SOSTENER LA UNIDAD, CLAVE PARA EL FUTURO DE LA ECONOMÍA

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 Hay un dato sobre la actividad industrial poco tratado. La economía cayó el 10 por ciento en 2020 y crecerá en torno al 7 por ciento en 2021, esto quiere decir que en el presente la demanda agregada, es decir el flujo equivalente del PIB, es menor que en 2019, el año de la profundización de la debacle macrista. Sin embargo, y este es el punto poco destacado, con una demanda agregada menor a la de 2019 la actividad industrial es mayor. Según el último dato difundido por el Indec, en junio la industria produjo 11,7 por ciento más que hace dos años. Cabe preguntarse por qué. La respuesta es que en el presente hay política industrial. Una muestra es el sector automotor, cuyo componente nacional, redondeando cifras, prácticamente se duplicó pasando de alrededor del 20 al 40 por ciento. La intervención pública en coordinación con las empresas apunta a que la sustitución de importaciones continúe. El plan es lograr que el sector deje de ser deficitario en divisas a partir de 2023-24. Lo que sucede en la industria automotriz se replica en todos los sectores industriales. El ministerio de Producción nunca dudo en usar las herramientas crediticias y la política comercial externa para favorecer la producción local. Los números están a la vista. Siempre es la voluntad política la que define, los instrumentos son conocidos.

  Otro sector que también muestra una fuerte expansión es el de la Construcción, que fue una de las actividades especialmente afectadas durante la etapa más dura de las restricciones sanitarias. En el último año acumula una expansión de casi el 62 por ciento y en la comparación de junio contra el mismo mes de hace dos años, también registra una suba del 0,6 por ciento. De nuevo, la demanda agregada del presente es menor a la de 2019, la razón de la expansión responde otra vez a la voluntad política de expandir los gastos de capital, que más que se duplicaron en relación al año pasado y crecieron el 7,4 por ciento respecto a junio de 2019. Adentro de los gastos de capital se encuentra la inversión pública en viviendas, agua potable y alcantarillado y el transporte, entre otros.

  Y ya que hablamos de gasto, un dato más. A algunos economistas les habría gustado llegar a las elecciones con un mayor nivel de gasto dados los dólares extra generados por los mayores precios internacionales de las exportaciones. Sin embargo, a pesar de la baja real de los gastos corrientes, las proyecciones de déficit para 2021 cambiaron respecto de los primeros meses del año y pasaron de un 2 por ciento del PIB a alrededor de 3,5. Ello se debió a que se aumentaron los gastos sociales, las transferencias a las provincias y, como se dijo, los gastos de capital. Si a partir de hoy se aumentase más el gasto, la expansión de la actividad ya no coincidiría con los tiempos electorales, por lo que la discusión se volvió abstracta. La única crítica aquí es que los gastos sociales se expandieron en los sectores a los que llegó siempre, pero no a todos los que fueron alcanzados con instrumentos como el IFE, el Ingreso Familiar de Emergencia aplicado a partir de las restricciones a la circulación de abril y mayo de 2020.

 Finalmente queda la cuestión cambiaria. El gobierno aprendió de los errores de 2020 e interviene activamente en los mercados paralelos legales. Esta intervención puede tener matices, pero lo cierto es que el tipo de cambio está casi completamente bajo el control del gobierno. Es verdad que este mercado opera más por la vía de las restricciones que del aumento de la oferta, una dimensión que deberá mejorarse en el mediano plazo, pero en el corto el gobierno mantiene el control de la situación, lo que constituye el punto de partida del camino hacia la estabilidad macroeconómica.

  Los cuatro puntos citados –evolución de la industria y de la construcción, aumento relativo del gasto y precio del dólar bajo control– sintetizan la información económica difundida en la semana que pasó, pero son indicadores que deben destacarse porque señalan el rumbo del gobierno y muestran claramente que es falsa la inexistencia de un plan económico. Hay política industrial, hay inversión pública y se avanza en la estabilización de la macroeconomía y en la asistencia a parte de los afectados por la pandemia. Ya es redundante decirlo, pero todo esto ocurre en el medio de una crisis sanitaria que impidió reconstruir a mayor velocidad la dura destrucción económica del gobierno precedente. También con una economía endeudada y con pocas reservas. Continúa siendo inimaginable que hubiese sucedido si la actual pandemia y las restricciones heredadas hubiesen sido gestionadas por la alianza macrista-radical.

El escenario futuro es una economía recuperándose lentamente, con crecimiento industrial y desarrollo de infraestructura, con contención en mayor o menor grado a quienes quedaron afuera del sistema por la doble crisis. Sus limitaciones también son claras: la velocidad de salida de la pandemia debido a la incertidumbre por las nuevas cepas y a pesar del éxito de la campaña de vacunación, pero también la pérdida de grados de libertad de la política económica como consecuencia del endeudamiento con el FMI. A ello se suma el detalle de siempre, la restricción externa ¿De cuánto serán las reservas disponibles a fin de año? Seguramente rondarán las cifras del presente, entre 4 y 6 mil millones de dólares. Dicho de otra manera, la economía seguirá con restricción externa y necesidades de financiamiento. La gran acechanza para la actual administración reside entonces en si estas restricciones se combinan con debilidad política, lo peor que podría suceder.

  En la campaña que ya comenzó la oposición macrista-radical intentará montarse sobre el descontento producido por la doble crisis. Parte de la sociedad lleva en la piel la memoria de lo sucedido en 2016-19 y tiene conciencia del cambio de rumbo iniciado y sus limitaciones, pero otra parte solo votan con los ánimos del presente. El desafío para el oficialismo y para el futuro de la economía será sostener a toda costa y aunque haya que tragar saliva la unidad que comenzó a construirse en 2019, evitar los errores del pasado cuando los heridos, consciente o inconscientemente, pasaron a jugar para el adversario. Lo que se juega en noviembre es mucho más que una simple elección de medio término, es el futuro de la economía.

El Destape

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