VACUNAS CONTRA EL CORONAVIRUS: ENTRE LAS PAUSAS Y LAS APROBACIONES DE EMERGENCIA

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Mientras que algunas farmacéuticas han pausado sus ensayos en Fase III por daños colaterales en alguno de sus voluntarios, otras aprietan el acelerador y buscan la aprobación de emergencia antes de fin de año. La perspectiva de los investigadores locales.

Aunque en la OMS se han inscripto casi 200 vacunas, son pocas las corporaciones que desarrollan los ensayos clínicos en fase III y cuentan con las mejores posibilidades. Mientras algunas –como Johnson & Johnson esta semana y AstraZeneca el mes pasado– debieron pausar sus ensayos para estudiar complicaciones y el desarrollo de afecciones inexplicables en algunos de sus voluntarios; otras, como Pfizer y Moderna, se apresuran a conseguir una autorización de emergencia para distribuir sus dosis en la población lo más rápido posible. En el medio, las presiones políticas del propio presidente de Estados Unidos que busca su reelección a toda costa. A continuación, se ofrece un panorama con las marchas y las contramarchas que se deslizan en un escenario dinámico; una competencia abierta entre gigantes del universo biotecnológico y de la salud que no se resignan a quedar afuera del podio.

Las que pausan

“De las vacunas que se están desarrollando, a mi entender, hay algunas que tienen mejores perspectivas. Por ejemplo, las que utilizan virus inactivado, una tecnología más antigua pero mucho más robusta y segura porque ya se ha probado para otras enfermedades. Me refiero al caso de las chinas SinoVac y Sinopharm –la empresa estatal que está probando en Argentina–. Luego hay otras que emplean métodos más modernos. La de AstraZeneca, por caso, utiliza un vector viral, adenovirus (que comúnmente causa resfrío), al que se le agrega una cobertura con componentes del Sars CoV-2”, describe Mario Lozano, virólogo del Conicet y ex rector de la Universidad Nacional de Quilmes. Después continúa con la enumeración para completar el panorama: “Por último, están las más novedosas de todas: aquí se ubican las de Pfizer y Moderna, que tan solo usan una parte del genoma viral (ARN mensajero). Se les tiene mucha confianza porque se podrían fabricar de forma muy barata pero se desconocen realmente cuáles podrían ser los efectos secundarios”.

En este marco, algunas han experimentado breves interrupciones. El lunes pasado la farmacéutica Johnson & Johnson anunció la pausa temporal de sus pruebas porque uno de los postulantes había exhibido “una enfermedad inexplicable”. Estaba siendo testeada en más 60 mil personas de 200 localidades de Estados Unidos y de otras naciones como Brasil, Chile, Colombia, México, Perú, Sudáfrica y Argentina, que iniciaría con la convocatoria en breve. Hoy el acontecimiento está siendo evaluado por una junta médica independiente. A principios de septiembre, AstraZeneca comunicó que había decidido suspender su Fase III porque una de sus voluntarias en Reino Unido había desarrollado mielitis transversa –una enfermedad que afecta al sistema nervioso– luego de la inoculación. Estaba siendo evaluada en 50 mil participantes de Brasil, Reino Unido, Sudáfrica y Estados Unidos. Al poco tiempo, como su vida no estaba en peligro y fue dada de alta, el procedimiento se reanudó, salvo en EEUU.

Los efectos adversos, en la abrumadora mayoría de los casos, son menores: un dolor de cabeza o unas líneas de fiebre suelen ser los más corrientes. No obstante, que algún voluntario desarrolle una enfermedad más grave constituye una situación “esperable” en cualquier diseño normal de vacuna. El desarrollo de una tecnología tan compleja está plagado de marchas y contramarchas. De hecho, con ese propósito se realizan los ensayos: para que el producto final sea lo más seguro y eficaz posible.

“Los estudios en Fase III involucran a decenas de miles de personas. Que en un grupo de 25 mil voluntarios, haya una o dos personas con alguna complicación es algo esperable. Si nosotros mañana seleccionáramos a 25 mil personas de la calle y realizáramos un seguimiento, también sería posible encontrar a dos o tres individuos que a lo largo de meses desarrollen algún problema. Ya sea un infarto, o una enfermedad, lo que sea. Los problemas no se detectan en las Fases I y II porque las pruebas son con menos postulantes”, explica Jorge Geffner, doctor en Bioquímica e Investigador Superior del Conicet. Luego, ofrece una cuota de optimismo para con los desarrollos que se realizan en el presente. “Hasta el momento, si uno suma la cantidad de voluntarios para todas las candidatas, estamos hablando de miles y miles de vacunados, de los cuales muy poquitos exhibieron alguna reacción adversa. Es una muestra fehaciente de que el estándar de seguridad en general viene funcionando muy bien, aun cuando los protocolos de base de cada una de las farmacéuticas las obligan a interrumpir sus inoculaciones, informar e investigar ante el registro de alguna anomalía. Confío en que el mundo producirá opciones seguras, desde mi perspectiva, no hay razón para dudar hasta el momento”.

Los equipos científicos detienen por completo el proceso porque los protocolos deben ser lo más exigentes posible. De lo contrario, resulta muy difícil que, una vez concluida la Fase III, la tecnología sea aprobada para su uso masivo por los organismos de monitoreo y control (Anmat en Argentina, FDA en EEUU). Es posible, además, que la patología pueda haberse desarrollado por efectos de la vacunación o no. Tal y como sugiere Geffner, cuando los voluntarios son decenas de miles, analizar qué ocurre con cada uno es mucho más complejo que hacerlo cuando las pruebas apenas son con 100 o 200 personas.

Frenar el protocolo cuando hay problemas es crucial. El propósito es que un equipo de especialistas externo a las instituciones que diseñan y prueban la droga, pueda extraer sus propias conclusiones al respecto. ¿Cómo sigue el procedimiento? Un comité de expertos evalúa las situaciones con detenimiento para especificar los detalles del suceso y chequean si otro de los postulantes experimentó reacciones adversas similares. Luego de un examen exhaustivo, deciden si es posible proseguir o si deben frenar el desarrollo de la vacuna.

Desde aquí, plantea Geffner: “No debemos perder de vista que las vacunas son tecnologías que demoran unos 10 o 12 años en desarrollarse y ésta se está fabricando en un par de meses. Lo que aún es una incógnita es a qué porcentaje de la población protegerá, si su eficacia llegará al 50% o al 90%. Si protegiera a la mitad de los habitantes del planeta ya implicaría una excelente noticia, por supuesto. Más teniendo en cuenta las segundas oleadas del virus en Europa. En Madrid, por ejemplo, el 80% de las instituciones de salud no tienen disponibilidad de camas, cuando hace un mes y medio se creía que lo peor ya había transcurrido”.

Las que buscan aprobar de emergencia

“Podríamos saber si nuestra vacuna es efectiva o no a finales de octubre”, escribió Albert Bourla, el director ejecutivo de Pfizer en una carta abierta difundida en el sitio oficial de la firma. Por este motivo, en noviembre, anunció que solicitará la autorización de emergencia para aprobar su vacuna contra el coronavirus en Estados Unidos. Junto a la firma alemana BioNTech, la droga está siendo probada en Brasil, Estados Unidos, Alemania y Argentina. A nivel local, los ensayos en fase III son realizados en el Hospital Militar de CABA y coordinados por el doctor Fernando Polack de la Fundación Infant.

Moderna es la otra farmacéutica de EEUU que busca aprobar su alternativa hacia fines de noviembre para ser distribuida de inmediato. Donald Trump estableció un acuerdo con la farmacéutica para recibir 100 millones de dosis. Mediante el pacto, cerrado en agosto, los ciudadanos de aquel país podrán recibirla sin costo alguno. Para su fabricación, la corporación biotecnológica trabaja en colaboración con el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EE.UU. Desde el 27 de julio, se realizan ensayos clínicos de Fase III para evaluar la seguridad y la eficacia. 30 mil voluntarios distribuidos en 89 centros a lo largo y a lo ancho del país reciben sus dosis y Anthony Fauci, el reconocido epidemiólogo y asesor de la Casa Blanca, cree que podrá llegar a la ciudadanía incluso antes de fin de año.

“Las vacunas crearán un mundo distinto, un escenario transformado desde todo punto de vista. Pensemos que si vacunamos a los profesionales de la salud y a los mayores de 65 años, estamos protegiendo al sector más vulnerable y entonces se modificaría de forma positiva el horizonte. La aprobación de emergencia debe realizarse tras conocer los resultados de la Fase III, si Pfizer los difundirá en octubre no habría inconveniente en que inicie con la distribución en noviembre. Pero, en este afán, el rol de los comités de expertos independientes y la FDA será vital para analizar los resultados obtenidos”, precisa Geffner. Al respecto, también opina Lozano. “Las opciones de Pfizer y Moderna son las más novedosas. Si uno tuviera que decidir qué vacuna comenzar a distribuir masivamente y de emergencia, sería la china. Porque emplean mecanismos y procedimientos ya conocidos por la comunidad científica. Pfizer está ensayando un producto que si bien tiene muchas ventajas, aún no se ha probado a gran escala para ninguna otra patología”.

En ambos casos, si las pruebas clínicas en curso son concluyentes, las compañías podrían recibir el visto bueno de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), que habilitará su distribución entre los habitantes del país. La FDA tendrá en cuenta tres requisitos fundamentales: que sean seguras, que sean efectivas y que puedan ser fabricadas a gran escala. Desde este punto de vista, el organismo regulador comunicó que requerirá, al menos, de dos meses de datos que comprueben su seguridad antes de autorizar el uso de emergencia.

Tanto Pfizer como Moderna estarían en condiciones de iniciar con la distribución local antes de fin de año, porque ya habían comenzado con la producción de miles de millones de dosis desde hace algún tiempo. Hay que recordar que las grandes biotecnológicas del mundo deciden tomar el riesgo –empezar con la producción previo a concluir la Fase III de ensayos– porque de ser aprobada, perderían mucho tiempo en distribuirla si tuvieran que fabricarla de cero apenas recibieran la aprobación.

Trump y las elecciones

¿Por qué Estados Unidos busca comenzar a distribuir sus vacunas? Si bien este interrogante no puede saldarse a partir de una sola respuesta, hay un motivo que no puede perderse de vista. Se acercan las elecciones, Donald Trump busca su reelección y contar con una solución para la pandemia global posicionaría a su gobierno en un sitio más auspicioso respecto del que actualmente se encuentra. Bajo esta premisa, sostiene Lozano: “aprobar cualquier vacuna tan rápido solo se justifica a partir de la necesidad política que tiene el gobierno de Trump. De seguro debe estar presionando a las compañías de bandera para poder presentar resultados antes de las elecciones de inicios de noviembre”.

pablo.esteban@pagina12.com.ar

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