El avance de las carreras universitarias es una condición necesaria para que los sectores con más potencialidad en Argentina puedan crecer y consolidarse. Perspectiva futura y vinculación entre el aparato productivo y la educación.
Hoy vamos a hablar de un tema clave en las políticas productivas: la vinculación entre la formación profesional y los sectores económicos. Hasta ahora abordamos algunas actividades productivas, pero nunca pusimos el foco en lo que está por detrás: quienes trabajan y permiten que todo lo que vemos funcione.
Los datos del día
- La enseñanza, la salud, el sector financiero y la administración pública son los sectores económicos con mayor proporción de trabajadores con estudios superiores;
- El salario de quienes realizaron estudios superiores más que duplica al de quienes realizaron estudios hasta el nivel secundario (inclusive);
- Dentro de la industria los sectores con más universitarios son el farmacéutico, el químico, de electrónica y de procesamiento de hidrocarburos.
Yo solo quiero ser universitario para ganar mi primer millón
Como te decía, para producir en muchos casos se requiere gente formada. ¿Siempre en universidades? No, para nada, pero a mayor complejidad de las tareas se suelen demandar mayores niveles de formación por parte de los trabajadores. Esto va desde los ingenieros que planificaron el Gasoducto Néstor Kirchner, pasando por los soldadores del mismo, hasta quienes sacan radiografías cuando te rompés un hueso. Para no ser injusto con mi rubro -las ciencias sociales-, la planificación de las políticas públicas y el análisis del impacto que pueden tener determinados sectores también requieren gente muy formada. En definitiva, en casi todos los ámbitos laborales se requiere gente con más o menos estudios.
Por supuesto que esta afirmación puede parecer un tanto obvia, pero la clave es que no todos los sectores productivos requieren el mismo nivel de formación. En el siguiente gráfico se puede ver claramente que los trabajadores de la enseñanza, los servicios de salud y profesionales, la administración pública, las actividades primarias (teniendo en cuenta que los encuestados suelen ser los profesionales que viven en las ciudades) y las tareas logísticas y de comunicación suelen estar más formados que el resto de los sectores económicos.
La industria parece estar bastante más abajo que otras actividades, pero se trata de una rama sumamente heterogénea. Para darte una idea, ahí encontramos la industria farmacéutica, electrónica, automotriz y de refinación de petróleo agrupada con la alimenticia y la textil. Para que quede más claro, mientras hay algunas actividades muy complejas que requieren conocimientos específicos, otras tienden a ser más intensivas en tiempo y no requieren tanta formación.
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Por lo general, las ramas de actividad que tienen mayor potencialidad para generar cambios en la matriz productiva suelen demandar más trabajadores formados que otras. Entonces, todo lo que hablamos en las últimas entregas sobre las condiciones económicas necesarias para que determinados sectores se desarrollen depende en gran medida de la capacidad de acompañar esos sectores con formación de recursos humanos capaces de enfrentar las tareas que requieren esas actividades. En otras palabras, una mina de cobre sin personal capacitado es tan poco productiva como no tener una mina de cobre.
Algo que quizá parezca obvio es que, por lo general, los salarios de las personas más formadas son mayores a los de quienes no tuvieron la posibilidad de formarse. En gran medida porque se supone que tienen una cartera de herramientas mayor que les va a permitir desenvolverse mejor en los trabajos. De hecho, si comparamos el sueldo de los trabajadores más formados con el resto vemos que hay una caída continua del salario a menor nivel educativo.
Sin embargo, no todas las carreras y tecnicaturas son iguales en cuanto a los sueldos. Hace unos años escribimos este artículo con unos colegas del Centro de Estudios para la Producción XXI del Ministerio de Economía, en el que analizamos las diferencias salariales explicadas -en parte- por las titulaciones universitarias.
Más allá de algunos casos extraños, lo que encontramos es que las carreras de ingeniería, informática, logística, finanzas y economía suelen ser las mejores pagas. Principalmente, las diferencias salariales se explican por el sector productivo en el que pueden insertarse los profesionales. Es decir, no es tanto una cuestión de la carrera, sino las puertas que te abre. En otras palabras, si un ingeniero en minería trabaja en un comercio, lo más probable es que le paguen lo mismo que a alguien que cuente con otros estudios y esté en su mismo puesto, la diferencia radica en que el ingeniero podría trabajar en una minera en lugar de un comercio. Si te interesa saber un poco más de lo que analizamos en ese artículo y no tenés ganas de leerlo porque tiene mucha estadística, te recomiendo esta nota de Misión Productiva en donde está resumido por Martín Trombetta -uno de los autores-.
Algo que se dice mucho cuando se habla de universidades es que hay mucha gente que empieza una carrera y nunca la termina -o la hace muy a sus tiempos-. La pregunta que debemos hacernos en estos casos es si realmente sirve formar a alguien de manera incompleta. La respuesta es sí, definitivamente.
Por un lado, las carreras universitarias brindan una serie de conocimientos más detallados que no se adquieren en el secundario, así como también permiten diferenciar un poco más entre quienes cursaron la educación obligatoria -y teóricamente deberían tener más o menos los mismos conocimientos- de quienes fueron por algo más y cuentan con otras herramientas. Por otro lado, mirando la cuestión desde quienes demandan trabajadores formados, en algunos sectores productivos no se requiere que la gente haya terminado la carrera para trabajar. Quizás conozcas casos de ingenieros que hacen trabajos sumamente complejos, más allá de que no hayan terminado su carrera de grado aún.
Esto sucede porque con parte de los conocimientos adquiridos en las carreras universitarias uno puede desenvolverse correctamente en algunos puestos, aunque en el caso de la ingeniería no puedan firmar los proyectos. Otro ejemplo muy claro es el de los informáticos. En Argentina hay muchísimos programadores muy talentosos, pero no tantos son graduados universitarios. Muchas veces el prolongamiento de la carrera se debe a que los trabajos -en especial algunos- son sumamente demandantes y no dejan tiempo a los estudiantes para recibirse. Esto puede ser un arma de doble filo, en la medida en que se requieran trabajadores más formados, pero al mismo tiempo se busquen estudiantes de grado para pagarles un poco menos que a los ya recibidos porque la tasa de graduación cae. Es decir, trabajadores más baratos hoy pueden significar un costo mayor en el futuro.
Para no hacer apología de no completar los estudios, te dejo este artículo que escribieron Giselle Pasquariello y Martín Trombetta -dos de los coautores del trabajo que te mencionaba más arriba- en el que estudiaron el impacto que tiene sobre el salario el hecho de adquirir el título. Si bien puede estar mediado por otras cosas como cambios de puestos o cuestiones contractuales de los convenios colectivos de trabajo, los autores encuentran que tener el título aumenta en promedio un 7% los salarios. Así que, hay que ponerse a estudiar si dejaste colgada la carrera.
¿A dónde está mi Estado?
Ya se está volviendo moneda corriente hablar del Estado en este newsletter. No es casualidad, de una manera u otra interviene en cada sector y aspecto de la economía y la producción. En este caso, a partir de la apertura de universidades a lo largo y ancho del país, la promoción de cursos de formación profesional y los programas de becas para que los habitantes de nuestro país puedan acceder a sus estudios.
Pero vayamos de a partes. En algún momento un expresidente se preguntó sobre el sentido de abrir universidades en todos lados, como si existiera una competencia presupuestaria contra los jardines de infantes. Retomemos esa pregunta: ¿para qué sirve abrir universidades? Más allá de cualquier discusión ideológica, aumentar la oferta de carreras y su extensión territorial facilita que la juventud -y quienes no sean tan jóvenes- puedan ingresar a carreras más cerca de sus hogares, evitando así una migración que para muchas personas puede ser dolorosa o imposible en términos materiales. Pero a la vez, permite que la propia población que habita los territorios pueda estudiar carreras ligadas al entramado productivo y a las economías locales. ¿Qué sentido tiene una carrera de minería en CABA? Es mejor que esas carreras estén donde puede haber minería. Por suerte, eso es lo que ocurre efectivamente. Si uno quiere estudiar vitivinicultura puede ir a la Universidad Nacional de Cuyo, donde hay una tecnicatura en el área y otras carreras más orientadas al sector.
Otro aspecto no menos importante es la promoción de cursos de formación profesional. Los CFP están más orientados a resolver cuestiones específicas de la formación vinculada al mundo laboral, con lo cual suelen estar gestionados por sindicatos -aunque no exclusivamente-. El Ministerio de Trabajo financia una parte de estos cursos, por lo que una parte son de acceso gratuito, mientras que otros cursos son pagos o gratuitos para quienes pertenezcan al sector.
Tanto en el caso universitario como en la formación profesional, la financiación por parte del Estado posibilita en gran parte que puedan realizarse en casi cualquier zona del país. ¿A qué voy con esto? Hay algunas provincias que por su cantidad de habitantes serían poco rentables para que una universidad privada provea todas las carreras necesarias. Básicamente porque cada curso tiene un costo base que se amortiza con cada estudiante, por ejemplo el salario de los docentes. Si la demanda potencial es escasa porque la población también lo es, difícilmente un privado quiera hacerse cargo de esa formación, lo cual obligaría a la población a trasladarse hacia otras zonas que tengan esa carrera o bien a estudiar otra cosa, que no necesariamente se vincule con el entramado productivo local. Para poner blanco sobre negro, capaz alguien termina estudiando economía en vez de ingeniería.
Una última cuestión y pasamos a otro tema: las becas. En 2014 se implementó por primera vez el programa Progresar, destinado a la población de bajos recursos que quisiera realizar estudios superiores o terminar la educación obligatoria. Con los años el esquema se fue reformando un poco con mayores exigencias para los estudiantes y más adelante diferenciando el programa según tipo de estudio, pero el espíritu inicial se mantuvo.
Entre estos cambios aparece la priorización de determinadas carreras llamadas “estratégicas” para las cuales los montos percibidos por los estudiantes son mayores. Es un listado bastante largo de carreras, pero te podrás imaginar que hay cierto sesgo hacia las ingenierías, ciencias exactas, ciencias de la salud y por algún motivo filosofía. En casi todas las provincias también se priorizan algunas carreras docentes, ya que hay asignaturas que no tienen suficientes profesores para cubrirse -algo de lo que poco se habla cuando se discute educación, ¿no?-.
¿Economistas? A donde vamos no necesitamos economistas
Habiendo dicho todo esto, quizás te preguntes cómo nos estamos preparando como país para enfrentar los cambios en el mercado laboral que producen las nuevas tecnologías. Yo también me lo preguntaba, pero tuve la suerte de participar por mi trabajo en la presentación del informe “Argentina, tierra de oportunidades” que hicieron Igal Kejsefman, investigador del CONICET, y Juan Manuel Telechea, integrante de Argentina Futura y autor de Rollover en Cenital -así que seguro lo conocés-, en el marco del programa Argentina Futura. Así que aproveché la instancia y les hice algunas preguntas.
NS: ¿En qué consiste Argentina Futura y el Mapa de oportunidades? ¿Cuál es su objetivo?
JMT: Argentina Futura se dedica fundamentalmente a pensar herramientas y políticas para el futuro. En ese marco, una de las cosas que hicimos fue el “mapa de oportunidades”, una plataforma táctil presentada en la feria IT Joven en Tecnópolis, que permitía identificar las distintas ofertas educativas en cada una de las provincias relacionadas con las carreras del futuro (robótica, medio ambiente, industrias del entretenimiento, ciencia de datos, biotecnología, industria aeroespacial, ciberseguridad, entre otras).
A partir de eso, nos pusimos a pensar cómo podíamos transformar eso en una herramienta que permitiera identificar en qué provincias existía una oferta de estas carreras acorde a su especialidad productiva y en cuáles había margen para mejorar. Ahí fue clave el aporte de Igal, que fue quien desarrolló este indicador de “ventajas comparativas reveladas”, aplicando una metodología similar a la que utiliza el enfoque elaborado por Ricardo Hausmann para identificar sectores con potencial exportador.
NS: ¿Cuáles son los principales resultados que encontraron por ahora?
IK: Hay varias cosas interesantes. Lo principal es que en gran parte de las provincias de menor desarrollo relativo hay carreras universitarias ofrecidas por las universidades públicas en sectores de avanzada, como los que mencionó Juanma. Es decir, encontramos que en varias provincias se está haciendo una apuesta por fomentar la formación de los habitantes en los perfiles que requieren los nuevos sectores.
Esta apuesta cobra aún más relevancia cuando nos percatamos que a nivel mundial es muy difícil cuantificar mediante las estadísticas oficiales cuántos empleos se generan en estas actividades y cuánto esto implica del PBI. Hoy en día suelen ser encontrarse dentro de otros sectores o en el rubro de “otros”, lo que por un lado habla de la necesidad de actualizar la forma en la que se revelan estos datos y por otro lado de lo ambiciosa que es la aparición de estas carreras en provincias que no suelen ser las centrales.
Yendo más hacia lo que encontramos en el trabajo, nos focalizamos en analizar la vinculación que hay entre la oferta educativa universitaria -pública- y la participación de cada sector en el PBI provincial. Para eso armamos un indicador de especialización a partir de relacionar el peso relativo de la carrera en la provincia y en el país, de forma tal de conocer cuál es el peso de cada sector para cada provincia respecto a su peso nacional y lo mismo para la oferta de cursos universitarios en cada área. En algunos casos encontramos que hay una especialización provincial en lo que refiere al peso de la actividad económica que no está acompañada por un peso equivalente en lo que es formación. Lo cual lo vemos como una oportunidad para pensar política pública.
Por ejemplo, encontramos que provincias con un alto desarrollo en el sector agropecuario y biotecnológico tienen un cierto déficit en la oferta de cursos de formación, como pueden ser los casos de Córdoba, Salta y Mendoza. Por el contrario, también nos llamó la atención la alta especialización de la oferta académica que tienen en estas áreas de estudio las provincias de La Pampa y Santiago del Estero.
Otro caso paradigmático es el de la industria naval y aeroespacial. Si bien contamos con acceso al mar en varias provincias, encontramos que hay un déficit en la oferta académica en gran parte del país. En este sentido, entendemos que este estudio puede ser una herramienta valiosa no solo para que los estudiantes puedan ver cuáles son las carreras con más potencial en sus provincias, sino que también puede ser útil para las autoridades universitarias y provinciales para promover más carreras vinculadas con los sectores productivos locales.
Bonus Track
Espero que te haya gustado y no te haya agobiado con estadísticas. Como reflexión final, creo que no podemos negar que a la universidad suelen ir las personas que provienen de familias más acomodadas que el promedio, pero la discusión tiene que ser cómo ampliarla y no si hay que privatizar o no. Parece que hay quienes buscan la salida fácil nivelando hacia abajo.
Cenital