Impresionante paliza le dio Pablo al economista en la batalla dialéctica que se desarrolló entre ambos. Escupió sangre para no decir que los pobres no quieren trabajar.
Se saludaron con códigos de encuentros pasados, dijeron conocerse desde hace veinte años, se tutearon con simpatía, pero eso no evitó que con el correr de la charla al aire no se calentaran los ánimos y se tiraron con munición gruesa.
Lo que parecía que comenzaba como un triunfo fácil de Cachanosky por los errores históricos de Duggan fue revertido con maestría por el periodista que lo llevó al terreno filosófico de la economía y lo destruyó.
Fue una charla imperdible.