¿CÓMO GANARLE A LA INFLACIÓN?

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Lamentablemente la inflación no corre, vuela. El viernes salió el dato del índice de precios de marzo, cuyo aumento del 7,7% mensual estuvo por encima de todos los pronósticos. En lo que va del año acumula casi 22%.

De las causas por detrás de este proceso ya hablamos largo y tendido. Hoy me quiero enfocar en las consecuencias. No hay dudas de que el principal impacto se observa en los ingresos, al correr por detrás de los precios. Pero cuando la inflación se mueve a una velocidad tan elevada como la actual (en torno al 6–7% mensual), aparece un problema adicional: el (mal) manejo de ese dinero.

Pongamos un ejemplo sencillo -y un poco extremista- para dimensionarlo. Supongamos que el primero del mes cobramos nuestro sueldo, $100.000, el cual nos alcanza justo para afrontar todos nuestros gastos. Ahora, examinemos qué sucede si esos gastos los vamos pagando con la tarjeta de crédito, que vence el último día hábil del mes (manteniendo durante todo ese tiempo nuestro dinero en la cuenta hasta el día del pago).

La primera respuesta podría ser que eso no cambia nada, precisamente porque lo que ganamos alcanza para saldar todos nuestros gastos. Pero, en realidad, perdimos plata; porque dejar el dinero quieto en la cuenta conlleva un costo de oportunidad (este concepto es sumamente clave en finanzas, y representa la alternativa a la que renunciamos cuando tomamos una determinada decisión, incluyendo los beneficios que podríamos haber obtenido al elegirla).

De las infinitas alternativas posibles, la más sencilla y directa era poner nuestros ingresos en un plazo fijo hasta fin de mes. En ese caso, el costo de oportunidad sería del 6,5% de nuestros ingresos, que es el rendimiento que hubiéramos obtenido si poníamos dicha cantidad de dinero en un plazo fijo hasta fin de mes (el banco nos hubiese devuelto los $100.000 que pusimos, los cuales los utilizamos para pagar los gastos, más $6.500 en intereses, que nos hubiera quedado como ahorro).

Si bien, como dijimos, es un ejemplo que tiene algunos supuestos que se alejan de la realidad (el hecho de que haya gastos que sí o sí tenemos que pagar en efectivo lleva a que siempre debamos tener algo de dinero disponible en la cuenta o que el vencimiento de la tarjeta puede que no sea a fin de mes), eso no altera la conclusión principal: tener el dinero parado en nuestra cuenta implica perder plata.

Y, como también mencionamos, este costo de oportunidad está siempre presente, pero se hace evidente cuando la inflación es muy elevada. Esto es así porque existe una relación entre la inflación y la tasa de interés que fija el Banco Central (y, por ende, la que ofrecen los bancos por prestar dinero o por poner un plazo fijo).

Si, por ejemplo, estuviéramos analizando una economía con una inflación en torno al 10% anual (como la gran mayoría del resto de los países de la región), donde los bancos ofrecieran una tasa similar, en ese caso, la pérdida mensual por mantener los $100.000 en la cuenta hubiese sido solo de $830 (el 0,83% de nuestros ingresos).

Por tales motivos, se vuelve crucial el buen manejo del dinero en un entorno de alta inflación. Y lo más interesante de todo es que en la actualidad existen varios instrumentos financieros de fácil acceso para la población que permiten cubrirnos frente al aumento de los precios.

El más conocido es el plazo fijo. Este instrumento en la actualidad paga una tasa nominal anual (TNA) del 78% en casi todos los bancos (en esta página del BCRA pueden consultar la tasa que ofrecen los bancos). Un punto importante para aclarar acá es la diferencia entre la TNA y la Tasa Efectiva Anual (TEA).

La TNA es la tasa que no tiene en cuenta la recapitalización de los fondos. En el caso del plazo fijo, implicaría poner el dinero y esperar un año al vencimiento, tras lo cual obtendríamos el capital sumado al 78% en intereses. Pero, al poder renovarlo de manera mensual, la tasa que hay que tener en cuenta es la efectiva, que incorpora la reinversión de los intereses. Con lo cual, si pusiéramos $100.000 y al finalizar cada mes renováramos el plazo fijo (pero incorporando los intereses obtenidos), a fin de año no tendríamos $178.000, sino $213.000. Así, a una TNA del 78% le corresponde una TEA del 113% o una Tasa Efectiva Mensual (TEM) del 6,5%. En esta página pueden poner la TNA que quieran, el tipo y la cantidad de capitalizaciones (en nuestro ejemplo serían 12 capitalizaciones mensuales) y les devuelve la TEA correspondiente. Y, si no, acá tienen toda la explicación detallada y la fórmula matemática que hay que utilizar para pasar de una a la otra.

Ahora bien, el plazo fijo tiene un gran problema. El plazo mínimo al que nos deja poner nuestro dinero es un mes, con lo cual, nos serviría solo para la porción de nuestros ingresos que no gastamos (si es que nos sobra algo).

Frente a eso, tenemos un instrumento financiero claramente superador: el Fondo Común de Inversión (FCI). Este tipo de instrumentos son ofrecidos por todos los bancos y se pueden acceder desde el home banking prácticamente de la misma manera que con el plazo fijo. Pero, aun así, son mucho menos conocidos y utilizados. El FCI, como su nombre lo indica, lo que hace es agrupar en un fondo distintos tipos de inversiones, y las personas al suscribirse (por el monto que quieran), en definitiva, están colocando su dinero en esos instrumentos.

Por tales motivos, hay una vasta cantidad de FCIs, en función de los tipos de inversiones en los que se conforme el fondo, y la rentabilidad del mismo va a depender, precisamente, de dichos instrumentos. Pero el elemento clave que caracteriza a la mayoría de los FCI es que se puede sacar el dinero en el mismo día (algunos tardan 48 ó 72 horas).

Volviendo a nuestro ejemplo, puedo poner todo mi ingreso el día 1 del mes en un FCI e ir sacando la plata que necesite día a día para afrontar mis gastos (mientras que todo el dinero restante se va actualizando en función del rendimiento que tenga dicho fondo). Claro que hay que ser muy cuidadoso con el FCI que vaya a utilizar, porque si elijo uno que invierta en activos muy volátiles (por ejemplo, podrían ser acciones de empresas, bonos públicos o, incluso, Bitcoin), podría perder plata, tal como si pusiera todo mi dinero en alguno de esos instrumentos.

Por lo general, los bancos ofrecen varios FCIS, clasificados según si el rendimiento es fijo o variable, si son plazos fijos, bonos o acciones, etc. Así que, al momento de suscribirse, hay que fijarse bien cómo está compuesto. Pero siempre ofrecen alguno que invierta directamente en plazos fijos o instrumentos similares, con lo cual tiene un rendimiento similar, pero con la gran ventaja de que se puede sacar el dinero (o una parte del mismo) cuando uno quiera.

Varias fintech que ofrecen billeteras virtuales, con Mercadopago a la cabeza, le dieron una vuelta de tuerca logrando un producto sumamente demandado en la actualidad: la posibilidad de que los fondos que depositamos se remuneren automáticamente, sin necesidad de andar suscribiendo o desuscribiendo, pero que además estén siempre disponibles (cuando ponemos plata en un FCI, no puede ser utilizada; en cambio, acá el dinero está siempre disponible y, al final del día, nos acreditan en la cuenta los intereses generados). Actualmente ofrece una TEA del 86% y una TEM del 5,3%.

La posibilidad de que nuestro dinero sea remunerado de manera diaria (ya sea a través de un FCI o de una billetera virtual) incentiva otro cambio en el comportamiento de las personas, que es el hecho de diferir todo lo que se pueda cualquier tipo de gasto. Antes, a mí por lo menos me pasaba que era de las personas que pagaban los impuestos ni bien me aparecían (es decir, varios días antes de su vencimiento efectivo). Hoy pago todo el último día posible. Cada día acarrea un costo de oportunidad de aproximadamente el 0,2% de dicho monto. Puede parecer poco, pero si replicamos eso para todos los gastos que hacemos, termina siendo un número para nada despreciable.

Donde queda todavía más claro este tipo de comportamiento es en las empresas. Pensemos, por ejemplo, en una compañía que maneja 10 millones de pesos a diario (unos USD 25.000 valuados al dólar financiero, un monto normal incluso para una pyme). Por cada día que tiene el dinero inutilizado pierde alrededor de $20.000, y en un mes eso llegaría a $600.000.

El hecho de posponer pagos lleva a otra pregunta típica de estos casos: ¿conviene pagar al contado o en cuotas (por lo general, con algún tipo de recargo)? Ahora que tenemos bien en claro el concepto de costo de oportunidad, deberíamos saber que, aun con un recargo, podría ser conveniente pagar en cuotas. Acá la cuenta es un poco más compleja, porque el costo de oportunidad en este caso implica poner todo el dinero en un FCI (o en una billetera virtual remunerada) e ir sacando mes a mes el monto necesario para pagar cada cuota.

Por suerte, tenemos páginas como esta que lo calculan por nosotros. Hay que poner el precio al contado, el total que nos cobran en cuotas, la inflación estimada (por defecto ya aparece el último dato oficial) y la cantidad de cuotas. Una vez hecho eso, nos calcula el valor presente del total en cuotas (para ver si es mayor o no al precio de contado) y, más abajo, el resultado al poner todo el dinero en MercadoPago e ir pagando cada cuota. Por ejemplo, si un producto nos lo ofrecen a $10.000 al contado o en 12 cuotas de $1.250 (es decir, con un recargo del 50%), con una inflación mensual estimada del 6,5% (que en términos anuales sería del 113%) nos convendría pagar al contado, ya que de lo contrario perderíamos casi $1.700.

Fíjense que no es un resultado intuitivo, dado que por lo general uno tiende a comparar la tasa de recargo (50%) con la inflación (113%) y eso nos llevaría erróneamente a concluir que el pago en cuotas sería la mejor opción.

Así que, si todavía no pusieron en práctica este tipo de estrategias, para el mes que viene, ya lo saben. Hay que cuidar el bolsillo.

Juan Manuel Telechea | Cenital

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