Los gobiernos de Argentina, México, Chile y Costa Rica, con el apoyo de la Unión Europea, pidieron públicamente una postergación de la elección hasta el año próximo.
Tras meses de negociaciones, pedidos de postergación, rechazos públicos y una creciente tensión entre el candidato de Estados Unidos y su virtual competidor de Argentina, el futuro político del Banco Internamericano de Desarrollo (BID) está en manos de un grupo pequeño de indecisos a solo una semana de la votación.
Canadá, 16 países europeos, Perú y Uruguay son considerados hoy los Gobiernos con posiciones mixtas o que no se proclamaron públicamente y, por eso, aún podrían sumarse a la opción apoyada por Argentina para forzar una postergación y realizar la elección cuando quizás hayan cambiado los aires políticos en Washington.
El malestar de un grupo de países de la región quedó esta semana nuevamente al desnudo cuando la candidata no oficial de Costa Rica, la expresidenta Laura Chinchilla, anunció que no se presentará finalmente a la elección.
“Estoy convencida de que llevar a cabo la elección en este momento no ayudará a construir el clima de cooperación necesario para que el BID pueda desplegar todo su potencial y fomentar el diálogo y la convergencia entre las naciones de nuestra región que permitan enfrentar con mayor éxito las complejas tareas que se avecinan”, escribió en una carta a su Gobierno, publicada también en su Twitter.
En junio, el Gobierno de Donald Trump sorprendió a muchos aliados y críticos de la región cuando rompió con una tradición de más de 60 años y presentó un candidato propio para esta elección, su actual asesor para América Latina el cubano-estadounidense Mauricio Claver-Carone.
Pese a cosechar rápidamente una mayoría de apoyos, la aparición de Claver-Carone no frenó la campaña de Alberto Fernández para impulsar a su secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, como el próximo titular del BID.
Mientras Chinchilla decidió bajarse el jueves, el Gobierno argentino aún no tomó una decisión sobre la candidatura de Béliz y tiene hasta el jueves próximo para hacerlo.
La decisión, básicamente, depende de si consiguen postergar la elección del próximo fin de semana, que se realizará de forma virtual en una Asamblea de Gobernadores, como se llama a los representantes (ministros de Hacienda o presidentes de Bancos Centrales) de cada uno de los 48 Estados miembro.
Salvo una sorpresa de último momento, Estados Unidos posee hace meses las dos mayorías necesarias para ganar la elección: la mayoría absoluta del llamado poder de voto de todos los Estados y la mayoría absoluta de los Estados miembros del continente americano, es decir, 15.
Pese a este abrumador apoyo, expresidentes y excancilleres, inclusive algunos férreos aliados de Washington, criticaron la decisión de Estados Unidos de presentar un candidato propio para el BID, una institución clave para el acceso al financiamiento externo de los países latinoamericanos, sobre todo en los momentos más difíciles, como la actual pandemia y crisis económica mundial.
Los préstamos del BID son una constante en los proyectos de desarrollo social y económico -con un foco especial en los sectores más vulnerables- y modernización de los Estados latinoamericanos y caribeños.
En este contexto de creciente polarización, los Gobiernos de Argentina, México, Chile y Costa Rica -con el apoyo de la Unión Europea (UE)- pidieron públicamente una postergación de la elección hasta el año próximo.
De concretarse este pedido, la elección del nuevo titular del BID se realizaría después de las elecciones estadounidenses de noviembre, en las que la reelección de Trump no parece asegurada.
El mes pasado, un vocero de la campaña de su rival, el exvicepresidente Joe Biden, envió un claro guiño al grupo que se opone a la designación de Claver-Carone: “El nominado de Trump para el Banco Interamericano de Desarrollo es como la mayoría de sus nominados: sobreideologizado, subcalificado y en busca de un nuevo trabajo para después de noviembre.”
Hace apenas tres semanas, Estados Unidos ratificó su apoyo mayoritario y firmó junto a 16 países de América Latina y el Caribe un documento público para rechazar una postergación.
Sin embargo, al Gobierno argentino y sus aliados les queda una opción: Estados Unidos aún no tiene asegurado el quórum requerido para poder votar.
El reglamento del BID establece que para poder votar debe estar presente la mayoría absoluta del total de gobernadores y, además, eso debe incluir la mayoría absoluta de los Estados del continente americano y representar al menos las tres cuartas partes del poder de voto de toda la institución.
En otras palabras, primero, para poder votar deben estar presentes al menos 25 Estados miembro, de los cuales al menos 15 deben ser americanos.
Estados Unidos más los 16 países firmantes de la región del último comunicado suman 17 gobernadores. Es posible que se les unan aliados como Corea del Sur, Reino Unido, Israel y no está claro si Uruguay, un país que apoyó a Claver-Carone pero luego no firmó el rechazo a la postergación de la elección.
Incluso no se descartan sorpresas con un eventual apoyo de Costa Rica, tras la salida de Chinchilla.
Pero aún con Uruguay y Costa Rica, Estados Unidos necesitará de la presencia de algunos de los Estados hoy considerados indecisos: Canadá, los países miembros de la UE, Suiza y Perú.
Estos países no solo definirán si Estados Unidos alcanza el quórum de 25 gobernadores, sino también si consigue reunir el de los tres cuartos del poder de voto total del banco.
Actualmente, los países que piden una postergación suman más del 21% de este poder de voto, sin contar a la UE ya que las declaraciones del alto representante para la política exterior del bloque, Josep Borrell, no son consideradas una posición oficial.
Este grupo solo necesita el apoyo de algunos países europeos o de Canadá para superar el 25,1% necesario para bloquear la votación.
Pero convencerlos no será fácil.
La mayoría no ha tenido una buena relación con Trump, pero retirarse de una asamblea multilateral (o desconectarse en tiempos de pandemia) para no dar quórum es un gesto político más duro que emitir un voto disidente en una elección ya ganada, especialmente si esto significa herir el ego de un aliado sumamente volátil y en una pulseada en la que ni la UE ni Canadá se juegan sus intereses estratégicos.
Telam