.

Con lo cual, a medida que aumenta la pobreza entre los jóvenes, se reducen sus probabilidades de alcanzar niveles educativos elevados y, por ende, de lograr una mejor inserción laboral en el futuro y mayores ingresos.

La urgencia del largo plazo

Toda esta situación se vio agravada por la pandemia y la duración de la virtualidad en las escuelas. Como estima acá Agustín Claus, en 2020 se habrían desvinculado de la escuela inicial, primaria y secundaria alrededor de 1,5 millón de estudiantes (lo que representa aproximadamente el 10% del total). Ese guarismo se habría reducido a 450.000 en lo que va de este año, según el ex ministro de educación Nicolás Trotta, con la vuelta gradual de las clases y algunas medidas específicas apuntadas directamente a recuperarlos. De todas maneras, sigue siendo mucho. Y, como vimos, el problema es que es muy probable que una buena parte de esos estudiantes no retomen sus estudios y pasen a elevar el porcentaje de deserción.

Asimismo, tampoco parece tentador el regreso a las aulas al ver la situación del mercado laboral que les espera: sueldos bajos y mucha competencia dado el elevado nivel de informalidad y desempleo. El futuro de este medio país es lo que hoy está en juego y no parece que sea la prioridad asegurárselos. No piden nada raro, educación y trabajo. Hay que devolverles esa esperanza.

¿Más economía?

Va el resumen del panorama económico a partir de los datos que salieron durante la última semana: en julio, se mantuvo la recuperación de las ventas en supermercados y shoppings, mostrando en ambos casos un incremento respecto del año anterior. La cantidad de personas por debajo de la línea de la pobreza es del 40,6%, mostrando una leve reducción respecto del semestre anterior. Los salarios privados y públicos le ganaron a la inflación, mientras que los del sector informal se mantienen por debajo. Los datos del mercado cambiario de agosto empezaron a mostrar las tensiones típicas que se observan en la segunda parte del año, cuando se termina la liquidación de divisas del agro. La nota completa la podés leer acá.


Juan Manuel Telechea | Cenital

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